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por William S LIND
Vista del Archivo Nacional, en Washington DC. |
Los lectores pueden preguntarse por qué sigo volviendo al tema de la legitimidad. La razón es simple: la legitimidad es el terreno sobre el que se libran las guerras de 4ta generación (G4G). Es, sobre todo, una contienda por la legitimidad, y ganar (o perder) se mide por las ganancias o las pérdidas de legitimidad. La guerra de G4G en nuestro propio suelo es, con mucho, la mayor amenaza que enfrenta este país, y a medida que la legitimidad del gobierno, y aún más del propio Estado, se desvanece, la G4G generación se extiende e intensifica.
Desde esta perspectiva, los barómetros de la legitimidad, cualquier cosa que nos ayude a medir el ascenso o la caída de la legitimidad del orden de cosas actual, deben buscarse seriamente. Puedo identificar al menos tres. El primero es, ampliamente, reconocido: encuestas de opinión que preguntan a los estadounidenses cuánta confianza tienen en diversas instituciones. Estos incluyen la Presidencia, el Congreso, los tribunales y, quizás lo más importante, la integridad del proceso electoral. Como señalé en una columna anterior, este último es el equivalente a un aspirante a un trono que tiene (o carece) de sangre real. Nada más en el sistema político es tan importante para la legitimidad. Durante décadas, las encuestas han mostrado una tendencia a la baja en la confianza de los estadounidenses en todas estas instituciones. Desde las elecciones de 2020, la desconfianza en el proceso electoral se ha disparado, como era de esperar dado el abandono de reglas de larga data diseñadas para prevenir el fraude electoral.
Creo que un segundo barómetro de legitimidad es la disposición de los estadounidenses a vacunarse contra Covid-19. Según el "Wall Street Journal", aproximadamente el 58% de nuestra población ha recibido al menos una dosis. (He recibido ambas inyecciones, lo que probablemente significa que para Navidad me saldrá un gran cuerno verde de la frente, que debería verse festivo; le puedo agregar un oropel y luces). Pero a medida que aumenta la disponibilidad de la vacuna, la cantidad de personas que hacen fila para vacunarse no ha dejado de encogerse. A medida que comenzamos a tener una idea de cuántas personas rechazarán la vacuna, también obtenemos una medida de la legitimidad del Estado, no solo del gobierno. ¿Por qué? Porque todo el Establishment, los republicanos (o la mayoría de ellos), así como los demócratas, junto con la gentuza habitual de las "celebridades", están instando a la gente a obtener la(s) vacuna(s). Los que se niegan están rechazando todo el sistema.
Una medida más interesante y ominosa de la legitimidad de todo el sistema es el creciente número de tiroteos. Un barómetro tan importante se mueve por más de una cosa; la guerra contra la policía es un factor, el colapso cultural de la comunidad urbana negra es otro, los 15 minutos de fama que los medios le dan a un tirador motivan a algunos. Pero, creo que una sensación amplia y generalizada de que el sistema ha transformado lo que solían ser Los Estados Unidos en un asilo de locos puede ser una causa importante y no reconocida. Lo de abajo ahora está arriba, lo blanco es negro, el día se ha convertido en noche y la noche está llena de pesadillas. Esta es la "transvaloración de todos los valores" de Nietzsche, y es un componente central del marxismo cultural de la Escuela de Frankfurt, también conocido como "woke" (despertar), "corrección política", etc. En un manicomio, la gente hace cosas locas, como disparar a sus familias, amigos, compañeros de trabajo y cualquier otra persona que puedan.
En todos estos barómetros podemos leer el cambio en el clima político, más fácilmente, si comparamos lo que está sucediendo ahora con la vida en la última década normal de los Estados Unidos, la década de 1950. El presidente Eisenhower fue muy popular. El Congreso no encabezó la lista de las instituciones más confiables de nadie; pero los estadounidenses comunes no pensaron que tuvieran que invadirlo para hacer oír su voz. Muchos conservadores no querían y desconfiaban de la corte de Warren, por una buena razón, pero el problema era Warren, no la corte en sí. Todo el mundo sabía que el recuento de votos en algunas grandes ciudades podía estar amañado; pero en otros lugares se confiaba en el proceso. En cuanto a las vacunas, cuando la vacuna contra la polio estuvo disponible, prácticamente, todos los niños del país la tomaron, porque mamá y papá se lo dijeron. Y la violencia con armas de fuego era rara, más allá de que los mafiosos se mataran entre sí. El gobierno y el Estado fueron aceptados como legítimos por la gran mayoría de los estadounidenses.
No más. El futuro parece aún más sombrío, porque nadie en el Establishment considerará ni por un momento cómo sus acciones afectan la legitimidad. Agregue la próxima crisis de la deuda y la inflación y comenzará a parecerse mucho a la República de Weimar. Como era cierto entonces, lo que reemplace el lío disfuncional actual vendrá de la Derecha, no de la Izquierda.
Traducción: Carlos Pissolito
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