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miércoles, 16 de diciembre de 2020

¿Y si Julio Verne tenía razón?









por Carlos PISSOLITO

Siempre hemos sostenido que la buena literatura es mejor que muchas ciencias serias para describir una realidad. Y si se trata de una futura, no hay nada mejor que la buena literatura de ciencia ficción.

Probablemente, el mejor ejemplo, hayan sido las obras del escritor francés Julio Verne (1828/1905). Recuerdo haber leído en sus obras el empleo del submarino, del poder aéreo y de los viajes espaciales, entre otras cosas. 

Más precisamente y en relación al tema que nos atañe, en su novela ”París en el siglo XX” publicada en 1863, Verne habla de una red internacional de comunicaciones, la describe como algo parecido a un telégrafo mundial, que conectaría a distintas regiones para compartir información. Visionario, el autor hablaba de la red de redes, Internet.

Posteriormente, en la última etapa de su vida, sus obras se tornaron pesimistas y comenzaron a hablar del mal uso que la humanidad podía hacer de los avances tecnológicos. Así en “Los 500 millones de la Princesa India”, publicada en 1879, advertía del peligro que entrañaba poner la tecnología al servicio del imperialismo imperante en la época, avanzando el uso del gas tóxico y los misiles aéreos. 

Hoy varias de las profecías de Verne son una realidad. Ya que desde hace un siglo vivimos en un mundo electrodependiente. Más recientemente, de uno virtualmente dependiente. Uno que exige el funcionamiento de varias variables para poder funcionar. Ya que la falta de la concurrencia de una sola de ellas, basta para que todas las demás colapsen.

Sabemos, por ejemplo, que sin electricidad, no hay teléfonos, no hay ascensores, no hay agua. Pero sabemos poco de lo no habría sin las múltiples conexiones que nos presta Internet. Entre otras cosas que podríamos mencionar, está el servicio eléctrico, ya que su distribución es gobernada a través de la red de redes. 

Una experiencia anticipatoria de lo que decimos, la vivimos durante el famoso y extenso apagón del Día del Padre, sucedido un domingo de junio del 2019. Cuando una serie de fallas en el sistema de generación y distribución eléctrica, luego atribuidas  a un problema cibernético, dejaron sin fluido eléctrico a 50 M de personas en tres países. 

Llegado a este punto. Es bueno que adoptemos algunas previsiones. Porque nada nos hace suponer que estos episodios no volverán a repetirse. 

Para empezar, hay que comenzar por lo más sencillo que es nuestra seguridad física. Como queda evidenciado en la proliferación de asaltos pirañas en las autopistas de las grandes ciudades cuando se va la luz eléctrica. Van algunos tips:

1ro Simplifique su sistema de vida. Tenga un backup, en lo posible, para todo.

2do Manténgase usted, sus familiares y su casa listos para afrontar una emergencia generaliza. Disponga de agua, comida y combustible para, por al menos, 72 hrs.

3ro No olvide que su principal herramienta de supervivencia es una mente alerta.

Por el contrario, para el Estado la seguridad en tiempos de lo virtual se complica. Ya que a las amenazas tradicionales deben sumarle las nuevas y no convencionales.

Pero, antes de caer en una casuística inconducente, que busque prevenir infinidad de situaciones, es el Estado quien debe adoptar algunos criterios rectores, a saber:

1ro Crear una agencia estatal destinada a coordinar la acción de diversas reparticiones en caso de una emergencia. Si bien las leyes de Defensa y de Seguridad Interior prevén organismos transitorios ad hoc que se reúnen en caso de una emergencia grave. La evolución de la situación actual exige que tengan una existencia permanente.

2do Disponer, en los niveles nacional, provincial y municipal, de planes de crisis y de contingencia para enfrentar situaciones vinculadas con desastres del mundo virtual

3ro Exigir que provincias, municipios y los denominados servicios básicos esenciales (centrales eléctricas, hospitales, plantas potabilizadoras de agua, sistemas de control del tránsito aéreo, etc.) dispongan de sus propios sistemas de emergencia y que puedan funcionar por al menos 72 horas sin apoyo externo.

Lo sucedido en el pasado reciente, no ha sido más que un aviso respecto que la creciente complejidad de la vida moderna nos trae comodidades, pero también problemas asociados a ellas. Ergo, no estaría mal que nos ocupáramos.


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