por Carlos A. PISSOLITO
https://www.youtube.com/watch?v=LuWJ2xHsn2g&index=27&list=PLgXEElb3M_xamsJ8eA-kwir6Xo919mHIN&t=0s
Los acontecimientos históricos se deben juzgar por sus antecedentes y sus consecuencias. Y, es precisamente, la persistencia de estas últimas lo que le otorga importancia a un hecho que califica como tal. Más aún, para su justa valoración es necesario que hayan pasado a ser “historia”. Vale decir que todas sus consecuencias estén patentes y claras en el presente. En otras palabras, que sus frutos se hayan manifestado en plenitud. Para ello el transcurso del tiempo es imprescindible. De hecho, a consecuencias más profundas, más tiempo para evaluarlas. Caso contrario, en vez de Historia, lo que se estudia otra cosa.
Tal es el caso de la batalla librada por la posesión de las Islas Malvinas a partir del 2 de abril de 1982. Aquellos 74 días de gloria e infortunio. Obviamente, se trata de un hecho histórico, pero con consecuencias tan presentes que las mismas dificultan su correcta evaluación académica. Muchos de sus protagonistas, aún, viven entre nosotros. Otros ya se han ido, lamentablemente y, muy probablemente, sin un justo reconocimiento.
No puede decirse lo mismo de otros hechos bélicos similares más antiguos, tal como, por ejemplo, la Vuelta de Obligado. Uno con el que Malvinas guarda ciertas similitudes. Uno que permaneció olvidado, denostado. Hasta que la Historia, con el transcurso del tiempo, lo evaluó correctamente. ¿Será este el caso de la “Operación Rosario”? Probablemente, la campaña de desmalvinización iniciada por el propio Proceso de Reorganización Militar y aprovechado por las sucesivas administraciones democráticas para esmerilar el protagonismo militar llegará, algún día, a su fin. Tal como la postura antirosista de la historiografía oficial no permitió el juicio exacto de sus acciones en defensa de la soberanía de nuestros ríos. Y solo se preocupó por resaltar sus abusos internos.
Sin embargo, hay que reconocer que más allá o más acá de la Historia está la Política. Y su necesidad de tomar decisiones prudentes. Exigencia que le impone a esa ciencia práctica el estudio del pasado, aún del que no es histórico. Como un mecanismo para evitar los errores cometidos en su transcurso. ¿Se ha estudiado lo suficiente la campaña Malvinas como para no volver a repetir sus errores? Creo que no. Si bien se han hecho público documentos-aún los más secretos-, testimonios, documentales, etc. También, pienso que con estas acciones se ha buscado responder a diversas finalidades. Desde la más altruistas hasta las más oportunistas.
Este nuevo aniversario nos enfrenta con dos hechos contradictorios, pero profundamente vinculados entre sí. El primero nos habla de un viaje de familiares de los caídos en combate para visitar sus restos, finalmente, identificados. Se sabe que todo ha sido pagado e impulsado por el empresario Eduardo Eurnekian quien ha hecho suya la causa Malvinas como no lo ha hecho, todavía, el propio Estado argentino.
El segundo, da cuenta de que ese mismo Estado no ha realizado, aún, ceremonia alguna para honrar a los 44 tripulantes del ARA San Juan. Especialmente, cuando la sombra de Malvinas, también, parece haber sobrevolado su infausto destino. Nos preguntamos si, también, tendremos que esperar 30 años y la pujanza de un particular para que esto suceda.
Ambos hechos nos marcan, cada uno a su manera, que la cuestión “Malvinas” sigue siendo la piedra de toque, para bien o para mal, que cierra -hoy- el arco de la argentinidad. Por una extraña y profunda razón, intuyo que en la forma cómo la solucionemos o no lo hagamos, marcará a fuego nuestro devenir futuro. La alternativa es de hierro. O nos decidimos a ser lo que tenemos que ser o no seremos nada.
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