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sábado, 2 de abril de 2011

¿Cómo sigue la rebelión árabe?



LA COMEZÓN DEL SÉPTIMO AÑO. O como sigue la película de la rebelión árabe.


Luz, cámara, acción…
Quién de nosotros. Mejor digo de aquellos que éramos adolecentes en la década del 50. Podemos olvidar la falda de Marilyn Monroe levantarse por el aire caliente saliendo por una rejilla del metro de Nueva York. Poco nos importó el argumento de la película de aquella memorable escena. La que se llamaba, en realidad: “La Comezón del Séptimo Año”. Una complicada historia de desavenencias matrimoniales en clave de comedia. Queríamos verla a ella. Si fuera posible. Como Dios la trajo a este mundo. Hoy, también, los analistas internacionales locales cuando analizan los levantamientos populares en el barrio árabe de nuestra aldea global. Como nosotros, en el cine, se quedan con lo que más les gustó. Con lo único que pueden entender. Esto es, con el impacto de las nuevas tecnologías. Creen, en su ingenuidad. Que son la dorada llave de acceso a la democracia occidental.  Para esto analistas es todo muy sencillo. Conceptúan, alegremente, que un grupo de jóvenes muñidos de diversos accesorios electrónicos. Le darán nuevo rumbo a historias institucionales que, en varios casos, tienen milenios de existencia. Su Marilyn se llama, ahora,  facebook o twitter. Tal como nosotros, en aquella lejana época. Es lo único que pueden entender. Siempre en el marco conceptual occidental y simplista en el que viven y se educaron. Obviamente, la realidad es bastante más compleja. Como en la película de marras. Aquí, del mismo modo, hay un libreto, hay actores; tanto principales como de reparto. Y también, como no podría ser de otra manera. Hay un productor. En otras palabras: hay alguien que pone la valija para que la película se filme.
Empecemos por los actores. ¿Quiénes son? Son varios. El primer paso para entender esta puesta en escena árabe. Es saber que no se trata de una sociedad como la nuestra. Una más o menos igualitaria. O al menos una que proclama a la igualdad como un valor en sí mismo. Son otra cosa. Son sociedades muy estratificadas. Para empezar. El 50%. Es decir, todas las mujeres no están en un pie de igualdad. Ya que no tienen un acceso idéntico a sus contraparte masculinos. Ni a la cultura, ni a la educación, ni a la calle. Estos en distintas variables. Obviamente, Egipto no es Arabia Saudita. Pero la cultura subyacente es la misma. La mujer es una posesión del hombre. Primero del padre, después del marido; y finalmente, del hijo mayor. Por otro lado, vive en la calle árabe la juventud más numerosa y más desempleada y desocupada del mundo. Una inmensa mayoría de ellos. Los que tienen entre 15 y 25 años. Ni estudia ni trabaja. En muchos casos, su ideal varonil pasa por empuñar un AK-47. Antes que un libro o un arado. No todos son fanáticos religiosos. Pero intuyen que la religión es lo que puede devolverles el respeto que les falta. Unos pocos hablan de reinstaurar el califato. Pero son escuchados y reverenciados. La Ikhwan, como la llaman a hoy notoria Hermandad Musulmana. Ha sido la madre de todas las revoluciones o las contrarrevoluciones desde principios del siglo XX: Como negar, hoy, su importante papel. Nos dicen que son unos pocos. ¡Excelente! Desde cuando hicieron falta más que un puñado de revolucionarios decididos para llevar adelante una revolución. Pero, para algunos expertos allí no radica su verdadero peligro. Sí, en su capacidad de contagio. No solo en el mundo árabe. También, entre los afroamericanos. Especialmente, aquellos que purgan algún tipo de condena en el sistema federal de prisiones del gran país del norte. Se habla de unos 300.000 conversos. Igualmente, fenómenos similares se estarían dando en el Reino Unido. Un lento pero creciente proceso que se inició con Malcon X; que y llegó hasta los José Padilla de nuestros días.[1]
En el otro extremo del arco actoral. Están los que detentan el poder. Muchas veces viejos decrépitos educados para eso. No pocas veces en las mejores universidades occidentales. Saben que para llegar y mantenerse en el poder las lealtades personales y tribales son esenciales. Admiran la tecnología occidental. Pero son muy asépticos a la hora de pretender modernizar a sus sociedades. Han visto más de una vez como su aliado y amigo. Es decir los EEUU. Le ha venido soltando la mano a los Reza Pahlevi, a los Mubarak. Su argumento es simple. Si esto funciona así desde hace siglos. Para que querer cambiarlo. Mantienen contentos a los fundamentalistas conservando a sus sociedades los más parecido que sea posible al siglo XII. Y a los militares. La otra pata del poder. Comprándole los mejores “juguetes” bélicos que su abultado presupuesto les permite.
Los militares de la región merecen un párrafo aparte. Muchas veces, han pasado de extras a primeras estrellas. Especialmente, aquellas fuerzas militares que son algo más que una guardia personal pretoriana. Y que tienen conciencia de su misión. Por esas paradojas de las que está llena la vida. Son en algunos de los casos el elemento modernizador por antonomasia. Su ejemplo lejano, son los jóvenes turcos de Mustafá Kemal Atatűrk.[2] Muchas veces, ellas mismas se erigen en los guardianes de la condición laica del Estado. Y llevan adelante, las reformas que los revolucinarios propugnan.
No podemos seguir adelante. Para entender la película. Sin mencionar a sus productores. Muchachos emprendedores. De carismática sonrisa que creen tener la receta salvadora para que la película no naufrague en los tristes finales de siempre. A los que nos tiene acostumbrado el cine árabe. Tan propenso a los finales sangrientos. Muchas veces, ellos adquieren la forma de atildados funcionarios de organismos internacionales. Aunque preponderantemente, provengan del interior del beltway washingtoniano. Particularmente, del Departamento de Estado. Más particularmente, de la USIA, la agencia responsable de la receta esotérica de la Public Diplomacy.[3] Muñidos con los 14 puntos de su querido y difunto presidente. El profesor universitario, Woodrow Wilson.[4] Sostienen que solo la siembra de la remolacha democrática llevará a los happy endings que todos añoran y necesitan. Les dicen, a los que los quieren escuchar, que nunca una democracia atacó a otra democracia. No recuerdan que en época tan temprana como 1814. La monarquía constitucional inglesa. El modelo democrático por excelencia de aquella época. Incendió Washington. La capital mundial de la democracia de nuestra época. Ante este argumento, ejemplifican su postura diciendo que nunca ha habido una guerra entre países en los que había una cadena franquisiada de McDonalds. Los que hemos tenido el gusto de haber comido en alguno de los Mc Donald de Bagdad, simplemente sonreímos.
Entre los productores se destacan aquellos afectos a las superproducciones. Al mejor estilo hollywoodense. Son los productores mayores. Tal fue el caso reciente de George W. Bush. Junior para los amigos. Acompañado por el célebre grupo estético retro de los neocons.[5] Produjo los conocidos bodrios de: “Luna sobre Kabul” y “Vamos por ti, Saddam”.  Ambos, sonoros fracasos de taquilla con millones de dólares y de vidas humanas desperdiciadas. Lamentablemente, su reemplazo por el joven productor. De origen africano y nombre árabe. El prematuramente laureado con el Oscar de la Paz. El simpático, Barak Obama, no trajo grandes cambios. Ya que, hasta hora, solo se ha dedicado a filmar simples secuelas de las películas de su predecesor. Con esta línea de producción. Son muchos los críticos que anticipan más dolores de cabeza para la industria cinematográfica.
Este cuadro no estaría completo. Sin no mencionáramos a los extras. Muchas veces verdaderos actores profesionales, pero casi siempre relegados a papeles menores.  Me refiero a los primos ricos de la tribu de David. A los judíos del Estado de Israel. Por lejos, quizás, el único que puede sobrellevar el calificativo de democrático. Claro que a su manera. Sucede que esta versión, de saco y corbata, de los semitas. Sabe, perfectamente, por experiencia propia. Que la democracia no es cosa fácil; ni es para todos. Para colmo de males. Dada su vecindad con sus primos. Saben que toda producción fracasada. Les lanza una oleada de odio y de incomprensión hacia ellos. Que la pasan a ligar de rebote. Por lo tanto, son muy prudentes a la hora de alentar experimentos sociales. Basados en ideas locas o nuevas tecnologías. Casi con temor han aprendido a confiar en las palabras de paz de los Mubarak, de los sucesivos premieres turcos. Por lo tanto, no se muestran del todo contentos con estos cambios. Saben que, nada más ni nada menos, que su supervivencia está en juego.

¿Y la película cómo termina?
En realidad la pregunta debería ser. ¿Cómo terminan las películas? Ya que son varias. Una diferente para cada país o reino. De todos modos. Siguiendo la moda hollywoodense. Hay que prever para cada una de ellas, un set de finales alternativos. Todos planteados en forma de escenarios diferenciados. A saber:
a. Sigue el hombre fuerte, sigue el régimen: Versión minimalista propugnada por los directores estilo Robert Bresson que aman realidades más o menos monocordes con pocos cambios profundos. No es una escuela muy popular. Pero que puede tener sus seguidores. Por ejemplo, entre los emires del Golfo. Verdaderos monarcas medievales que rigen sus respectivos feudos con vara de hierro. Paradójicamente, en sus comarcas es donde menos libertades individuales se pueden ejercer. Y donde, lógicamente, reina la mejor y más estricta de las ortodoxias religiosas. Su tonalidad es casi totalmente sunnita. Preferentemente, en su versión wahabita.[6] En consecuencia, son –por principio- los regímenes más estables y los más reacios a cualquier al cambio. Excepción hecha de Bahréin. “La taberna al fin del camino” como la denominan sus primos más pacatos. Los actuales por los que atraviesa el pequeño reino isleño. Es algo que se veía venir. Es más algo, que esos mismos primos atribuyen a este exceso de apertura occidental. Pero, Bahréin tiene otra característica preocupante para ellos. Común a muchas otras monarquías: está gobernada por una minoría sunnie a cargo de una mayoría shiita. También, dicen que lo único que trajo fue riqueza para unos pocos y la peor de las corrupciones. Del mismo modo, vale recalcar que todos estos reinos. El rol de la “wild card”, lo juegan los hijos aburridos de los grandes jeques. Nadie olvida, al respecto, que 19 de los 24 terroristas del Setiembre 11, eran sauditas, y todos, de buena familia.
b.  Cambio de hombre fuerte, continuidad del régimen: Ya se filmaron varias con este final. Hasta convertirlo en todo un clásico. La más conocida de las versiones fue “Egipto: Adiós al Viejo Faraón”. Parece ser final más probable para que se repita en otras locaciones. Especialmente, para aquellos terruños que tienen un gran pasado histórico, al margen del Islam. A la par del país del Nilo. Es, también, el caso del Irán persa y el de Irak babilónico. Aunque con la salvedad hecha que cada uno de ellos tiene sus propias particularidades. Por un lado, los persas. Que dicho sea de paso no son árabes. Ya probaron que la apelación a Ciro el Grande puede no ser suficiente. Tal como lo comprobó, estrepitosamente, el Rey de Reyes, la Luz de los Arios. Pero, también, sostienen que el islamismo puro que proponen los ayatolas. Una versión que se parece peligrosamente a los dictados del viejo Zarathustra. Se encuentra, también, próximo a un término abrupto. Es el final de película preferido por los jóvenes productores del beltway washingtoniano. Dicen tener, todavía, esperanza que la difusión de ideas nuevas –preferentemente occidentales- entre los jóvenes. Mediante el uso de las herramientas modernísimas de Facebook y Twitter. Finalmente, terminará por imponer el final hollywoodense que ellos esperan. Es el escenario ideal. El de los profetas de la tecnocracia.
Por otro lado, está la Mesopotamia. Que siempre fue difícil de encasillar. Ya desde la épocas del protectorado británico. Hoy más que nunca. Luego de las grandes “inversiones” de estos mismos productores. Encabezados por el Embajador Paul Bremer III. Y que fueron, hasta hace poco los que llevaron adelante, el experimento fracasado de la Autoridad Provisional para Irak. Con el agravante, de que –aparentemente- la experiencia reforzó la posición de los vecinos y odiados ayatolas iraníes. Ya que la masa de la población que vive entre el Tigris y el Eufrates es seguidora de Alí, según ellos, el único y verdadero heredero el Profeta. Los más pesimistas, que son la mayoría. Anticipan –como más probable- un final sangriento. Uno que conduzca la esperada partición del Irak en tres pedazos: con un norte kurdo, un centro sunnita y un sur chiita. Habrá que esperar para saber.
c. Cambio de hombre fuerte y de régimen: Es el final maximalista. Típico del cine catástrofe. Lamentablemente, uno que es muy popular en la región. Es también una posibilidad. Se trata de un final abierto. El indicado para la producción de sucesivas y suculentas secuelas. Lo que se dice un éxito de taquilla. Aquí los pronósticos se disparan y se dispersan. Por ejemplo, ¿Qué podría pasar en un país como Pakistán? Si los fundamentalistas llegaran a tomar el poder. Siendo, como es, una potencia militar con armas atómicas en su arsenal. Pero por qué circunscribirnos al célebre teatro del Medio Oriente. Y quedarnos solo con el particularismo árabe. Por ejemplo, ¿Qué puede pasar en el sur de China, en el interior de las cárceles norteamericanas, en ciudades como Londres y París? Una vez más. A la espera de la llegada del cine interactivo. Le dejamos al lector la elección de los finales, o del final que más le guste. La saga continúa...




[1] José Padilla  fue arrestado en mayo de 2002 bajo la sospecha de complotar para detonar una “bomba sucia” en Chicago. Luego de ser catalogado como “combatiente desleal” fue, inicialmente sometido a la jurisdicción de la justicia militar. Luego, por decisión de la Corte Suprema, su caso fue transferido a la justicia ordinaria. La que lo declaró culpable y lo condenó a 17 años de prisión. Se sabe que su conversión al Islam se produjo cuando purgaba una sentencia juvenil por participar en la muerte de otro pandillero.
[2] Mustafá Kemal, era un general muy respetado por su desempeño en el rechazo a la invasión inglesa a Galípoli, durante la PGM. Una vez consolidado en el gobierno de Turquía impulsó reformas radicales tendientes a modernizar la herencia del Imperio Otomano. Por ejemplo,  en 1926 separó al Estado de la religión oficial y única que era el Islam. También, promulgó un código penal que dejaba de lado las viejas cortes islámicas. Una de sus medidas más recordadas fue la abolición del uso del velo femenino; y la integración de la mujer a todas las esferas de la vida turca. Hoy, se considera al Ejército turco como el custodio de su legado modernizador.

[3] La Public Diplomacy, o diplomacia pública, se relaciona con una serie de programas apoyados por el gobierno de los EEUU que tienen por objeto influir e informar en la opinión pública de otros países. Sus instrumentos, en su mayoría de naturaleza cultural. Incluyen, la promoción de bibliotecas públicas, películas, encuentros deportivos, etc. Que hacen suyo el “way of life” estadounidense.  Concretamente, esta función está a cargo de la USIA (United States nformation Agency). Una agencia que depende del Departamento de Estado de ese país.

[4] La presidencia de Woodrow Wilson tuvo lugar al final de la PGM. En oportunidad de las conversaciones de paz que tenían lugar en Versalles. Propuso sus famosos Catorce Puntos. Puntos que iban desde los más generales, hasta la partición de Alemania con el corredor polaco de Danzing. Basados en una filosofía idealista, el objeto final de estos puntos, era establecer un orden mundial que pusiera fin a la guerra como un instrumento válido. Paradójicamente, no son pocos, los historiadores que colocan a las consecuencias de su aplicación en las causas de la SGM.

[5] Necons: Es el sobrenombre que reciben los seguidores de la doctrina neoconservadora norteamericana. La misma se define por la exportación de la democracia y el capitalismo liberal Aun mediante el uso de las amas a todos los países del mundo. Tuvieron una destacada actuación en los gobiernos de Ronald Reagan (1981/89) y George Bush Jr. (2001/09). Sus teóricos más conocidos son: William Kristol, Max Boot, Robert Kaplan y John Bolton, entre otros. Pese, a su adscripción –mayormente- al partido republicano. No hay indicios de que la nueva administración Obama haya cambiado, en forma radical, los principios neoconservadores de la política exterior norteamericana.
[6] El wahabismo es una rama del Islán sunnita. Particularmente, exigente y dura. Considera en exceso puritana, tanto por los sunnies como por chiitas que responden a otras orientaciones. Su centro geográfico se ubica en Arabia Saudita, donde surgió en el siglo XVIII. Desde allí se la conoce por su generosa disposición de fondos para la construcción de escuelas y de mezquitas en todo el mundo. Por ejemplo, la mezquita del Centro Islámico Rey Fahd, ubicada en Palermo, Buenos Aires, responde a esta orientación.

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