Se ha puesto de moda afirmar que personajes de nuestra historia, como el General Manuel Blegrano, hubiera preferido su condición de abogado civil a la de general de la Nación. Un breve fragmento de la obra "La Transformación de la Guerra" de Martin van Creveld pone la cuestión en un perspectiva más amplia y universal.
"Todo lo que es verdad acerca de
las armas en la guerra lo es acerca de los uniformes. Los guerreros tribales
siempre vieron a la guerra como la mejor ocasión para recubrirse con cuanto
objeto fino poseyeran, incluyendo plumas, máscaras y tatuajes. Si hay alguna
cosa de la que la épica guerrera nunca se cansó, seguramente, fue la de alabar
la apariencia esplendida de sus héroes. Aunque Augusto fue mucho más grande
como político que como general, la estatua que colocó en el foro que lleva su
nombre lo muestran vistiendo armadura, un ejemplo que fue más tarde seguido por
Marco Aurelio, a quien si lo juzgamos por su muy importante obra Meditaciones, [i]
fue por su temperamento uno de los conductores más pacíficos que alguna vez
vivió.
Tal como lo muestran los ejemplares que han sobrevivido, la armadura
medieval a menudo fue valorada tanto por razones decorativas como prácticas.
Aun en 1799 los Mamelucos llevaban al campo de batalla sus posesiones más
preciadas con el resultado de que los franceses luego de su victoria sobre
ellos se encontraron pescando sus cuerpos en el Nilo.[ii]
Una visita a cualquier museo militar nos
muestra las fortunas que se han gastado en cascos de oro; en armaduras
grabadas; decoradas y hechas a medida; o en diferentes versiones de cubiertas
corporales laqueadas; de tal modo que aun hoy, el equipamiento de un guardia
montado de la Reina Isabel de Inglaterra cuesta tanto como un pequeño auto.
A medida que la armadura perdía
sus funciones y era reemplazada por los uniformes, una invención de fines del
siglo XVII; no transcurrió mucho tiempo en que el volviera a reinar el gusto
por la decoración. Líderes del siglo XVIII como Luís XIV, Pedro el Grande y
Carlos XII, así como otros de menor nivel, a menudo adoptaron como hobby el
diseño de uniformes. No es para sorprenderse, que muchos de los atuendos producidos
fueran, militarmente hablando, tan inútiles como hermosos. Tampoco debe
pensarse que los cuellos almidonados, los botones brillantes, los sombreros de
copa, los pantalones ajustados, los moños multicolores y las pelucas empolvadas
se pretendían que sólo serían usados en los desfiles y nada más. Por el contrario,
durante una gran parte de la historia, incluido el periodo napoleónico, las batallas
en sí mismas representaban al más grande de todos los desfiles. En ese entones,
así como ahora, los ejércitos que marchan, realizan operaciones de exploración
y reconocimiento o cavan posiciones durante las operaciones de sitio, a menudo
se ven como un conjunto de espantapájaros. Sin embargo, la víspera de cualquier
gran combate encontrará a las tropas trabajando duramente para pulir sus armas
y arreglar sus uniformes. La inclinación de los arqueólogos modernos a atribuir
una función “ceremonial” a cualquier objeto costoso y muy decorado que
encuentren se apoya, tanto en un malentendido del pasado como en una
interpretación errónea.
Como decía Platón, la batalla es
el momento apropiado para que el hombre luzca elegante. Durante los últimos 150 años, el creciente
aumento en la letalidad y en el alcance de las armas ha tornado problemáticas a
las demostraciones marciales; los ejércitos, uno por uno y generalmente contra
su voluntad, se vieron forzados a mudar sus esplendidos uniformes y
reemplazarlos por los utilitarios “uniformes de combate” para poder mezclarse
con el entorno. Aun, tan tarde como en la Primera Guerra Mundial el uniforme
era la prenda normal para los jefes de estado que no fueran presidentes de una
república, quienes a menudo lucían su triste figura en medio de sus resplandecientes
colegas. Aun hoy la predilección por los uniformes es común entre ciertos
grupos sociales quienes se visten con chaquetillas mimetizadas, borceguíes de salto
y boina. A los líderes de muchos países en desarrollo, así como los jefes guerrilleros
desde Jonas Sawimbi a Yasser Arafat, les encanta mostrase ataviados militarmente.
Mientras que para la mayor parte del mundo desarrollado no es más la vestimenta
normal ésta se ha mantenido como el traje ceremonial por excelencia. Desde
Beijing hasta la Casa Blanca, cuando sea que un líder quiere impresionar, se rodea
de guardias de honor cuyos uniformes son a menudo tan inútiles como teatrales". [iii]
Traducción y notas: Coronel Carlos Pissolito.
Traducción y notas: Coronel Carlos Pissolito.
[i] El
libro escrito en griego ponía de manifiesto las ideas estoicas de su autor. Su
tesis central era que sólo la rectitud moral conducía a la tranquilidad, a
través de la práctica de virtudes como la sabiduría, la justicia y la templanza.
(N.T.)
[ii] Los
Mamelucos eran esclavos convertidos al Islam al servicio de las dinastías
turcas que gobernaron Egipto a partir del 1250. Luego de detentar un gran poder
desaparecieron tras la derrota infligida por Napoleón en la batalla de las Pirámides.
(N.T.)
[iii] La aparición
del Presidente de los EE.UU. George W. Bush a bordo de un portaaviones para
anunciar el fin de las operaciones militares principales después de la invasión
a Irak, vestido con el traje de vuelo de piloto de combate, es la más reciente
y clara prueba de lo persistente de esta tendencia. (N.T.)
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