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martes, 21 de agosto de 2018

Estrategia: Las cosas que no cambian.

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Martin van Creveld

En el campo de los estudios de la guerra, hoy, no hay nada más de moda que la preeminencia, lo inexorable y la rapidez del cambio. Lo que significa, entre otras cosas, cambio social, cambio organizacional y cambio doctrinario. Y, por supuesto, cambio tecnológico. De la clase que es muchas veces percibido como el factor que dirige a todo el resto de la forma en la que un pastor conduce a sus ovejas.

En este artículo, yo quiero hacer lo opuesto. Esto es, decir unas pocas palabras sobre las cosas que no han cambiado. Y para citar al poeta inglés del siglo XIX, Alfred Tennyson, “tan lejos como el ojo humano puede ver” que, tampoco, van a cambiar.




  1. La guerra es la continuación de la política por otros medios. La guerra nunca ha sido, nunca lo será, una actividad independiente en sí misma. Una guerra que no sirva a fines políticos, aquí entendidos no como un simple proceso político, sino en su sentido más amplio como el objetivo por el cual la comunidad beligerante persigue por sí misma y en palabras de Clausewitz es, “Una cosa sin sentido y sin objeto”.
  2. Una pelea entre dos individuos se conoce como un duelo. La guerra, sin embargo, no es una actividad individual, pero sí una colectiva. Como es bien sabido, un colectivo puede ser más que la suma de sus partes. Sin embargo, bajo las condiciones erróneas, pueden ser incluso menos. Es por ello que factores tales como cohesión, disciplina, liderazgo, etc. son muy importantes.
  3. La guerra es una actividad estratégica. Lo que significa que es librada por dos o más beligerantes, cada uno con su propósito libre y por sus propios objetivos, a la vez de interferir con los de los otros a la par de prevenir que le hagan a uno lo mismo. Este carácter estratégico de la guerra es el que se encuentra detrás de sus principios. Tales como la iniciativa, el ataque, la defensa, la decisión, el desgaste, la concentración, el mantenimiento del objetivo, la maniobra, la flexibilidad, la inteligencia, la seguridad y todo el resto. Particularmente importante en este aspecto es la relación entre la ofensiva y la defensiva. Como lo dice Clausewitz, hay dos razones por las cuales la segunda es más fuerte que la primera. La primera, está en la analogía del balde, cuando más exitoso es un ataque y cuanto más se aleja de sus bases, se torna más vulnerable en sus comunicaciones. Segundo, hay un elemento temporal, que sea como sea, favorece a la defensa. Es el resultado del punto culminante, en el cual la ofensiva, a menos que termine en una victoria, inevitablemente, debe volverse defensiva. Todo esto fue verdad cuando la guerra fue hecha, por primera vez, hace unos 12 mil años atrás. Y esto mismo se va a seguir aplicando aun cuando la misma sea librada por naves espaciales, volando en el espacio exterior y disparando rayos lasers.
  4. Como toda actividad estratégica, la guerra es una actividad violenta. Cuando no hay violencia en juego puede no sea una guerra, o sólo lo sea en forma metafórica, por ejemplo en una “guerra diplomática”, en una “guerra económica”, en una “guerra psicológica” y en cosas por el estilo. A la cabeza del carácter estratégico de la guerra, está la siempre presente violencia que hace que sus dominios sean los del hambre, la sed, el frío, la fatiga, el sufrimiento, el peligro, el dolor, la muerte y en, no menor medida, los de la pena y el remordimiento. Y que requiere, de parte de aquellos que la libran y que luchan en ella, cualidades como la fortuna, la determinación y la presencia de ánimo necesaria para soportarla y salir triunfante.
  5. Finalmente, la violencia a su vez significa que la posibilidad, aun la probabilidad, de escalada estará siempre presente. El lado A dispara. El lado B responde con más disparos. Y luego, si los factores irracionales como el odio y la venganza no estaban presentes al principio, muy pronto saldrán a la superficie y harán sentir su impacto. Lo que seguirá será una rápida escalada. Que amenazará con irse de las manos de  los controles políticos impuestos por los mismos que le proveen su raison d’etre. (1)


Para volver al principio, todo esto es verdad, más allá de la organización, de la doctrina, de la tecnología y todo lo demás. En este momento, cuando la suposición de que nuevos dispositivos van a traer cambios “fundamentales”  en la conducción de la guerra se ha transformado en un fenómeno cotidiano, aquel que tenga oídos que oiga.

Traducción y notas: Carlos Pissolito.

(1)  En francés en el original. Propósito, razón de ser.

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