Ya hemos citado en este blog que la Guerra de Malvinas fue la última guerra convencional moderna. También, fue una que significó un punto de inflección en las relaciones bilaterales con la Gran Bretaña y sus aliados. Hemos extraido del libro "Signal of War" de la investigadora argentina Virginia Gamba y del profesor del King´s College de Londres, Sir Lawrence Freedman, publicado en 1991, los entretelones del hecho bélico que separó las negociaciones previas a la guerra, de la guerra en sí. Los entretelones de las decisiones argentinas por pasar a la ofensiva y de los británicas por desgastar nuestras capacidades bélicas despejan la duda sobre la naturaleza real del hecho. El que fue un verdadero acto de guerra, con dos voluntades en oposición, en el marco de una escalada bélica. Por ello, el hundimiento del Crucero "General Belgrano" dista de poder ser un denominado un "crimen de guerra". Un acto unilateral que convertiría a sus muertos en víctimas y no en bajas honrosas de un conflicto bélico.
por LAWRENCE FREEDMAN y VIRGINIA GAMBA
Tapa del libro editado en 1991. |
El 27 de abril la Armada argentina se había desplegado para oponerse al previsto desembarco de las fuerzas británicas. El 29 de abril la flota se dividió en dos grupos y ocupó posiciones para defender las Malvinas. El grupo más importante incluía al 25 de Mayo, con dos destructores equipados con misiles guiados, además de cuatro destructores y fragatas de menor porte. Este grupo se dividió en dos (Grupos de Tareas 79.1 y 79.4) y ocupó posiciones en el límite de la Zona de Exclusión Marítima, y al noroeste de las islas (el Grupo de Tareas 79.1 estaba a 270 millas náuticas al este del Golfo de San Jorge, en la Patagonia, y el Grupo de Tareas 79.4 al noreste de la misma posición).
El grupo más pequeño, que incluía el crucero General Belgrano, más dos destructores (Grupo de Tareas 79.3), pasó a ocupar una posición a 260 millas al sur de las islas. Sus órdenes consistían en "buscar y destruir a la flota bitánica si las islas o la tierra firme eran atacadas". Se había ordenado a la Armada que respetase la zona de 200 millas impuestas por los británicos y que no desencadenara ataques.
El movimiento de pinzas argentino. |
A las 15:13 del 1º de mayo el almirante (N. de la R.: Gualter) Allara, que comandaba el Grupo de Tareas I, a bordo del 25 de Mayo, había recibido reconocimiento aéreo en el sentido de que siete naves británicas estaban a unas 120 millas de distancia, al norte de Puerto Argentino. Más tarde, Lombardo recordaría:
"Nuestra gente en las Falkland, en las Malvinas, comenzó a afirmar que había un desembarco... Desembarco con helicópteros y embarcaciones, con botes, ambas cosas en varios puntos, cerca de Puerto Argentino, cerca de Port Stanley... De modo que yo debía aceptar que ese era el día del desembarco. Creíamos que los británicos concentrarían los esfuerzos en las proximidades de Port Stanley y tratamos de atacar a naves aisladas o pequeños grupos de naves fuera de esa región. La Fuerza Aérea atacaría a las naves que estaban cerca de Port Stanley."
Más o menos simultáneamente llegó información enviada por el contralmirante Otero, del Comando del Atlántico Sur, y decía que había un "desembarco en marcha al norte de las islas". Se afirmaba que las naves se habían aferrado entre 010 y 145 grados frente a Stanley, con intervalos de 90, 40 y 10 millas náuticas, protegidas por los Sea Harrier.
A las 15:55, al recibir la información del almirante Allara, Lombardo lo dejó en "libertad de acción para atacar". Allara interpretó esto como una modificación de las normas de combate argentinas. Ahora podía emprender acciones contra la flota británica e impartió órdenes en ese sentido a los grupos que estaban a su mando. Este cambio se realizó sin referencia a las autoridades superiores.
No hay motivo para creer que si se hubiese consultado se lo hubiera pensado mejor. El almirante Anaya, comandante en jefe de la Armada, temía que la marina no respondiese con rapidez suficiente, y que todos los honores de la batalla correspondiesen a la Fuerza Aérea. Ordenó a Lombardo que comprometiese a la Armada y después retrocedió, pues pensó que su propia actitud era injusta. Lombardo estaba "más cerca de la acción" y, por tanto, debía hacer lo que juzgase "necesario y apropiado". En realidad, Lombardo ya había ordenado el ataque.
Un Sea Harrier aterrizando. |
Cuando se le conceció libertad de acción, Allara comenzó a avanzar hacia la fuerza de tareas. A las 20:07, ahora que disponía de más datos acerca de los cañoneos británicos y de posibles desembarcos, Allara impartió la orden general de iniciar operaciones ofensivas. A las 20:39 el general Menéndez, en Puerto Argentino, estaba convencido de que se estaba produciendo un desembarco. A las 20:55 hubo intenso fuego naval sobre el aeropuerto y los helicópteros se acercaron a la costa. Pero poco antes de medianoche los barcos cesaron el fuego y se retiraron. No se habían soportado ataques de los Sea Harrier desde las 19:00. Más o menos a esa hora las primeras unidades SAS estaban desembarcando en Isla Soledad (Malvina oriental). Si como se ha sugerido los radares argentinos de la costa detectaron a los helicópteros Sea King que transportaban a los hombres de las unidades SAS, es posible que esa comprobación reforzara la impresión de un intento de desembarco.
Un Tracker de reconocimiento. |
A mediodía, un avión Tracker, en misión de reconocimiento, descubrió a seis naves británicas. Se informó a Allara, que estaba a bordo del 25 de Mayo. Allara abrigaba la esperanza de despachar seis Skyhawk con un radio de combate de 240 millas, cada uno armado con seis bombas de 250 kilogramos. Necesitaba un viento de 40 nudos para lograrlo. A las 22 el viento comenzó a disminuir. Ahora calculó que necesitaría esperar hasta las 6 antes de encontrarse en una posición que le permitiera desencadenar el ataque. Dos horas después había disminuído aún más. Para enviar los aviones desde la nave tendría que cargarlos con menos combustible y menos armas. El radio de acción se reducía a 140 millas y la carga a dos bombas. Se llegó ahora a la conclusión de que el ataque no sería posible hasta las 11 del 2 de mayo. De todos modos, Allara decidió continuar avanzando hacia la fuerza de tareas.
A la 0:30 del 2 de mayo se detectó un eco a unas 110 millas de distancia, que se aproximaba al Grupo de Tareas 1. Se lo identificó poco después como un Sea Harrier. El avión describió círculos a unas 60 a 70 milas de distancia del Grupo de Tareas 1, al que aparentemente había descubierto. A la 1:19 Lombardo envió a Allara la siguiente señal: "Su 012007. No hay ataques aéreos sobre MLV desde 011900. Desconozco posición portaaviones enemigos, Enemigo no aferrado constituye fuerte amenaza para T 79".
Si el enemigo no estaba atacando ahora a Puerto Argentino, podía encontrarse en un lugar cualquiera dentro de un amplio radio. De modo que ahora no solo no existía necesidad inmediata de atacar la Marina Real, pues no se estaba en presencia de un desembarco, sino que existía una amenaza para la flota argentina. Esto no representaba una orden de retirada, pero las consecuencias eran claras.
Allara no tenía cabal conciencia de los riesgos, pues acababa de ser localizado por un Sea Harrier enemigo. A la 1:45 informó a Lombardo que tenía poco sentido continuar la marcha, porque las condiciones del viento imposibilitaban un ataque, y el pronóstico para el día siguiente sugería que las cosas no mejorarían. Por consiguiente, ordenó a los grupos de tareas que "retornasen a sus posiciones anteriores... Es decir, los dos grupos del norte hacia el continente y el grupo del sur hacia la Isla de los Estados". Deseaba regresar a aguas menos profundas para limitar el riesgo de caer víctima de un ataque submarino. Cuando el almirante Anaya llegó a la Central de Operaciones, a las 2:30, confirmó los mensajes de Allara y Lombardo y anuló las órdenes que mandaban iniciar la acción ofensiva.
Entretando, el Belgrano y los dos destructores de acompañamiento patrullaban entre la Isla de los Estados y Bordwook Bank, al sudoeste de las Malvinas, con el doble objetivo de impedir que otro buque de guerra británico se uniese a la fuerza de tareas viniendo del Pacífico, y de advertir de cualquier movimiento hacia el territorio continental. Ese grupo también estaba destinado a impedir la intervención chilena. Por la tarde del 1º de mayo recibió la orden de evitar la aproximación a la Zona de Exclusión, y de evitar hacer frente al enemigo sin previa autorización; en cambio, debía ofrecer una amenaza lateral, de modo que el enemigo dividiese sus fuerzas. Lo mismo que el resto de la flota, había recibido la orden de interceptar a las unidades enemigas que estaban dañadas o aisladas, o se habían separado del cuerpo principal de la fuerza de tareas británica, si se presentaba la oportunidad. No debía comprometerse en un ataque frontal.
A las 2:50 el comandante del Belgrano recibió la orden impartida por Allara a 1:45. Comenzó a modificar realmente el rumbo a las 5:11. Esta maniobra terminó a las 6, y en ese momento el crucero apuntaba su proa hacia la Isla de los Estados. Unas diez horas después fue alcanzado por dos torpedos del lado de babor. Inmediatamente perdió fuerza propulsora y comenzó a escorar. Media hora después se ordenó la evacuación, y a las 17:02 el Belgrano se hundió. Un destructor de acompañamiento, el Hipólito Bouchard, creyó que había sido alcanzado por un tercer torpedo que no explotó. Con el otro destructor, el Piedrabuena, adoptó medidas antisubmarinas y se alejó.
Lombardo explicó después por qué los destructores no habían ayudado a recoger sobrevivientes, y aludió a "la primera acción submarina espectacular" durante la Gran Guerra, en el canal. Un submarino alemán torpedeó una nave británica, que comenzó a hundirse, y después hundió sucesivamente a los dos barcos de acompañamiento, que se habían detenido a recoger sobrevivientes. "Los barcos no están en el mar para recoger sobrevivientes -agregó-, sino para combatir y no ser hundidos". En el encuentro individual más costoso de la guerra, 321 tripulantes del Belgrano perdieron la vida.
El pedido de Woodward
Alte Woodward, comandante operacional británico. |
Como sobrevino muchas horas después de los combates del 1º de Mayo, pareció que ese ataque británico no guardaba relación con el combate anterior. Pero no era así. Seguía de cerca a la acción de la víspera. Para explicarlo, es necesario regresar al modo en que los británicos veían la situación militar.
El 30 de abril, el Conqueror fue enviado a la zona de Tierra del Fuego, con orden de buscar al Belgrano. La información según la cual el crucero estaba en esa área quizá provino de fuentes chilenas; de acuerdo con una versión, el comando naval chileno en Punta Arenas a fines de abril envió un mensaje al agregado militar británico en Santiago a través de un intermediario. Más avanzada la tarde, el Conqueror recogió los primeros ruidos en el sonar. En realidad, era un buque-tanque que acompañaba al Belgrano.
Las órdenes del Conqueror, recibidas a las 21, hora local, del 30 de abril, eran interceptar al Belgrano y atacarlo cuando entrara, como se preveía que haría, en la Zona de Exclusión Total. Por la mañana siguiente avistó al Belgrano y a los dos destructores que lo acompañaban, y que se reabastecían con el combustible del buque-tanque. A las 11 los tres barcos comenzaron a alejarse hacia el sudeste, a la velocidad de 8 nudos. El Conqueror comenzó a seguirlos y envió señales a la Central de la Flota en Northwood, en las afueras de Londres, indicando que había establecido contacto, y señalando su posición y el curso que seguía. La señal también llegó al almirante Woodward, que estaba a bordo del Hermes. A la 1 del 2 de mayo, el Conqueror informó que aún estaba siguiendo al Belgrano.
El almirante Woodward quería que el Conqueror atacase al Belgrano. Impartió al Conqueror una orden directa de ataque a las 4:10 (8:10, hora británica) en la mañana del 2 de mayo. La orden tenía que pasar por Northwood, donde el almirante Herbert, comandante de los submarinos, la anuló, porque comprendió que necesitaría la aprobación política. Woodward tenía autoridad para atacar a los barcos argentinos con sus barcos de superficie o aviones, y podía haberlo hecho en este caso, aunque no tan fácilmente. Lo que ahora reclamaba exigía que se modificasen las ormas de combate, un paso que Northwood ya estaba contemplando.
Desde Northwood se envió una señal al capitán Wreford-Brown, del Conqueror, a las 6:15, y probablemente lo sorprendió la orden de que se abstuviera de desencadenar un ataque hasta que cambiasen las reglas.
Aunque Gran Bretaña parecía enredada en una batalla naval posiblemente ilimitada con la Argentina, la fuerza de tareas estaba constreñida con referencia al posible empleo de sus armas más letales -los submarinos nucleares- por las normas de combate establecidas.
En Northwood la actitud de Woodward suscitó irritación. Se sugirió que el almirante Fieldhouse había manifestado su desagrado. De todos modos, el pedido de Woodward destacó algo que ya estaba siendo abordado. Fieldhouse apoyó la opinión de Woodward en el sentido de que debían modificarse las normas para permitir el ataque.
En Northwood se calculaba que había tiempo suficiente para obtener que se modificasen las normas de combate antes de que el Belgrano alcanzara a la fuerza de tareas. No mucho después de recibir la señal de Woodward, a las 9:15, hora británica, de la mañana del 2 de mayo, el almirante Lewin llegó a Northwood y examinó la situación con otros altos jefes antes de concurrir a Chequers para asistir a una reunión del Gabinete de Guerra. Se convino en que Lewin presionaría al Gabinete de Guerra para obtener que se modificasen las normas de combate.
El almirante Woodward explicó del siguiente modo su inquietud:
"El 2 de mayo por la mañana temprano todo indicaba que el 25 de Mayo, el portaaviones argentino, y un grupo de naves de escolta habían atravesado mi barrera de SSN en dirección al norte, y que el crucero General Belgrano y sus naves de escolta intentaban completar el movimiento de pinzas desde el sur, todavía fuera de la Zona de Exclusión Total. Pero el Belgrano aún era seguido por el Conqueror. Mi temor se basaba en que el Belgrano se desprendiese del SSN al pasar por las aguas no tan profundas del Burdwood Bank, y que mi barrera adelantada de SSN también fuese evadida allí. Por tanto, reclamé, por primera y única vez en el curso de la campaña, un cambio importante en las Normas de Combate, con la finalidad de permitir que el Conqueror atacase al Belgrano fuera de la Zona de Exclusión."
Por consiguiente, la inquietud de Woodward lo relacionaba con la situación táctica inmediata en que él se hallaba. Su propia experiencia anterior en los ejercicios de la Marina Real con la Marina de los Estados Unidos determinabaque supiera que los grupos de portaviones no eran invulnerables a los grupos de acción de las naves de superficie. Envió su reclamo al Conqueror no mucho después de haber recibido dato que indicaban que el grupo argentino más importante avanzaba hacia él, y la unión de los dos fragmentos de información suscitaban la posibilidad de un "movimiento de pinzas". Se sabía que los destructores que acompañaban al Belgrano llevaban Exocet, y era posible que el propio crucero tuviese este misil. En todo caso, sus cañones de 6 pulgadas superaban a los cañones británicos de 4,5 pulgadas. Para atacar al crucero solo disponía de los Harrier y los SSN. Se necesitaban los Harrier para la tarea de defensa aérea, sobre todo porque aún se corría el riesgo de que los Skyhawk fuesen lanzados desde el 25 de Mayo. Restaba el Conqueror. Aquí, la inquietud era que si el Belgrano navegaba atravesando el risgo sumergido denominado Burwood Bank, el Conqueror se vería en graves dificultades para mantener el contacto, sobre todo si deseaba que no se detectase su presencia.
Sobre la base de la inteligencia disponible, la evaluación de Northwood fue también que la Armada argentina estaba intentando un movimiento de pinzas. ¿Qué se se sabía entonces sobre los movimientos argentinos? De acuerdo con una serie de versiones, la señal enviada por el almirante Allara a las 15:55 (19:55, hora británica) ordenando a los grupos a su mando que iniciaran la ofensiva contra la flota británica había sido interceptada, y esto fue lo que afectó al Belgrano y a sus naves de escolta.
Lewin también ha señalado que la evaluación se basó en el conocimiento de que había existido un importante caudal de tráfico de radio entre las diferentes unidades de la Armada argentina, y en la "evaluación de lo que uno habría hecho si hubiera estado en el lugar de la Argentina".
La referencia al tráfico de radio refleja el análisis de la posición y el avance del grupo argentino de portaaviones realizado por los oficiales de Woodward sobre la base de la interpretación de los "esquemas del tráfico inalámbrico y la observación de la dirección desde la cual podían aproximarse los aviones del 25 de Mayo".
Después de un contacto de radar con uno de los aviones de búsqueda Tracker lanzado desde el 25 de Mayo, los Sea Harrier trataron de descubrir al portaaviones. Uno de ellos detectó la presencia de cuatro o cinco naves no mucho después de la medianoche, hora local. El piloto advirtió inmediatamente que además estaba siendo iluminado por el radar de búsqueda de un Sea Dart tipo 909. Con esta alarmante confirmación de que había encontrado naves enemigas se apresuró a regresar al Hermes. Como sabemos ahora, este mismo contacto fue un factor fundamental en la decisión argentina de retirarse, y estaba realizándose la retirada mientras los oficiales de Northwood consideraban el modo de afrontar una amenaza que segun creían estaba cerniéndose.
Se ha sugerido que la señal de Lombardo a la 1:19 (5:19, hora británica) también había sido interceptada por el GCHQ, pero aún no estaba descifrada.
Esta señal era más una advertencia que una orden de retirada (la que después provino de Allara), aunque la retirada estaba implícita. Es posible que se interceptaran otras señales que hubieran podido aportar una imagen más clara si se las hubiese descifrado; pero incluso si este hubiera sido el caso, la tarea de descifrado habría llevado varias horas.
Según el comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes, a cuyos miembros se mostró el material de inteligencia disponible: "La evidencia clasificada que hemos visto y otras pruebas demuestran autorizada y concluyentemente que antes del hundimiento del Belgrano no llegaron a poder del gobierno británico órdenes interceptadas acerca de un retiro de las fuerzas argentinas".
La prueba directa más reciente habría confirmado la impresión de que la flota argentina continuaba avanzando. El Conqueror había comunicado a las 5 (hora de Londres) que continuaba siguiendo al Belgrano que, sin duda, evitaba la Zona de Exclusión, pero se acercaba a la fuerza de tareas a la velocidad de 13 nudos.
De modo que el panorama táctico era en ciertos aspectos desconcertante. La flota argentina, y sobre todo el portaaviones, habría sido atraída al mar de acuerdo con el plan, pero el plan se había frustrado ya que el Splendid no había podido establecer contacto con el 25 de Mayo, que ahora estaba al frente de la ofensiva argentina. La única parte de esta ofensiva con la cual había cierto contacto era el Belgrano y los dos destructores que lo acompaban. El Belgrano probablemente no llevaba misiles Exocet antinaves, pero podría llevarlos, y los destructores de escolta poseían ese armamento. Asimismo, aunque la velocidad en ese momento era reducida, de todos modos alcanzaría a la fuerza de tareas.
Ello se calculó sobre la base del "Círculo Más Amplio", es decir, un círculo cuyo centro es la última posición conocida del enemigo, y cuyo radio es la velocidad máxima conocida del enemigo multiplicada por el tiempo que ha transcurrido desde la última vez que se lo avistó. Este círculo se ensancha con el correr del tiempo. La última velocidad informada del Belgrano, es decir, 13 nudos, era menos que su velocidad máxima de 30 nudos, pero un comandante prudente que esté inquieto acerca de la vulnerabilidad de las naves quese encuentran a su mando se habría sentido obligado a suponer lo peor.
Otro riesgo táctico consistía en que el Belgrano podría haber participado de una nueva expedición para ocupar las Georgias del Sur, que no tenían buena defensa en ese momento. Entretando, la necesidad de vigilarlo sería una carga más para el exigido núcleo de helicópteros y Harrier de la fuerza de tareas.
Otro factor que gravitó en la mente de los comandantes se refería al riesgo de demorar en la costa las fuerzas especiales que debían reconocer las islas. Según la versión de Lewin:
"Habiendo llegado a las proximidades de las Falkland, él (Woodward) tenía que enviar subprecticiamente fuerzas especiales, para reunir datos de las disposiciones argentinas. Con esa finalidad necesitaba aproximarse todas las noches a muy corta distancia de las Falkland. Fuese para desembarcar o para reabastecer a las fuerzas especiales comprometidas. No podía realizar ninguna de estas tareas si la flota argentina estaba en el mar. No sabía dónde se encontraba, y se suponía que su intención era atacarlo. Podía preservar su seguridad alejándose hacia el este y menteniéndose fuera del alcance de los argentinos. Si adoptaba ese criterio, se veía imposibilitado de cumplir su misión."
Además de la preocupación ante la posibilidad de que el Belgrano fuese parte de una ofensiva inminente, había otras razones que determinaban que los comandantes de la fuerza de tareas apoyasen enérgicamente un ataque. En primer lugar, uno de los objetivos originales de las operaciones de la víspera consistía en la creación de oportunidades que permitiesen desgastar a la Armada y a la Fuerza Aérea argentinas. Quizá no se previeron todas las consecuencias de la pérdida del Belgrano pero de todos modos se trataba de una oportunidad que los comandantes no deseaban desaprovechar. Para citar nuevamente a Lewin: "En la guerra, es necesario aprovechar las oportunidades mientras existan; tal vez no haya una segunda ocasión".
Había algo más. Estos argumentos eran en sí mismos sintomáticos del hecho de que las limitaciones impuestas a los submarinos parecían anómalas. Toda la información proveniente del Atlántico Sur respecto de la actividad de la víspera indicaba que la lucha había comenzado seriamente. Todo esto se deducía con toda claridad del ataque en que el Glamorgan se salvó apenas, y de la prueba de que por lo menos un submarino argentino había estado buscando presas. Los informes que llegaron de Buenos Aires por la mañana reforzaban esa impresión.
Las afirmaciones argentinas referentes a los éxitos obtenidos la víspera, aunque sin duda exageradas, de todos modos fueron interpretados como un indicio fidedigno de las intenciones de ese país, y por sí mismas contribuyeron a crear la atmósfera de la decisión ulterior del Gabinete de Guerra.
Al margen de las razones específicas suministradas en relación con el Belgrano, Lewin habría presionado al Gabinete de Guerra en favor de un cambio en las normas de combate. Si la situación táctica específica de los días 1 y 2 de mayo no hubiese forzado un cambio de todos modos la cuestión habría sido formulada al día siguiente, durante la reunión del Gabinete de Guerra. El cambio determinaría que todos los buques de guerra argentinos se viesen amenazados por los submarinos británicos, y no solo el Belgrano.
Lewin fue a Chequers con el almirante Fieldhouse para destacar la argumentación de los militares. Cuando llegó, explicó inmediatamente la situación a la primer ministro y pidió que se modificasen las normas.
El propio Gabinete de Guerra no discutió el asunto. Fuera de Lewin, no se incorporó a la discusión a los jefes de Estado Mayor, si bien todos coincidieron con la recomendación de Lewin. Como el asunto era urgente, Thatcher reunió a los ministros y a los funcionarios que habían sido invitados a comer antes de que el organismo formal se reuniese durante la tarde. Por tanto, no quedó constancia en actas. Se disponía de poco tiempo para considerar de antemano las consecuencias del paso. La discusión se desarrolló entre quince y veinte minutos. Una versión afirma que hubo una discusión bastante amplia, pero en la práctica parece que fue más bien superficial, y que se manifestó una renunencia general a cuestionar el criterio militar.
Más tarde, Whitelaw recordó que "una de las decisiones más sencillas en que participé personalmente", tan pronto él (Whitelaw) comprendió el riesgo de perder contacto con el Belgrano si no se permitía que el Conqueror lo atacase.
La ausencia del secretario del Foreign Office quizás haya significado que los aspectos diplomáticos no fuerananalizados tan detenidamente como podría haber sido. Es posible que haya estado presente si Antony Acland, jefe del Servicio Diplomático, pero su predecesor inmediato, sir Michael Palliser, que ahora era asesor del Gabinete de Guerra, aún no había llegado. Sir Michael Havers estaba preocupado por el posible efecto en la opinión pública internacional, pero no se tuvo en cuenta el efecto en las negociaciones de paz, pues se creía que en ese momento no existían tales gestiones.
El cambio aceptado fue "permitir ataques a todos los navíos argentinos en alta mar, como se había convenido previamente solo en relación con el 25 de Mayo". Tampoco se consideró en este caso la necesidad de comunicar inmediatamente el cambio a la Argentina. Una vez que se decidió enviar la señal, Lewin advirtió que cuando el Conqueror lo recibiese tal vez hubiese perdido de vista al Belgrano. En ese momento, creía que había un 75 por ciento de posibilidades de que el Conqueror tuviese éxito.
A las 13 (hora británica) Lewin se comunicó con Nortwood desde Chequers, y treinta minutos después informó de este cambio a la fuerza de tareas.
Las comunicaciones debieron ocupar espacios en un satélite de comunicaciones norteamericano que estaba disponible solo con poca frecuencia y admitía únicamente mensajes breves y precisos. Mas aún, si el submarino nuclear no estaba esperando un mensaje, y además adoptaba medidas para evitar que el enemigo lo descubrise, tal vez no recibiera la comunicación.
Al parecer, es lo que sucedió a las 13:30 del 2 de mayo, cuando Northwood comunicó el cambio de las normas de combate. Afírmase que el capitán del Conqueror recibió un mensaje "confuso". Había afrontado problemas con las comunicaciones durante las vísperas, como consecuencia del deterioro provocado en sus mástiles por el mar agitado. Además, probablemente deseaba asegurar que la situación fuese cabalmente comprendida antes de adoptar un paso tan importante. Aprovechando el siguiente espacio disponible a las 15, hora británica (11 en el Atlántico Sur), el Conqueror informó que su presa había modificado el rumbo a las 9 de la mañana. El curso ahora era de 270 grados, y la velocidad de 14 nudos.
La orden de Northwood no pudo ser repetida hasta las 17, y esta vez, a las 17:30, el Conqueror acusó recibo e informó a Northwood de su intención de atacar. La información de que el Belgrano había variado su curso llegó a Northwood a las 15:40, pero de acuerdo con los informes no llegó más allá del almirante Herbert, comandante superior de submarinos. Parece que este jefe no consideró entonces que el dato era importante: el crucero podría haber cambiado nuevamente el curso, como había hecho antes, o haberse desplazado para atacar a las Georgias del Sur.
Un viejo Mark 8 en un museo naval. |
A bordo del Conqueror, Wreford-Brown había decidido atacar con el torpedo Mark 8, más antiguo y de menor alcance, como consecuencia de su ojiva más grande, que le ofrecía mejores posibilidades de perforar la coraza del buque de guerra y los protectores antitorpedo. Asimismo, él estaba a corta distancia del blanco.
"Estuve más de dos horas tratando de encontrar una posición de ataque por el lado de babor del crucero. Aún era día. La visibilidad se presentaba variable; en determinado momento descendió a 2.000 yardas. Yo insistía en ascender para echar una ojeada -pero cuando estabámos a la profundidad del periscopio nos distanciábamos- y entonces tenía que sumergirme y alcanzarlos. Hice lo mismo cinco o seis veces. No estaban usando el sonar; se limitaban a zigzaguear lentamente a la velocidad aproximada de 13 nudos. Dos veces estuve en posición de fuego razonable, pero comprobé que ellos se habían desviado algunos grados".
A las 20 el Conqueror estuvo en posición de disparar tres torpedos al Belgrano. A las 20:30, hora británica (16:30 hora local), informó a Northwood que el Belgrano había sido alcanzado con éxito. El Conqueror tuvo que escapar de prisa, porque pronto afrontó un intenso ataque antisubmarino de las naves escolta del crucero.
Holly Roger del HMS "Conqueror" |
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