http://elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=5548
PASCUAL TAMBURRI
En Estados Unidos, hasta hace muy poco, era difícil encontrar gente interesada al mismo tiempo en la Edad Media y en la política actual. Desde hace unas cuantas décadas y con algunas gloriosas excepciones, Europa estaba igual. Con la excepción de algunos conservadores y cristianos, los medievalistas tendían a ser de izquierdas. Lo típico de un estudiante avanzado o de un investigador en estas materias era un marxista trabajando por ejemplo sobre los modelos de propiedad de la tierra para descubrir cómo la desigualdad del pasado generó la actual, o un activista verde fascinado por la ropa tejida a mano con materiales vegetales. Cosas así. Pero cuando se hablaba de historia en la política tendía a ser sobre asuntos mucho más recientes, como la independencia americana, su guerra de secesión o la victoria de 1945. De hecho, en España los políticos de todos los lados siguen en eso, obsesionados con 1936 o, como mucho, con el régimen liberal de 1812; salvo algunos regionalistas y sus peculiares –que no científicas– preferencias.
Eso está cambiando, por lo menos en América. Desde el ataque del 11S, en lo que en los Estados Unidos algunos llaman extrema derecha ha crecido la fascinación por la Edad Media y el Renacimiento –y en especial, por la idea de Occidente como una civilización unida, amenazada desde Oriente. Eso ha ido a más según los grupos europeos y americanos se descubrían mutuamente, con el regreso a la primera línea de la imaginería quizá decimonónica pero efectiva de los cruzados y el Medievo, Para desesperación de muchos de los que hasta ahora se han ganado la vida investigando y/o escribiendo sobre la Edad Media.
El uso de hechos y conceptos ligados a la Edad Media por la 'alt-right’ y su ciber cultura ha superado con mucho la pesada retórica de los racistas de la vieja escuela. Hoy, cruzados con yelmo y lanza prorrumpen al grito de guerra “Deus vult!” de los caballeros latinos… en memes que triunfan por doquier. En cualquier parte hay imágenes de Donald Trump armado y con una cruz bordada sobre el pecho. Medios y webs anti-islamistas toman el nombre de Carlos Martel y de la batalla de Poitiers, o de la defensa de Viena contra los turcos, o de la victoria de Lepanto. A la vez, los yihadistas usan imágenes de guerreros musulmanes de películas y de videojuegos, para así explicar su lucha contra un Occidente al que presentan como la reencarnación de una Constantinopla que asediar y asaltar. De hecho, hay un paralelismo entre la creciente atracción de la derecha por la Edad Media y la fusión islamista entre un ideal medieval y la tecnología moderna.
Para los ciudadanos a los que la Edad Media les es indiferente o la ven como se les ha enseñado en la ESO –un desagradable y bárbaro preludio, lleno de pestes y de locuras, al radiante presente– puede que todo esto importe poco. Pero muchos otros, también sumisos a la corrección política o aún más a la izquierda, se sienten atraídos ahora por la época medieval; valga como prueba el éxito de todo un entorno que va desde el turismo o la recreación histórica hasta a fantasías como Juego de Tronos. Los medievalistas que favorecen la popularización de la Edad Media, ¿son en realidad agentes de la extrema derecha? Los seguidores conscientes o inconscientes de la 'alt-right’ asentirán; puede que piensen y digan que los humanos tienen una naturaleza conservadora y deben estar orgullosos de su historia; puede que unos busquen allí el modo y la razón para la convivencia ordenada entre comunidades diferentes, no mestizas, o incluso para la homogeneidad étnica y cultural. Lo cierto es que, con o sin excusa medieval, hay una parte creciente de la población que se siente incómoda con la identidad, o no-identidad, que le da o le impone la contemporaneidad.
Los medievalistas también lo han empezado a notar, aunque no todos ni del mismo modo. Se apela, especialmente desde la corrección política y desde la izquierda, a una supuesta responsabilidad ética de los historiadores y los comunicadores, que para los grandes gurúes del pensamiento deberían ser conscientes y evitar que los resultados de su investigación rearmen a los grupos identitarios o se usen contra la gente de color y las comunidades marginales. Así que hay estudiosos, en buena medida antes dedicados al economicismo marxista-liberal y a sus secuelas, que ahora se dedican a explicar en qué la Edad Media real no fue como la imagina la 'alt-right’. Hay historiadores del Arte que sólo se fijan en la aparición de inmigrantes de piel oscura en Europa del Norte para demostrar que la movilidad de poblaciones y de culturas ya existía entonces. Hay otros que usan a su manera la historia del reino de Sicilia, con reyes normandos y subordinados tanto árabes como judíos; o que interpretan en un sentido anti-machista los intereses militares de Cristina da Pizzano. Todo muy avant-la-lettre, me temo, pero vivimos tiempos de grandes presiones y aún más grandes cambios. En fin, se trata de demostrar y explicar las bases pre-modernas del multiculturalismo.
¿Y quién las niega, por lo demás? ¿Tanto contar vacas y medir producciones asociadas a la explotación les ha impedido a los medievalistas de las últimas tres generaciones leer (y entender) a un hombre tan poco de izquierdas como Ernst Kantorowitz?
Shirin Khanmohamadi imparte un curso en la Universidad del Estado de San Francisco sobre La Edad Media Multicultural. Todo un reconocimiento de que la Edad Media, la real y la imaginada, se ha convertido más que a menudo en un depósito de los elementos de la identidad europea. Y hay una batalla de ideas y de imágenes que la corrección política va perdiendo. También en América, lógicamente. ‘Juego de Tronos’, sus enanos, eunucos, castillos, batallas, mezcla elementos de las leyendas, de las Cruzadas, de la Guerra de las Dos Rosas, de la crisis cultural del siglo XV, de las crisis económicas del siglo XIV; no es un reflejo de la Edad Media como fue, pero tampoco la Edad Media del materialismo oficioso lo es, aunque lo pretende. Y mientras tanto… en un tiempo difícil, millones de europeos de todos los continentes miran a aquel milenio buscando una razón para ser y seguir siendo, una razón para no renunciar a ser ellos mismos como otros habían creído ya haberlo logrado.
PASCUAL TAMBURRI
En Estados Unidos, hasta hace muy poco, era difícil encontrar gente interesada al mismo tiempo en la Edad Media y en la política actual. Desde hace unas cuantas décadas y con algunas gloriosas excepciones, Europa estaba igual. Con la excepción de algunos conservadores y cristianos, los medievalistas tendían a ser de izquierdas. Lo típico de un estudiante avanzado o de un investigador en estas materias era un marxista trabajando por ejemplo sobre los modelos de propiedad de la tierra para descubrir cómo la desigualdad del pasado generó la actual, o un activista verde fascinado por la ropa tejida a mano con materiales vegetales. Cosas así. Pero cuando se hablaba de historia en la política tendía a ser sobre asuntos mucho más recientes, como la independencia americana, su guerra de secesión o la victoria de 1945. De hecho, en España los políticos de todos los lados siguen en eso, obsesionados con 1936 o, como mucho, con el régimen liberal de 1812; salvo algunos regionalistas y sus peculiares –que no científicas– preferencias.
Eso está cambiando, por lo menos en América. Desde el ataque del 11S, en lo que en los Estados Unidos algunos llaman extrema derecha ha crecido la fascinación por la Edad Media y el Renacimiento –y en especial, por la idea de Occidente como una civilización unida, amenazada desde Oriente. Eso ha ido a más según los grupos europeos y americanos se descubrían mutuamente, con el regreso a la primera línea de la imaginería quizá decimonónica pero efectiva de los cruzados y el Medievo, Para desesperación de muchos de los que hasta ahora se han ganado la vida investigando y/o escribiendo sobre la Edad Media.
El uso de hechos y conceptos ligados a la Edad Media por la 'alt-right’ y su ciber cultura ha superado con mucho la pesada retórica de los racistas de la vieja escuela. Hoy, cruzados con yelmo y lanza prorrumpen al grito de guerra “Deus vult!” de los caballeros latinos… en memes que triunfan por doquier. En cualquier parte hay imágenes de Donald Trump armado y con una cruz bordada sobre el pecho. Medios y webs anti-islamistas toman el nombre de Carlos Martel y de la batalla de Poitiers, o de la defensa de Viena contra los turcos, o de la victoria de Lepanto. A la vez, los yihadistas usan imágenes de guerreros musulmanes de películas y de videojuegos, para así explicar su lucha contra un Occidente al que presentan como la reencarnación de una Constantinopla que asediar y asaltar. De hecho, hay un paralelismo entre la creciente atracción de la derecha por la Edad Media y la fusión islamista entre un ideal medieval y la tecnología moderna.
Para los ciudadanos a los que la Edad Media les es indiferente o la ven como se les ha enseñado en la ESO –un desagradable y bárbaro preludio, lleno de pestes y de locuras, al radiante presente– puede que todo esto importe poco. Pero muchos otros, también sumisos a la corrección política o aún más a la izquierda, se sienten atraídos ahora por la época medieval; valga como prueba el éxito de todo un entorno que va desde el turismo o la recreación histórica hasta a fantasías como Juego de Tronos. Los medievalistas que favorecen la popularización de la Edad Media, ¿son en realidad agentes de la extrema derecha? Los seguidores conscientes o inconscientes de la 'alt-right’ asentirán; puede que piensen y digan que los humanos tienen una naturaleza conservadora y deben estar orgullosos de su historia; puede que unos busquen allí el modo y la razón para la convivencia ordenada entre comunidades diferentes, no mestizas, o incluso para la homogeneidad étnica y cultural. Lo cierto es que, con o sin excusa medieval, hay una parte creciente de la población que se siente incómoda con la identidad, o no-identidad, que le da o le impone la contemporaneidad.
Los medievalistas también lo han empezado a notar, aunque no todos ni del mismo modo. Se apela, especialmente desde la corrección política y desde la izquierda, a una supuesta responsabilidad ética de los historiadores y los comunicadores, que para los grandes gurúes del pensamiento deberían ser conscientes y evitar que los resultados de su investigación rearmen a los grupos identitarios o se usen contra la gente de color y las comunidades marginales. Así que hay estudiosos, en buena medida antes dedicados al economicismo marxista-liberal y a sus secuelas, que ahora se dedican a explicar en qué la Edad Media real no fue como la imagina la 'alt-right’. Hay historiadores del Arte que sólo se fijan en la aparición de inmigrantes de piel oscura en Europa del Norte para demostrar que la movilidad de poblaciones y de culturas ya existía entonces. Hay otros que usan a su manera la historia del reino de Sicilia, con reyes normandos y subordinados tanto árabes como judíos; o que interpretan en un sentido anti-machista los intereses militares de Cristina da Pizzano. Todo muy avant-la-lettre, me temo, pero vivimos tiempos de grandes presiones y aún más grandes cambios. En fin, se trata de demostrar y explicar las bases pre-modernas del multiculturalismo.
¿Y quién las niega, por lo demás? ¿Tanto contar vacas y medir producciones asociadas a la explotación les ha impedido a los medievalistas de las últimas tres generaciones leer (y entender) a un hombre tan poco de izquierdas como Ernst Kantorowitz?
Shirin Khanmohamadi imparte un curso en la Universidad del Estado de San Francisco sobre La Edad Media Multicultural. Todo un reconocimiento de que la Edad Media, la real y la imaginada, se ha convertido más que a menudo en un depósito de los elementos de la identidad europea. Y hay una batalla de ideas y de imágenes que la corrección política va perdiendo. También en América, lógicamente. ‘Juego de Tronos’, sus enanos, eunucos, castillos, batallas, mezcla elementos de las leyendas, de las Cruzadas, de la Guerra de las Dos Rosas, de la crisis cultural del siglo XV, de las crisis económicas del siglo XIV; no es un reflejo de la Edad Media como fue, pero tampoco la Edad Media del materialismo oficioso lo es, aunque lo pretende. Y mientras tanto… en un tiempo difícil, millones de europeos de todos los continentes miran a aquel milenio buscando una razón para ser y seguir siendo, una razón para no renunciar a ser ellos mismos como otros habían creído ya haberlo logrado.
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