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domingo, 24 de mayo de 2015

El valor simbólico de las armas.






El Valor de los Objetos Guerreros.




Los mismos procesos mentales que han causado el aumento del valor de los objetos guerreros son también responsables del embellecimiento de los medios utilizados en la guerra. A través de la historia, las armas y el equipo han sido objeto de cariño, aun de culto, por ninguna otra razón que la de estar relacionados con los conflictos armados. Una forma en que este fenómeno se ha manifestado es la costumbre de darles nombres: en la "Chason de Roland" algunas espadas como Durendal, Joyeuse y Precieuse son tan admiradas que casi se las trata como objetos animados. Es mas, las armas no son simplemente artificios utilitarios sino también símbolos de poder. Así nace el hecho paradójico, de que a pesar, de que como herramientas que son es muy posible que se pierdan o sufran daños durante la batalla, se las decora hasta el punto en que se convierten en muy costosas obras de arte.


Los rabinos que escribieron el Talmud ya discutían entre ellos si se podría o no portar armas el Sábado, todo esto porque su valor decorativo era tan grande como su valor funcional. Mientras que pasa el tiempo aunque la causa del efecto decorativo de las armas asuma diferentes formas éste no se pierde. Tal como de los griegos y los romanos, en su momento, dedicaban sus armas a sus dioses y las colgaban en sus templos, nosotros hoy en día las ponemos en el centro de nuestras plazas y en ocasiones especiales desfilamos en frente de ellas.  Lo que es más espectacular acerca del proceso por el cual las armas se convierten en símbolos de poder es que este proceso lejos de ser regido por consideraciones utilitarias, es llevado a cabo de tal manera que comienza por subestimar, luego negar, el propósito de esas armas. La popularidad y la propaganda pueden lograr que un arma se convierta en algo demasiado valioso como para que pueda ser arriesgado, particularmente si es un arma poderosa y por ello mismo costosa y de difícil producción. 

Por ejemplo, este fue el caso de lo ocurrido con los acorazados de la Primera Guerra Mundial. Para empezar su importancia se vio inflada por años de propaganda naval y de artículos en la prensa. Al llegar la guerra, en su mayoría permanecieron en los puertos contentos de dejar que los más pequeños, más baratos y menos imprescindibles submarinos, destructores y lanchas torpederas se encargarán de la pelea. Hoy en día los portaaviones han caído en una trampa similar. En su caso, también, encontramos que poder, costo, número limitado y simbolismo se refuerzan entre sí en un círculo vicioso. Tanto material como simbólicamente, el valor de estas embarcaciones es tan alto que es difícil pensar en un blanco por el que valga la pena arriesgarlas. A partir de esto, su misión oficial de “proyección de fuerza” suena como una contradicción. Si la guerra, en realidad, estallara, lo más probable es que compartieran el destino de sus predecesores.  


Martin Van Creveld. "La Transformación de la Guerra." Capitulo VI - Por Qué se Pelea en la Guerra.

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