por Carlos A. Pissolito
Creo que muchos de nosotros, televidentes argentinos, supimos de la existencia de las superproducciones turcas con aquella memorable saga de ‘Las Mil y Una Noches’.
Después, nos enteramos, con alegría, que su actor principal, Halit Ergenç, encarnaría al mismísimo Sultán Suleiman.
También creo, que el interés por esta serie nos llevó a muchos a agarrar un libro de historia y averiguar sobre la vida de este personaje. Uno que lideró personalmente al ejército otomano en la conquista de Belgrado, Rodas y la mayor parte de Hungría conformando qun imperio de casi 50 millones de almas.
Hasta aquí todo bien, los turcos que reivindican a un gran personaje de su historia pasada. Pero, ¿la cosa termina ahí?
Parece ser que no. Una breve investigación política nos dice que el actual presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, gusta ser llamado ‘El Sultán’ y que el núcleo de su política es recrear la grandeza perdida del Imperio Otomano.
Esta postura se conoce como ‘neootomanismo’ y que ha generado nuevas tensiones en la región de Levante. De hecho, una línea de choque tectónico entre Turquía, Rusia, Siria, Europa y los EEUU.
Al parecer, Erdoğan está decidido a dejar atrás las modernizaciones secularistas impuestas por Mustafá Kemal, el fundador del Estado turco moderno a principios del siglo XX. Y, ahora, quiere una vuelta a los días de gloria del Islam.
Pero las influencias de ‘El Sultán’ no paran en lo político y avanzan sobre lo cultural. Concretamente, sobre los nuevos modelos masculinos que comienzan a asomar en varias sociedades.
Más allá de las manifestaciones, en contrario, que hemos visto por estos días. Parecería que son legión las mujeres que esperarían otra cosa. Ya que piensan que el Feminismo es una construcción política al gusto de chicas urbanas de buena posición, un tanto desorientadas.
Así como están las cosas, el tierno ideal del varón domado propuesto por la teorías de la políticamente correcto está dando paso a un hombre más comprometido con su condición de protector y de proveedor. Uno que muy bien representa el barbado Halit Ergenç, tanto para la geopolítica del Levante como para el hogar de los sueños.
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