As I please...
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por Martin van Creveld
El poeta romano Virgilio (70-18 a. C.). Ampliamente reconocido como quizás el mayor poeta romano, entró en escena en enero de 1245. Fue entonces cuando un sacerdote francés, Gautier de Metz, publicó Imago Mundi, más tarde traducido al francés como L'Image du monde. Mezclando hechos con fantasía, es una obra enciclopédica, basada en una gran variedad de fuentes, sobre la creación, la tierra y el universo. Gautier le dio crédito a Virgilio por haber creado una cabeza oracular que respondía preguntas. Setenta y cuatro años después, en 1319, Renard le Contrefait volvió a contar la historia. Este último, también, puede haber sido el primero en especificar que la cabeza estaba hecha de latón.
El Papa Silvestre II (nombre original Gerberto de Aurillac). Papa de 999 a 1003. Un verdadero erudito que tenía mucho que decir sobre temas tanto eclesiásticos como seculares, estudió en España, un país entonces bajo el dominio musulmán y que se consideraba la vanguardia de la civilización. El historiador inglés Guillermo de Malmesbury en su "Historia de los reyes ingleses" (ca. 1.145) dice que se llevó consigo un cargamento de conocimientos secretos de cuyo dueño, que iba en su persecución, sólo pudo escapar gracias a la ayuda demoníaca. Entre los "secretos" había una cabeza de bronce que respondería preguntas por sí o por no sobre una variedad de temas, pero sólo después de haber hablado primero. Más tarde le dijo a Gerberto que si alguna vez oficiaba una misa en Jerusalén, que en ese momento estaba controlada por los cruzados, el diablo vendría a buscarlo. Entonces Gerberto canceló una peregrinación a Jerusalén. En vano: leyendo Misa en la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén, Gerberto se enfermó y murió poco después en Roma.
Robert Grosseteste (1168-1252) fue un clérigo inglés que llegó a ser obispo de Gloucester. De él John Gower, en su largo poema didáctico Confessio Amantis (1390), escribió las siguientes líneas (1390):
Para el clérigo Grossteste
Me di cuenta de lo industrioso que era
Sobre el clero una cabeza de bronce
Para forjar y hacerla para contar
De cosas tales como cosas resaltadas
Y siete años de negocios
La vieja ley de la larva de mosca para un Lachaise,
de medio minuto a una hora,
Afuera primero comenzó a trabajar
Perdió todo lo que tenía que hacer (1)
La lección es clara. Los amantes no deben demorarse, sino aprovechar el momento. De lo contrario, puede perderlo todo al igual que Grosseteste perdió su cabeza parlante.
Roger Bacon (1220-1229) fue un monje inglés al que se le atribuyó, entre otras cosas, la invención de la pólvora, así como una serie de otros dispositivos. Un romance anónimo en prosa del siglo XVI, "The famous historie of Fryer Bacon", describe uno de ellos como una réplica precisa de bronce de una "cabeza de hombre natural". Incluyendo, no menos importante, “las partes internas”. Cuenta cómo Bacon, luchando por darle voz, convocó al Diablo para pedirle consejo. Satanás anunció que la cabeza hablaría después de unas pocas semanas, siempre que fuera impulsada por "el humo continuo de los seis simples más calientes", una selección de plantas utilizadas en la medicina alquímica. Durante los siguientes siglos, la historia se popularizó y se volvió a contar muchas veces. En 1589, Robert Greene la adaptó para el teatro y la incorporó a "The Honorable Historie of Frier Bacon and Frier Bongay", una de las comedias isabelinas más exitosas. Bacon de Greene pasó siete años creando una cabeza de bronce que pronunciaría "aforismos extraños y toscos" para permitirle rodear Gran Bretaña con un muro de bronce que haría que fuera imposible de conquistar.
A diferencia de su material de origen, Greene no hace que su cabeza opere por fuerzas naturales sino por "encantos nigrománticos" y "las fuerzas encantadoras del diablo": es decir, atrapando a un espíritu muerto o a un duende. Bacon se derrumba, exhausto, justo antes de que su dispositivo cobre vida y anuncia: "El tiempo es", "El tiempo fue" y "El tiempo ha pasado" antes de ser destruido de manera espectacular: la dirección de escena instruye que "un relámpago brilla y aparece una mano que rompe la Cabeza con un martillo.”
Todavía en 1646, Sir Thomas Browne en "Pseudodoxica Epidemica" escribió que: "Todos los oídos están llenos de la historia de Frier Bacon, que hizo hablar a una cabeza de bronce".
Dudo que mucha gente viva hoy en día se tome la historia en serio (si es que nuestros predecesores alguna vez lo hicieron). Aun así, es bueno saber que Dublín cuenta con un pub llamado "The Brazen Head", que se dice que se remonta a 1198. ¿Puede que chatgpt algún día juegue un papel similar?
Traducción y nota: Carlos Pissolito
Nota:
(1) La traducción es muy difícil y por lo tanto poco precisa, ya que muchas de las palabras del texto ya no existen en inglés. Como su título lo indica se trata de confesiones entre amantes en el marco del amor cortesano cristiano.
1 comentario:
Una leyenda extendida en la ciudad de Toledo afirma que consistía en un aparato antropomórfico de madera, construido con el fin de recolectar limosnas, y con capacidad para mover piernas y brazos.
Algunas versiones de la leyenda dicen que dicho artefacto era capaz de andar buscando la caridad de los viandantes, y que incluso era capaz de inclinarse en una reverencia cuando recibía alguna moneda. No hay muchos documentos históricos acerca de la naturaleza del autómata, ya que fue quemado cuando aún su constructor, el ingeniero italiano Turriano estaba con vida, pero ha quedado constancia del punto donde se localizaba: la antigua calle de las Asaderías de Toledo, actualmente denominada "Calle del Hombre de Palo".
Existe una curiosa teoría, según la cual Doménico Teotocopulos, El Greco, en su obra "El entierro del Conde de Orgaz" expone quiénes ocultaron el armazón del autómata. Para ello, se basa en las escenas que adornan las vestiduras de las apariciones celestiales, en el misterioso monje de hábito gris, y en el paje que, en primer término, señala claramente el símbolo rosacruz en una de las túnicas.
Es fama que allí construyó un autómata de madera, llamado el Hombre de palo, aunque de momento no se ha podido demostrar que llegase a existir como tal, una calle de la ciudad lo recuerda por este hecho.
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