El reclutamiento y el primer viaje con destino a Tel Aviv
Por Gonzalo Sánchez 19/02/12
Ramón Arce, el 2do de la izquierda, junto a los otros pilotos de AA que realizaron los vuelos secretos. |
El comandante agradeció y quedó a disposición del operativo, junto al resto de la tripulación. Esperó precisiones, mientras lo invitaban con una copa de vino. Era la primera vez que un avión de la línea de bandera aterrizaba en Israel, y hubo banquetes, a pesar de que el objetivo del viaje no era trasladar pasajeros, sino regresar al país con la nave colmada de bombas.
La operación secreta aún no se había formalizado, pero el vuelo AR 1418 inauguraba la saga de viajes confidenciales a Medio Oriente. Pocos días atrás se lo habían comunicado al propio Arce, en aquella época jefe de la línea Boeing. “Las órdenes llegaban al presidente de la compañía, el doctor Juan Carlos Pellegrini, y él hablaba con nosotros. Después había otro hombre, muy educado, el Brigadier Enrique Valenzuela, jefe de la Brigada Aérea del Palomar, que nos puntualizaba la misión. Se nos pidió que iniciáramos contacto con aquellos empleados que estuvieran dispuestos a ayudar.
La aceptación fue total . El equipo de mantenimiento acondicionó los aviones, quitando los asientos del fuselaje. En tiempo récord, las naves estaban listas para salir”, recuerda Arce, 76 años, la voz breve. Se ayuda con una agenda Meridiano del año 1982, bien conservada, donde guarda registro de todo.
A Tel Aviv, le dijeron. “Éramos cuatro pilotos –cuenta Arce–, dos mecánicos de a bordo, un comisario y tres suboficiales del Ejército. Los militares no hablaban con nosotros, pero estaba claro que eran los enlaces con Israel. No te digo que al llegar había una fiesta, pero casi. Estaba esta chica, Matsie, junto a un comité de personas. Luego nos trasladaron a un hotel, mientras que los militares se iban a ocupar de que se cargara el avión. Dormimos pocas horas y a las nueve de la mañana, ya estábamos en la base, listos para volver”.
Ahora, de día, podían ver aquello que la noche había ocultado. El avión de Aerolíneas había quedado estacionado en unos hangares bajo tierra, repletos de aviones, donde terminaban de cargarlo y acondicionarlo para partir. “Cuando subimos –dice Arce– el fuselaje estaba lleno de fierros, pero también había camperas y turbinas de aviones Dagger (la versión israelí del Mirage). Había que esperar a que se abriera una compuerta y la nave salía a una pista vacía. A pesar del exceso de peso, la vuelta fue normal. En Palomar se descargaron los fierros y se despacharon al Sur. La misión ya no se detuvo”.
Efectivamente, la operación adquirió su carácter formal cuando el piloto regresó a Buenos Aires. La agenda de Arce es clave. Pisó suelo argentino el 9 de abril y un día después, en el mismo momento en que salía el segundo vuelo a Israel, fue citado a una reunión con el presidente de Aerolíneas. “Pellegrini me dijo: ‘Muchachos el país los necesita, así que adelante’. Eso venía acompañado, por ejemplo, de que no habría seguros de vuelo ni nada”.
Arce salió de la reunión movilizado. “Yo recuerdo la algarabía de la calle –dice–, la gente en la Plaza, los ánimos patrióticos y mi sensación de amargura porque comenzaba a entender que se venía una guerra”. El frío anunciaba el comienzo de los días crudos. Aquella noche de vísperas de Pascua, al llegar a su casa, el comandante tomó su agenda y anotó: “Sábado de gloria. Sin cobertura de seguro. Deseo de suerte en la tarea”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario