por Carlos A. Pissolito
https://www.youtube.com/watch?v=k1z-45O-ZHQ |
Desde siempre, la masa de los teóricos entendieron el uso de la fuerza como una actividad sujeta al control racional. Pero, existe una escuela que propone al nihilismo como la mejor explicación. El más famoso de ella, fue es famoso escritor ruso, León Tolstoy, quien en su obra maestra, “La Guerra y la Paz”, expresa una meditación seria y coherente sobre la guerra.
Cuando su héroe, Pierre Bezukhov, llega al campo de batalla de Borodino queda perplejo, pues: “no pudo ni siquiera distinguir las tropas propias de las enemigas.” Su amigo el Príncipe Andrei Bolkonsky, un soldado profesional, después de aspirar a ser un héroe, se da cuenta de que el genio militar es un fraude y declara: “no ha habido y no puede haber una ciencia de la guerra, consecuentemente, tampoco un genio militar.”
Esta es la impresión que a uno le queda luego de tratar de explicar esta ola de desorden global y regional. En especial, por ejemplo, el caso chileno. Ya que no se pueden identificar liderazgos que impulsen la revuelta, tampoco, se sabe muy bien cuales son sus consignas, sus objetivos.
Por otro lado, si uno se pone a mirar a la masa de los que integran los desmanes, muchos de ellos especializados en desafiar a las fuerzas del orden, uno se encuentra con personas adolescentes o no mucho mayores, con millennials. Personas que a la par de agredir, incendiar, se ponen a bailar o a hacer piruetas de alegría en medio del caos. Lo mismo vemos que pasa en el lejano Líbano, con jóvenes entonando, “Little Shark”, una popular canción infantil.
Llegado a este punto uno se queda sin explicaciones o casi. Y si antes hemos sostenido que la buena literatura es, muchas veces, la mejor explicación para una situación compleja. Hoy, tenemos que apelar al mundo del cómic.
Concretamente, nos referimos a “Joker” (conocida como “El Guasón” en la América del Sur). Una película norteamericana basada en ese personaje de DC Comics. Dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix que cuenta la historia de un mal comediante, quien es, en realidad, un enfermo mental, pero que se va convirtiendo, paulatina e inconscientemente, en la cabeza de un levantamiento popular contra el orden social que reina en Ciudad Gótica, su ciudad.
¿Es esto creíble y posible de ser traspolado al mundo real?
Hemos ya sostenido lo que se denomina como “guerras civiles moleculares” y:
“Como nos dice el profesor y periodista alemán Hans Magnus Enzensberger, este fenómeno tiene una característica que lo diferencia de otros tipos de violencia en el pasado, cuál es: “…la naturaleza autista de los perpetradores y su incapacidad de distinguir entre destrucción y auto-destrucción. Las guerras civiles de hoy ya no existe la necesidad de legitimar las acciones. La violencia se ha liberado de la ideología.””
Este autor cita a la conocida pensadora de origen judío, Hannah Arendt, quien argumenta sobre las causas de este fenómeno diciendo lo siguiente:
“Sospecho que nunca ha habido escasez de odio en el mundo, pero ahora ha crecido hasta convertirse en un factor político en todos los asuntos públicos. Este odio no se basa en ninguna persona ni en ninguna cosa. No podemos hacer responsable, ni al gobierno, ni a la burguesía, ni a los poderes extranjeros. Se filtra en todos los aspectos de nuestra vida y va en todas las direcciones, adoptando las formas más fantásticas e inimaginables.”
Agrega que a cuando ella se pregunta y se contesta sobre los porqué de esta violencia sin sentido, dice:
“La gente ha perdido su sentido común y sus poderes de discernimiento, a la misma vez que sufre de la pérdida del más elemental instinto de supervivencia.”
Por otro lado, las imágenes del Ejército de Chile imponiendo el orden y el toque de queda nos traen otros recuerdos. La de la peor de las dictaduras, la sufrida a manos del denominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN), a partir del 24 de marzo de 1976. Fue la más infame, porque fue la que apareció –paradójicamente- como la más justificada de todas y la que fracasó más estrepitosamente.
Un tradicionalista español, Juan Donoso Cortés, sostenía que entre la dictadura de la espada y la del puñal prefería la de la primera de estas armas, por ser más noble. En mi caso particular, no opto por ninguna de ellas. Aunque no sea lo mismo sufrir una que otra.
Pero, dejemos el pasado para pasar al presente. Si hoy no hay espadas que nos amenacen estamos rodeados por los múltiples puñales de un escenario que parece sacado de la película “El Guasón”. El cual podría darse, en forma independiente a quien nos gobierne, si se terminaran de concretar algunas lábiles variables. A estas alturas, no nos hace falta un cisne negro.
Llegado a este punto, nos preguntamos ¿Cuál debería ser la actitud del gobierno de turno, permitir que los revoltosos hagan de las suyas o decretar el Estado de sitio y tratar de restablecer la paz y la tranquilidad?
La respuesta es difícil por los siguientes fundamentos:
1ro. Tanto las fuerzas armadas como las de seguridad son percibidas por las elites políticas y por no pocos comunicadores sociales como las responsables de todos los males del país. Por lo que, los sucesivos gobiernos, procedieron, no a destruirlas –como creen algunos- sino a domarlas. Había que colocarlas bajo el más estricto de los controle civiles. Lo que no está mal. Pero se lo hizo en una forma incorrecta. Una cargada de resentimiento y de prejuicios ideológicos.
2do. Se ha mantenido un plexo legal para la Defensa y la Seguridad obsoleto e inadecuado que no responde a la realidad actual. Si bien permite, en teoría, que las FFAA sean empleadas en operaciones de seguridad interior. Es necesario para ello la declaración del Estado de sitio. Con el agravante que se les ha prohibido equiparse e instruirse para este tipo de tareas. A la par de realizar actividades de inteligencia interna.
Por lo expuesto, resultaría sumamente difícil emplear a las FFAA con las limitaciones descritas. Pero, como dice el dicho: “la necesidad tiene cara de hereje”. Y ante un hipotético escenario de grandes desórdenes, en los que las FFSS se vieran sobrepasados y un Presidente constitucional decretara y obtuviera la aprobación constitucional del Estado de sitio. La obvia respuesta es que las mismas no estarían preparadas para tan difícil misión.
Aunque, a diferencia de lo expresado por el Presidente Sebastińa Piñera, un desorden civil está muy lejos de ser una guerra, se trata de un conflicto que bien puede tener actores violentos, con el agravante de que su conjura no puede hacerse en el marco conceptual establecido por Carl von Clausewitz de la guerra convencional y para el cual las FFAA están entrenadas y preparadas.
Otra diferencia importante de la que disfruta la Argentina es que ésta disfruta, tanto de una red de contención social como de un sistema de liderazgos intermedios (sindicatos, movimientos sociales) con los cuales se puede interactuar y negociar ante la eventualidad de un conflicto.
Pero, llegado al extremo de necesitar emplear a las FFAA para mantener un ambiente estable y seguro, existe una variante posible. Cual es el apelar a la doctrina y a los procedimientos de empleo empleados por esas fuerzas en el marco de las operaciones de paza complejas.
Concretamente, las FFAA (especialmente el Ejército y la Infantería de Marina) disponen, no sólo de la experiencia, también, de unos 25.000 veteranos que pasaron por la MINUSTAH (Haití) donde aprendieron a operar en la zona gris de las operaciones de seguridad.
En base a lo señalado y en previsión de la ocurrencia de desórdenes civiles, similares a los que tienen lugar en la región, las medidas concretas para ayudar a conjurarlos deberían se los siguientes:
Fuerzas argentinas preservando la paz en Haití. |
1ro Adoptar la doctrina de las operaciones de paz complejas. (https://drive.google.com/file/d/0B4_Oajmq32tteElNaG1fUjE3RmM/edit)
2do Requerir de las autoridades constitucionales y judiciales de la aprobación de las correspondientes reglas de empeñamiento. A los efectos de neutralizar posteriores reclamos judiciales contra integrantes de las FFAA.
Para concluir y que quede claro. No abogamos por la dictadura de la espada para que conjure al empleo de los puñales. Queremos ver la espada de las FFAA por una mano civil. Claro, con dos condiciones: que esa mano civil las use legítimamente, vale decir en pos del bien común y que esa espada esté bien afilada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario