As I Please...
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por Martin van Creveld
Por lo que cualquiera puede deducir, la situación en Ucrania no es más que caótica. Se dice que las fuerzas rusas avanzan en todos los frentes. Las fuerzas ucranianas reclaman éxito tras éxito en frenar a los agresores o incluso detenerlos. Ahora se dice que las ciudades han sido aisladas, ahora parece que, en realidad, no lo están. Las ciudades están ocupadas, o no lo están y los dos bandos siguen peleando por ellas. Los convoyes parecen quedarse atascados durante días, pero nadie sabe por qué. Los rusos se están quedando sin suministros. Los rusos hasta ahora solo han comprometido alrededor de las tres cuartas partes de sus fuerzas. Se dice que la fuerza aérea rusa está reprimida o es ineficaz, pero el presidente Zelensky sigue rogando a Occidente que imponga una zona de exclusión aérea.
Ambos bandos acusan al otro de cometer crímenes de guerra y proporcionan cifras de bajas; pero ninguna es completa o confiable y hay buenas razones para creer que muchas no lo son. Se dice que un hospital maternal fue atacado, pero no se sabe si fue deliberadamente o como parte de lo que eufemísticamente se conoce como "daños colaterales". Las sanciones occidentales sobre Rusia están funcionando, o bien son poco más que una molestia que puede solucionarse con la ayuda de China. Los rusos se están quedando sin soldados jóvenes (difícil de creer, ya que la tasa de natalidad de Rusia, aunque está por debajo de la cifra de reemplazo, en realidad es más alta que la de Ucrania). Putin está ganando en todos los frentes. Putin sabe que ha mordido más de lo que puede tragar y está buscando desesperadamente una salida. Putin está enfermo. Putin está loco. Putin está a punto de ser depuesto, aunque nadie sabe por quién.
Se envían, interceptan, graban, descifran, almacenan y analizan millones de mensajes por todos los medios posibles, mediante la inteligencia artificial hacia abajo. Algunos incluso están siendo falsificados. Para colmo de males, al Niágara de las palabras se une un tsunami de imágenes. Intentando probar sus afirmaciones, ambas partes están publicando innumerables fotografías, videoclips, videos o como se llamen. Y eso ni siquiera incluye a los millones de imágenes que difunden los medios por iniciativa propia. Sin embargo, la mayoría de las veces es imposible decir quién los tomó, cuándo, dónde, en qué contexto y con qué propósito. Por no hablar del hecho de que, dado que los uniformes que visten ambos bandos y gran parte del material que utilizan son muy similares, a menudo es imposible decir quién es quién. Uno llega a ver un vehículo destruido; pero quién destruyó es imposible decirlo. Uno ve un edificio destruido; pero quién lo arruinó y por qué es imposible de decir. Se muestra un cadáver tirado en el pavimento; pero de quién es el cadáver y quién lo mató, no está nada claro. En pocas palabras, no es cierto, como solía decir el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, que “bilder luegen nicht”. (1) De hecho, eso en sí mismo es quizás la mentira más grande de todas.
Excepto por la gran cantidad de información que se transmite, no hay nada nuevo o excepcional en todo esto. Sun Tzu, el antiguo soldado erudito chino que probablemente escribió su “Arte de la guerra” alrededor del año 500 a. C., dice que toda guerra se basa en el engaño y que, de todas las formas de derrotar a un enemigo, engañarlo es la más rápida y la mejor (también en el sentido de ser el menos sangriento). Carl von Clausewitz, el general prusiano y teórico militar que escribió “vom Kriege” durante la década de 1830, dice que, en la guerra, casi toda la información (“Nachrichten”) es contradictoria, falsa o ambas. Napoleón, quien, aunque no fue teórico ni escritor, fue uno de los comandantes más grandes que jamás haya existido, agrega que dar sentido a la confusión es una tarea digna de genios como Isaac Newton y Leonhard Euler. Él mismo, dicho sea de paso, era un maestro del engaño, un talento que mostraba no solo en la campaña, de como "robarle la delantera" a sus enemigos, sino también mientras jugaba a las cartas.
Por todo el vasto aparato tecnológico que utiliza, la guerra moderna no ha estado exenta de estos problemas. Al contrario, en cierto modo los ha hecho peor que nunca. Un factor responsable de esto es la gran cantidad de información en manos de los conductores, los soldados, los servicios de inteligencia, los medios de comunicación y las personas de todos los bandos o generada por ellos. Permítanme dar sólo un ejemplo de lo que esto puede significar. En 1991, el cuartel general del Cuerpo de Marines de los EEUU, que se preparaba para invadir Kuwait, recibió un millón y medio de imágenes satelitales del terreno frente a él. Esto, además de otros tipos de información demasiado numerosos para detallar aquí. Tan enorme fue la inundación que las imágenes fueron casi completamente inútiles: la mano de obra, la experiencia y el tiempo necesarios para hacerlas útiles, simplemente no estaban disponibles. Dado que se agregaban más cada hora, procesarlo todo habría durado literalmente para siempre. El desarrollo de la inteligencia artificial puede haber paliado algunos de estos problemas. Pero seguro que no todos.
Un segundo problema se origina en la ilusión de que estamos en pleno control de nuestras facultades, lo que significa que nuestros sentidos nos brindan una idea realista del mundo que nos rodea. De hecho, sin embargo, este no es siempre el caso. Nuestras mentes están coloreadas por el miedo, la euforia, la esperanza, la desesperación, la decepción y mil otras emociones. Además de esto, a menudo lo que vemos depende, no de la información entrante, sino de lo que somos; moldeada por la educación, la formación, los prejuicios, etc. No hay dos personas, no hay dos organizaciones, que sean iguales o ven el mundo de la misma manera. Lo que significa que, incluso si se dispone de toda la información relevante, la tarea de entrar en la mente del enemigo y adivinar sus intenciones es muy difícil, no pocas veces imposible.
Tercero, en la guerra todos estos problemas se ven exacerbados por lo que Clausewitz llama su “Strapazen”. (2) La guerra es la actividad más extenuante en la que cualquier ser humano puede participar por lejos. Para aquellos que no han pasado por eso, el estrés mental y físico es, simplemente, inimaginable. En parte debido al peligro siempre presente para la vida, la propia y la de los demás; y en parte, en los niveles superiores, porque el destino de países y poblaciones, muy bien, puede depender de ello. Tal es la tensión que a menudo hace que incluso los más valientes y estables se comporten de forma un tanto extraña. Si no todo el tiempo, ciertamente parte de él. En tales condiciones no es de extrañar (como dijo Napoleón) que proliferen los informes falsos. Algunas personas ven ejércitos enteros donde, de hecho, no los hay; otros no ven ejércitos incluso cuando esos ejércitos están justo frente a sus narices.
Un punto final que, que yo sepa, los analistas han planteado rara vez, si es que lo han hecho. No hace falta decir que, “ceteris paribus”, (3) el caos de la guerra afecta tanto al conquistador como al conquistado. Sin embargo, por regla general crear orden a partir del caos —la tarea del conquistador— es mucho más difícil que hacer lo contrario. Piense, por ejemplo, en construir una nueva pared ladrillo por ladrillo en lugar de tomar un mazo y derribarlo. Sin imponer el orden en un país recalcitrante, los rusos no pueden ganar. Como resultado, este factor, probablemente, trabajará a favor del defensor. Los israelíes en el Líbano, los soviéticos en Afganistán y los estadounidenses tanto en Afganistán como en Irak probaron suerte en este juego. Al final, en vano.
Ucrania es un país grande con fronteras largas y difíciles de sellar, así como decenas de millones de habitantes capaces y altamente motivados. Lo más probable es que suceda lo mismo en este caso.
Traducción: Carlos Pissolito
Notas:
- Las imágenes no mienten, en alemán en el original.
- Dificultades, en alemán en el original.
- Expresión latina que puede traducirse como “siendo todo lo demás igual”.
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