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por Paula Soler
Hay una generación que lo recuerda vagamente: con su abrigo amplio, polera, micrófono en mano. Con sus 34 años, el habla clara, la mirada expectante. Sus interlocutores tienen cascos verdes y medias sonrisas. El escenario: una perla austral perdida... No. Querida. Fría, ventosa, lejana. Triste. Nuestra. El recuerdo, en blanco y negro o en tecnicolor, suena también con esa marcha, con una plaza que grita ´vivas´ y también abuchea, y con voces maternas que aconsejan: "Comé todo, que los soldaditos de Malvinas no tienen qué comer". Cartas, sweaters y chocolates en cajas. El pensamiento, también vago, en las cabezas de quienes fueron niños en el '82: "Seguramente ya va a mostrar cómo les llega todo esto a los soldados... héroes".
Nicolás Kasanzew , en un mediodía cálido, entra en el icónico Florida Garden para hablar con LA NACIÓN. El bar notable, que supo recibir a glorias pasadas como Jorge Luis Borges, fue elegido por él como punto de encuentro. Quien fue el cronista de guerra del antes llamado Canal 7 llega con una camisa celeste y pantalón de vestir. Elegante, saluda con amabilidad. Se disculpa por los pocos minutos de demora. El habla clara, la mirada opaca. Viene de Maswichtz, donde vive. Sus ojos, durante la entrevista, se iluminarán al hablar de la adrenalina del periodismo, al dar algún dato que puede generar polémica y cuando presenta a su flamante esposa, Teresa. Sí, Kasanzew llega acompañado por la mujer con la que se casó hace pocas semanas. Jovial, simpática, de colores.
Kasanzew nació en 1948 en Rusia y a los cinco meses viajó con su familia a la Argentina. Los hechos bélicos parecen signar la vida de este periodista que es hijo de un militar que luchó en la Segunda Guerra Mundial y es descendiente de oficiales del Ejército del Zar. Si bien la consigna es hablar sobre su vida actual, las islas son un terreno obligado. Más cuando este año se cumplen 175 años del desembarco inglés en lo que es parte de la plataforma marítima argentina. Y más, cuando su trabajo como periodista en el país se entorpeció luego de la guerra. Dice que lo prohibieron tanto los militares como el gobierno democrático de Raúl Alfonsín.
Será por eso que aún hoy el nombre Kasanzew sigue sonando a Malvinas para muchos. Su carrera periodística excede en décadas los 74 días que duró la guerra contra los ingleses, pero no le molesta seguir cargando ese abrigo amplio, polera y micrófono. Hace una causa de ello: "Alguien tiene que contar la guerra", explica. Quiere desenterrar a los soldados vivos y muertos de la llamada desmalvinización, la campaña por la cual se estigmatizó y se pasó al olvido todo lo relacionado con la gesta. Explica que los militares quisieron despegarse de la derrota y los gobiernos democráticos, que le siguieron, alejarse de toda relación con la dictadura, "a pesar de las grandezas que se dieron en batalla", dice.
Un mozo, de esos que se peinan al costado y usan un impecable saco blanco, sirve café con leche al periodista y a Teresa.
- ¿Por qué ocultar las grandezas y no capitalizarlas, ya en democracia?
- Mirá, uno de los grandes desmalvinizadores fue Ricardo Alfonsín por una cuestión increíblemente personal.
Toma un trago de su taza y se prepara para dar el dato que iluminará su mirada con una media sonrisa.
-Muchas veces la pequeña historia explica la gran historia. Hubo una camada del liceo militar donde estaba Alfonsín, Jorge Arguindegui, Jorge Anaya y Leopoldo Fortunato Galtieri. Aparentemente, Alfonsín era considerado el gordito gilún al que Galtieri molestaba y Arguindegui defendía. Esa relación de amor odio siguió toda la vida. Cuando empiezan a meter presos a los militares [en la vuelta de la democracia], dejan libre al principal responsable de la desaparición de personas que era el ministro del interior, Arguindegui. No lo tocaron nunca porque era amigo personal de Alfonsín. Alfonsín le tenía una tirria tal a Galtieri que hasta prohibió festejar el 2 de abril [día en el que los argentinos desembarcaron en las islas]. Justicia poética: a él lo enterraron un 2 de abril. El entendía que Galtieri había entrado en la historia, entonces cuando propone pasar la Capital Federal a Carmen de Patagones, Viedma, un periodista le dice: ´Pero, presidente, esto va a salir muchísimo dinero´. A lo que él le dice: ´La guerra de Malvinas también salió muy cara´. Estaba compitiendo con Galtieri.
Kasanzaew dice que las razones para desmalvinizar se basaban en la relación directa entre la dictadura y la guerra. "Son dos cosas diferentes. La decisión de desembarcar en las islas no fue una ´locura de un borracho´", explica, en referencia al entonces jefe del gobierno de facto Galtieri. Afirma, en cambio, que los militares "pisaron el palito" de Inglaterra y los Estados Unidos. Que en el 82 el gobierno de Margaret Thatcher y el almirantazgo inglés estaban en crisis y que una victoria frente a un gobierno militar sudamericano les ayudaría a levantar su imagen. Incluso, asegura que por eso la mandataria ganó más tarde las elecciones. Sería similar el beneficio para los militares argentinos, a quienes se les había asegurado una victoria gracias al apoyo de los Estados Unidos, que jamás se dio.
- Los militares de alto rango no tienen perdón. Eran militares de escritorio. Los que se destacaron fueron los oficiales jóvenes, los suboficiales y los soldados. Con Alfredo Lamela, el camarógrafo, hacíamos una broma en nuestras recorridas, decíamos que si veíamos a alguien de un grado superior de teniente primero, teníamos que pedir un deseo porque era como encontrar un trébol de cuatro hojas. Lo triste es que después los soldados volvieron escondidos, entre gallos y medianoche. La población argentina, exitista, no los recibió como héroes. Les decían ´cagones, perdieron la guerra´.
A él, como a muchos ex combatientes, le tocó el no conseguir trabajo al volver de la guerra. "Un periodista de la NBC, Charly Gómez, - dice- a quien conocí cuando cubrí la guerra civil en Nicaragua para Mónica Presenta, me dijo: ´Felicitaciones, de ahora en más ni vos ni tus hijos van a tener problemas de trabajo en la Argentina´. Pero qué equivocado estaba. Es que en otros lugares del mundo la experiencia bélica habla de liderazgo, de resiliencia, de equipo. A mí me prohibieron el secretario de Cultura de Alfonsín, Carlos Gorostiza, y su subsecretario, Marcos Aguinis. No podía trabajar en los medios. Era la cara de Malvinas".
- ¿Qué sintió en ese momento?
- Después de la guerra, los combatientes suelen tener pesadillas con la muerte; yo comencé a tener pesadillas recurrentes con que me quedaba sin trabajo. Es lo peor que me puede pasar.
- Lo relacionaban también con los discursos triunfalistas. Gómez Fuentes, el conductor del 7 que presentaba sus informes desde Malvinas, afirmaba que estábamos ganando...
-El sí, pero yo nunca fui propagandista, yo era periodista. Lo puedo comprobar por ejemplo con los telex que le enviaba a la revista Siete Días, después me sacaban y ponían lo que querían. Nunca dije que ganábamos. Imaginate que el 90% de lo que grabamos con Alfredo Lamela, el camarógrafo, fue destruido por los censores. Si yo hubiese sido coincidente con la censura eso no pasaba. Yo desafié a Gabriela Cerrutti a que encontrara una frase exitista en todo el material fílmico.
La última frase hace referencia a quien hace 10 años era legisladora porteña y que pidió bajo ese argumento que el periodista no cobrara la pensión de guerra dada a los que estuvieron en las islas durante el conflicto armado (civiles y militares).
Luego de Malvinas y colaboraciones esporádicas en algunos medios, dejó la Argentina a principios de los 90 con ofertas de trabajo desde Miami. Allí trabajó 17 años en varios medios hispanohablantes, como Univisión y la NBC. Cuenta que su carrera no se basa sólo en ser corresponsal de guerra: "Lo mío era el magazine, entrevisté a personalidades como Muhammad Ali, a Henry Kissinger, a la doctora Ana Aslan, la precursora de los tratamientos antienvejecimiento, y más".
Son varias las canciones que Kasanzew escribió inspirado en Malvinas y las compiló en el disco Quijotes de Malvinas. Su última composición se la dedicó a Teresa, video incluido. Pero ella no quiere ser la protagonista de la entrevista. Con una sonrisa, dice: "Hablá de las charlas que das por el país. Los chicos quedan encantados cuando lo escuchan". Teresa es consultora de prensa y se hace un tiempo en su profesión para acompañarlo.
Cómo explicar la guerra
Otra de las actividades actuales de Kasanzew es dar charlas por el país sobre su paso por las islas. Cuenta que en el sur es donde más interés suscita. Que los jóvenes se sienten inspirados en los relatos sobre los héroes y sus gestos, lo cual sirve para un reconocimiento real, más allá de los discursos. Aunque aclara que si bien ese es su granito de arena, una reivindicación oficial sería lo mejor.
-¿Qué opina del acuerdo del Gobierno con Inglaterra para la identificación de los restos de soldados en el cementerio de Darwin? ¿Puede ser eso una manera de reivindicación?
- El mérito de este gobierno sería dejar de darle la espalda a los combatientes. Cuando hace un par de años desfilaban después de las tropas en el desfile del 9 de julio en Buenos Aires, Macri se retiró del palco antes de que pasaran y volvió una vez que ya habían pasado. Entiendo la importancia que tiene para las madres de los caídos la identificación de sus hijos, pero pienso que eso no constituye una reivindicación. La reivindicación esperada es que los reconozca la sociedad argentina como honrosos defensores de la patria y se deje atrás el clisé infamante de supuestos chicos de la guerra.
-¿Vio la lista de los 88 identificados?
- No la vi, pero es probable que haya algunos que conocí. Por ejemplo, conocí al soldado Elbio Araujo, le saqué una foto y muchos años después cuando se la mostré a su hermana Maria Fernanda, lo identificó como su hermano. Se emocionó mucho y me contó su historia, que yo publiqué en mi libro La pasión según Malvinas. María Fernanda me dijo en ese momento que no tenían ninguna foto de su hermano en Malvinas.
-¿Lloró en Malvinas por la muerte de algún combatiente?
-Cinco personas con las que compartí muchos momentos en Malvinas, murieron en combate. Los lloré a los cinco.
-¿Influyó el kirchnerismo en un avance en la reivindicación de los soldados?
-El kirchnerismo siguió con la desmalvinización e inclusive la profundizó. Puso como referente de Malvinas a alguien que jamás peleó, Edgardo Esteban, un tipo del grupo de artillería 4 que apenas empezó la guerra entró en pánico. Su jefe le tuvo lástima y lo puso en una casilla del pueblo. Una noche se negó a hacer una guardia y fue en su lugar otro soldado. Cayó una bomba y lo mató. Fatalidad. Pero el tipo volvió y dijo que sus compañeros eran los cobardes. Y a él, que no peleó y fue un cobarde, Cristina lo puso como referente de la guerra de Malvinas.
-¿En qué la beneficiaba hacer eso?
-Servía para seguir demonizando a los militares porque ese era el discurso. Ellos [por los kirchneristas] eligieron a los militares como enemigo para que los organismos de derechos humanos y la izquierda hicieran la vista gorda ante el latrocinio: ´Roban, pero juzgan´.
-¿En qué sumaría el reconocimiento histórico de los soldados y de la guerra, desterrar la desmalvinización?
-Es un tónico moral para la población, mostrar que hay gente que se juega a cambio de nada, por amor. Los héroes son los únicos que pueden transmitir valores eternos. El coraje, la abnegación, la generosidad. No se pueden transmitir valores con discursos, porque los chicos no escuchan discursos. Sólo con ejemplos. Si se pudiera transmitir el amor desinteresado al país que tanta falta le hace, ese mismo de quienes dieron la vida por él, hasta la corrupción bajaría. Por eso el culto a los héroes es esencial en cualquier país del mundo.
- Usted defendió a un par de militares que son acusados de violación a los derechos humanos como Enrique Stel y ...
-Sí, y pongo las manos en el fuego de que jamás habrían cumplido una orden aberrante.
- ¿Por qué lo hace? Una cosa es lo que usted vio en Malvinas y otra lo que ellos habrían hecho durante el proceso.
-Porque sé que son tipos de honor. Además, algunos de los juicios están armados con testigos preparados, testimonios armados.
-¿También las denuncias contra César Milani, ex jefe del Ejército del gobierno de Cristina?
-De él creo cualquier cosa. Un tipo que es chorro, es inmoral en todas las esferas.
Deber y amor, según un corresponsal de guerra
En el bar una pantalla suscita interés. El zócalo reza que en el submarino Ara San Juan habría habido una explosión. Las imágenes muestran a los familiares gritar con las manos hacia el cielo. Un mozo sube un poco el volumen. Teresa se lamenta. Las imágenes inspiran una conversación sobre "los 44". Kasanzew aporta su experiencia como corresponsal de guerra y conocedor del paño militar, aunque aclara que él no se especializa en ese tema.
- Hay familiares del personal del submarino que sabían que no tenía mantenimiento. Uno tiende a preguntarse ´si la tripulación lo sabía, ¿por qué se presta a subir?´
-Porque es su deber, es gente de deber y amor. En la guerra de Malvinas teníamos aviones modernos como los Thunder y A 4 de 1950 y pico con los cuales diezmamos a la flota inglesa y los pilotos salían con los asientos eyectables vencidos. Después de Malvinas las proezas de los pilotos argentinos cambiaron las estrategias en todos los ejércitos del mundo. Un capitán, Carballo, un héroe de la aviación argentina, va a los Estados Unidos a una charla y un oficial le pregunta: ´Cuando usted escuchaba la alerta del radar warning que tenía un avión atrás, ¿qué sentía?´. ´Nada´, le contestó. ´Ah, qué valiente´. ´No, no tenía radar warning´.
- Lo que pasa hoy con los submarinos, ¿pasó en Malvinas?
-No. En los años previos al golpe de Estado se había acumulado mucho material bélico nuevo, pero así como teníamos equipamiento de muy buen nivel, teníamos equipamiento obsoleto. Pero antes tenían horas de vuelo, entrenamiento. Ahora estamos atrasadísimos en todo, cuando todos los países vecinos están armados hasta los dientes. El año que viene tenemos el G20 y no tenemos aviones con los cuales brindarles seguridad a los estadistas. Se está hablando de contratar pilotos extranjeros. Llegar a que nuestro cielo sea custodiado por aviones extranjeros...
Kasanzew vivió en los Estados Unidos junto a quien era su esposa y sus cuatro hijos varones. Con el tiempo, dos de ellos abrazaron el periodismo. Pero él no quiere hablar de sus herederos. Hace un par de años volvió solo al país para sentar raíces nuevamente. Participó en algunos programas de televisiónpara hablar de Malvinas y luego recibió un par de ofertas de trabajo que quedaron en nada.
Ahora está escribiendo otro libro. "Es sobre mis andanzas por el mundo: guerras, personajes, experiencias únicas", dice. Sus anteriores libros también hablaron de sus recorridos: El Zar y la Revolución; La pasión según Malvinas, Malvinas a sangre y fuego.
Este año se reencontró con Teresa, de quien se había enamorado hace muchos años, pero la vida los había separado. Facebook de por medio, se contactaron, se dieron likes, se enviaron besos en comentarios de fotos, y vieron que aún estaban enamorados. Ambos cuentan su historia con entusiasmo. Él le ofreció casamiento en el primer reencuentro. Ella se rió. "Me pareció que lo decía porque es un amoroso, sólo eso", recuerda ella. Al poco tiempo estaban juntos, en un casamiento a plena luz del día.
"En enero viajamos a Miami porque tengo el proyecto de hacer un programa sobre historias de vida extremas. Están interesados, pero a mí me gustaría trabajar acá. No me quiero ir. La tele está lleno de chismes, hasta en los noticieros, un programa así acá sería interesante", dice sobre sus planes y deseos a futuro.
Su esposa explica que la imagen del periodista aún está muy relacionada con Malvinas y eso es una traba para que consiga trabajo en la Argentina. El opina que quizás no es tan así. Sabe idiomas, sabe ruso, fue corresponsal de tres guerras y una colega una vez le dijo que esas características y su experiencia levantaban demasiado la vara y eso daba recelos. Se habla del Mundial que se viene, en su Rusia natal. Comenta que su hijo, que trabaja en Univisión como periodista deportivo, ya le pidió data, incluso sobre Kissinger, a quien entrevistará 30 años después de que él mismo lo hizo.
Teresa saca su celular. "Mirá las fotos de la boda", dice con una sonrisa. Cuenta que la celebración, con sólo 50 personas, fue muy agradable, amorosa, que por su parte fue su familia más cercana, fueron sus sobrinos, "sus chicos". También relata que estuvieron presentes dos de los hijos de Nicolás. Él escucha como ausente, hasta que repara en una de las imágenes y dice: "Este señor era amigo de mi papá, lucharon en la Segunda Guerra Mundial codo a codo, cumplió 94 años y está enterísimo. Anda todos los días en bicicleta. Fue como tener a mi papá en mi casamiento". La mira a Teresa. Los ojos encendidos por el pasado y el presente.
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