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jueves, 24 de abril de 2014

Cambios en el escenario mundial.




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Cambios y preocupación en el escenario mundial


Emilio Cárdenas

La anexion de Crimea y Sebastopol a la Federación Rusa está consumada. Pero es un hecho tóxico. Por esto ha sido ampliamente repudiado por la comunidad internacional que previsiblemente no reconoce a Crimea como parte del territorio ruso.

Mientras tanto, un clima de absoluta fragilidad se ha apoderado del este de Ucrania. No está nada claro sobre lo que puede suceder -al menos en el futuro inmediato- en ese convulsionado rincón del país. Particularmente en la denominada República Popular de Donestsk. Allí donde, en la localidad de Zaporozhia, se fabrican hoy prácticamente todos los motores de los helicópteros rusos (incluyendo el MI-24), cuyas entregas están ahora suspendidas, lo que demuestra cuán diversas son las múltiples complejidades del conflicto en Ucrania.

Por la gravedad de lo ocurrido, el escenario internacional ha cambiado.

Por la gravedad de lo ocurrido, el escenario internacional ha cambiado. Mucho. Como consecuencia de una conducta y un intento de justificación por parte de Rusia que lucen inaceptables. Porque han conmovido los cimientos de la arquitectura estructural de las Naciones Unidas. En efecto, hay ahora un precedente que luce como un aliciente para el uso de la fuerza y, peor aún, una suerte de justificación para tratar de poseer armas nucleares.

Porque se han desconocido -a cara descubierta- tres principios fundacionales de la comunidad internacional: el de la igualdad de los Estados, el de la santidad de la integridad territorial y el principio de "no intervención". A lo que debe agregarse el uso ostensible de tropas sin sus insignias nacionales, práctica vedada expresamente por las Convenciones de Ginebra. Y la violación abierta de convenios internacionales que estaban vigentes, como el Memorándum de Budapest de 1994, en virtud del cual Ucrania renunció a su arsenal nuclear a cambio del respeto explícito a su integridad territorial. Por todo ello, el impacto exterior de lo sucedido es grande.

Más allá de los recientes acuerdos de Ginebra, de los que participara ciertamente Rusia, la confianza de la comunidad internacional en ese país ha desaparecido. Por esto, la sospecha de que sigue manipulando insidiosamente a los insurgentes en el este ucraniano deviene inevitable. Particularmente frente a los esfuerzos rusos por evitar que Ucrania tenga elecciones nacionales el próximo 25 de mayo, en búsqueda urgente de un mínimo de legitimidad en el actuar.

Es cierto, Vladimir Putin se reinventó y relegitimó en su patria. En medio de una ola de nacionalismo, su popularidad doméstica es ahora enorme. Con un tsunami publicitario, a la manera del que alguna vez caracterizara al repugnante Goebbels, los medios rusos -que poco y nada tienen de independientes- alaban constantemente a Putin y denuestan, en unísono, a los países occidentales. Como ocurriría, curiosamente, en un ambiente cercano a un conflicto bélico.

Es cierto, Vladimir Putin se reinventó y relegitimó en su patria. En medio de una ola de nacionalismo, su popularidad doméstica es ahora enorme

Mientras tanto, los objetivos inmediatos de un Vladimir Putin que ha asumido el rol de "restaurador" del pasado ruso permanecen -más allá de las declamaciones públicas, frecuentemente contradictorias- envueltos en el misterio.

Se advierte entonces preocupación en la comunidad internacional por las eventuales repercusiones externas de lo sucedido en Crimea y Sebastopol. Ella se centra en algunos conflictos puntuales. Como el que tiene que ver con los espacios marítimos en los que China mantiene disputas de soberanía con Japón, Vietnam, Filipinas y Corea del Sur. Allí, en 2012, China actuó manu militari en el llamado "Scarborough Shoal", en el Mar del Sur de China, en desmedro de Filipinas. También hay intranquilidad respecto de las negociaciones referidas al peligroso programa nuclear iraní que, sin embargo, han continuado evolucionando y avanzando positivamente, aparentemente sin mayores dificultades. Y con relación a la cada vez más volátil e impredecible Corea del Norte.

La integración de Rusia con el resto del mundo después de la Guerra Fría ha sido lenta y parcial. Esto es, tan sólo relativa. Los principales avances fueron los registrados durante la etapa en la que Dimitri Medvedev ejerciera la presidencia de su país. Me refiero a: un nuevo tratado Start; las sanciones dispuestas contra Irán; el tránsito de las tropas norteamericanas de y hacia Afganistán a través de suelo ruso; o el acceso ruso a la Organización Mundial del Comercio. Ellos no fueron luego seguidos por otros pasos similares, de mayor acercamiento y cooperación en ésta, la tercera presidencia de Vladimir Putin. En paralelo, Rusia se ha transformado en una autocracia, lo que aumenta la desconfianza externa.

Por todo esto, es probable que Rusia sea -en más- objeto de relativo aislamiento. Sin cortar puentes, pero sin que exista la confianza mínima para actuar con ella de consuno. Esto supone que de pronto Rusia podría quedar de lado cuando, en algunas circunstancias, de actuar desde la comunidad internacional se trate. Será presumiblemente objeto de vigilancia para tratar de limitar lo que ahora luce como una clara inclinación al expansionismo. Con una posibilidad de cooperación que ahora es marginal.

Es probable que el nuevo enviado a Moscú de la administración del presidente Barack Obama sea John F. Tefft, un diplomático de carrera, familiarizado en las cuestiones que tienen que ver con Ucrania, Georgia y Lituania, donde ha prestado servicios. Un hombre de gran experiencia, queda visto.

La relación bilateral entre los Estados Unidos y Rusia estará -en más- presumiblemente marcada por el distanciamiento

En el escenario actual no es imposible que -de pronto- se den a conocer otras sanciones económicas de carácter personal contra algunos personajes rusos muy cercanos al presidente Putin, limitando sus posibilidades de actuar en los mercados internacionales de crédito y de comerciar libremente. Y evidenciando que existe una elite rusa poderosa, que funciona en torno al líder ruso, sospechada de corrupción. Por esto las acciones y los títulos de la deuda rusa caen. Y el rublo se debilita, en medio de una renovada fuga de capitales. También por esto una previsible caída de las inversiones externas en Rusia.

El cambio en el escenario internacional no supone necesariamente cortar vínculos que son imprescindibles entre Rusia y la comunidad internacional. Como los que tiene que ver con el programa espacial conjunto de norteamericanos y rusos. O aquellos que se refieren a la inutilización de las armas nucleares rusas que, vencidas, ya no pueden guardarse sin riesgos. O continuar juntos trabajando en el impostergable desarme sirio en materia de armas químicas.

La relación bilateral entre los Estados Unidos y Rusia estará -en más- presumiblemente marcada por el distanciamiento. Lo que no supone dejar de actuar en conjunto en algunas cuestiones comunes, como son las antes referidas.

Pero la normalidad está afectada y la confianza de Occidente en Rusia ha desaparecido. Pronto esto comenzará a ser evidente más allá de Ucrania. Lo ya sucedido tiene una entidad tal que es imposible pensar que no traerá aparejados profundos cambios relacionales, como los que anticipamos

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