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jueves, 23 de abril de 2020

El cobit 19 podría detonar una pandemia de hambre con millones en riesgo.

 https://www.washingtonpost.com/








por David Beasley (*)



Podríamos hablar sobre la pandemia de la gripe de 1918 con la consolada  sensación de que es algo del pasado, una crisis de principios siglo 20 y que nunca nos volvería a suceder. Pero, el covid-19 ha destrozado esta sensación de seguridad y protección y ha demostrado, sin lugar a dudas, que las pandemias son una amenaza presente y mortal para todos nosotros. Lo mismo podría decirse de la hambruna, ya que puede pensarse que es una palabra que vive en el pasado, incluso en las páginas de la Biblia y  que hemos domesticado a uno de los cuatro caballos del Apocalipsis.



Pero así como este nuevo coronavirus ha emboscado la vida de millones debemos prepararnos, ahora, para otra pandemia. La pandemia del hambre que puede seguir sembrando la semillas de muerte a su paso.

Hace sólo unas semanas, estaba saliendo de mi propio contagio con el virus, tras dar positivo, cuando regresé a los Estados Unidos, después de un castigado esquema de viaje, movilizando fondos para el trabajo del programa mundial de alimentos de la ONU. El tiempo que tuve para recuperarme en mi casa en Carolina del Sur, me ha dado la oportunidad para pensar en el virus y en la amenaza que representa para el mundo.

Mis pensamientos me han llevado a un viaje aterrador y el punto final del mismo es que todos debemos despertar antes de que sea demasiado tarde.  Lo que ha causado esta pandemia ya es, nada menos, que una crisis global, una que no hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial.

Y como es una crisis global es una que requiere una respuesta global, especialmente, para las decenas de millones cuyas vidas serán aplastadas por el impacto socioeconómico de esta crisis incluso antes de la llegada de Covid 19 en el 2020 y que ya tenía el potencial de ser desastroso para quienes viven al límite.

Las guerras interminables en Siria y en  Yemen, en el empeoramiento de los conflictos en lugares como Sudán del Sur y en el Sahel Central en África, los desastres naturales más frecuentes, la crisis económica en el Líbano que afecta a los refugiados sirios. Estas crisis han cambiado la vida de millones de personas dejándolos en situaciones extremadamente vulnerables a la pandemia del coronavirus, agregando a la mezcla, ahora, la amenaza de detonar una catástrofe humanitaria mundial sin precedentes, con millones de civiles que viven en naciones afectadas por conflictos y que serán empujados aún más al borde de la inanición.

Los números son impactantes. En un día cualquiera, el Programa Mundial de Alimentos ofrece un salvavidas a casi 100 millones de personas. Esto incluye a unos 30 millones de personas que, literalmente, dependen de nosotros para sobrevivir. La mayoría de ellos están atrapados en zonas de guerra, de las que no pueden salir.

Si no podemos llegar a estas personas y no podemos brindarle la ayuda vital que necesitan, porque nuestros fondos se han reducido o porque la frontera por donde trasladamos nuestra comida se han cerrado, nuestro análisis muestra que podrían morir de hambre cada día unas 300 mil personas por día podrían morir de hambre en los próximos tres meses.

Si ya consideramos que a pesar de nuestros mejores esfuerzos, 21 mil personas mueren de hambre en un solo día, la escala potencial de muertes es desgarradora.  Podríamos estar estudiando la hambruna en unas tres docenas de países. De los cuales, en 10 de ellos tenemos más de 1 millón de personas que están al borde del hambre, mientras hablamos.

Esta es la verdad respecto de la inminente “pandemia el hambre” y que tiene el potencial de engullir a más de un cuarto de mil millones de personas, cuyas vidas y medios de vida se verán inmersos bajo un peligro inmediato. A menos que se tomen medidas urgentes y efectivas para mantener el flujo de bienes comerciales y humanitarios para apoyar a las comunidades con asistencia humanitaria y proporcionar a los gobiernos las intervenciones sanitarias adicionales necesarias para controlar la propagación del virus.

En los países industrializados los gobiernos han intervenido para apoyar la economía y a las empresas con paquetes de miles de miles de millones de dólares. Pero, también, es fundamental que se haga todo lo posible para garantizar que las economías sigan trabajando en los países en desarrollo, durante y después de esta crisis.

Necesitamos tomar las decisiones correctas, ahora, para evitar un desastre que nos avergüence.  Por mi parte, no quiero ser perseguido por los pensamientos y por la culpa de la sensación de lo que se podría haber hecho, cuando simplemente sea demasiado tarde.

Los 30 millones de personas que están en riesgo y el cuarto de los 1000 millones que están al borde de caer en peligro de perderlo todo, dependen  de que tomemos la decisión correcta.  una y otra vez he tenido que pedir a los líderes de las naciones generosa que apoyen nuestro llamado en nombre de esta comunidad global amenazada. En Berlín en Washington, en Londres y en Bruselas,  siempre me han atendido y me han ayudado. Ahora, más que nunca, necesitamos de esta generosidad para responder esta crisis sin precedentes.

(*) David Beasley es el director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. El material de esta columna lo utilizó en un discurso al consejo de seguridad de la ONU hace sólo un mes atrás.  

Traducción: Carlos Pissolito

1 comentario:

Unknown dijo...

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