Ago-02-12 - por Rosendo Fraga
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Tapa de un diario de la época. |
La visión histórica de la crisis global muestra semejanzas con la situación político-estratégica de los años treinta en cuanto a que el mundo está en transición como entonces, en términos de liderazgo. Hasta la Primera Guerra Mundial Gran Bretaña había sido la primera potencia global, sustentada en su imperio, su industria y su predominio financiero. Pese a salir triunfadora en este contienda, en ella se debilitó y perdió su rol de primera potencia, pasando a ser una más de entre otras en el período de entre guerras. Al mismo tiempo EEUU, que hasta dicha guerra había sido lo que hoy podríamos denominar una potencia emergente, pasó a ser una potencia global, aunque sin ser la primera. La falta de un liderazgo mundial definido fue un fenómeno político que contribuyó a la prolongación durante una década de la crisis iniciada con la caída de la Bolsa de New York en 1929. La situación es semejante en la segunda década del siglo XXI, en razón de que EEUU ha dejado de ser la hiperpotencia o única potencia global y al mismo tiempo China es una potencia emergente que se ha transformado en potencia global, pero que -como sucedió con EEUU entre los años veinte y treinta- se niega a asumir responsabilidades globales. La falta de un liderazgo político-estratégico mundial claro es una de las causas que explican que la crisis abierta con la caída del mercado inmobiliario de los EEUU en 2008 se haya prolongado cuatro años después, sin que esté claro cuándo será superada.
La ruptura del eje franco-alemán, que ha significado la llegada de Hollande al poder en Francia, es un hecho político que hace más difícil la solución de la crisis europea. La historia muestra que alemanes y franceses se enfrentaron en guerras cuatro veces en los siglos XIX y XX. La primera fue en las guerras napoleónicas, la segunda en la contienda franco-prusiana y en el siglo XX en ambas guerras mundiales. Este fue el eje del conflicto europeo en los últimos dos siglos; de ahí que el acuerdo entre París y Berlín, expresado en el abrazo de reconciliación entre De Gaulle y Adenauer en 1962, haya sido la clave de la unidad europea del último medio siglo. Gran Bretaña estuvo aliada con los prusianos -núcleo de la futura Alemania- en las guerras napoleónicas, evitó involucrarse en la guerra franco-prusiana en la segunda parte del siglo XIX -de haberlo hecho probablemente se hubiera precipitado entonces otra guerra mundial- y se involucró en las dos guerras mundiales del siglo XX en alianza con Francia. Puesto en este marco histórico, la concordancia entre París y Berlín es la clave de la cooperación europea. Entre Merkel y Sarkozy funcionó un eje articulado frente a la crisis financiera europea, pero con la llegada de Hollande al poder, este eje se ha quebrado y ello hace más difícil adoptar las decisiones para contenerla, encauzarla o resolverla. Mientras tanto la opinión europea ve su crisis como un capítulo europeo de una global iniciada en 2008 en el mundo con la crisis financiera de los EEUU.
Que en la principal potencia desarrollada (EEUU) y en la más importante del mundo emergente (China) los gobiernos estén en transición, acentúa la dificultad para enfrentar una crisis global. El nuevo mandato presidencial en los EEUU se inicia en enero de 2013 y el nuevo período de gobierno en China comienza pocos meses después. Obama se encuentra abocado a una elección difícil dentro de cien días, cuyo resultado fundamentalmente depende de lo que suceda con la economía y el empleo, en lo cual incidirá decisivamente la evolución de la crisis europea. A su vez, en China termina el mandato del Presidente Hu Jintao, quien probablemente logrará imponer un sucesor comprometido con la política de reforma y apertura económica, pero ello no impide una sorda lucha por el poder, de la cual la manifestación más elocuente es la destitución del líder neomaoista Bo Xilao y la reciente detención de su esposa, acusada de asesinar a un empresario británico. En el segundo semestre de 2012, cuando probablemente se decidirá la suerte de la crisis europea, tanto Obama como Hu Jintao estarán concentrados en el momento clave para retener el poder (el primero mediante la reelección y el segundo a través de la imposición de un sucesor). Desde el punto de vista político es una situación que hace difícil adoptar las decisiones necesarias para contener una crisis global que hoy tiene como epicentro Europa.
La situación descripta contribuye a explicar por qué la crisis de Siria se prolonga desde hace un año y medio y amenaza a la estabilidad del Cercano y Medio Oriente, teniendo sus claves también en la historia. Una primera lectura de esta crisis es el enfrentamiento histórico dentro del mundo islámico entre los chiítas y los sunnitas, el que tiene alguna semejanza con las guerras de religión que se libraron en Europa durante los siglos XVI y el XVII entre católicos y protestantes. Entre los rebeldes predominan los sunnitas; en cambio, el clan Assad que gobierna el país desde hace décadas pertenece a la minoría alauita -son el 10% de la población del país, que tiene 20 millones de habitantes-, que es una secta esotérica de los chiítas. Esto hace que Irán, gobernado por los chiítas, prefiera la continuidad de Assad, mientras que Arabia Saudita, gobernada por una monarquía sunnita, opte por los rebeldes. Pero surgen diversas contradicciones. La minoría de cristianos coptos que vive en Siria -al igual que Israel- temen que un gobierno de los rebeldes sea controlado por el islamismo sunni extremo, en momentos que Al Qaeda interviene en la contienda a favor de ellos. Ambos ven a Assad como el mal menor frente a un posible gobierno fundamentalista. Por su parte Hezbollah y Hamas, al igual que Teherán, también prefieren a Assad, dado que su gobierno les permite la llegada de suministros a través del territorio sirio. Esta es una de las razones por las cuales en las cancillerías de occidente prefieren a los rebeles sirios, al igual que Turquía. Los conflictos del pasado entran así en contradicción con los intereses del presente en la guerra civil siria.
En conclusión: la primera década del siglo XXI se parece al período de entreguerras en cuanto a que hay una potencia global declinante (antes Gran Bretaña y ahora EEUU) y otra emergente reticente (antes EEUU y ahora China); con la llegada de Hollande al poder, la ruptura del eje París-Berlín implica históricamente, la reaparición de un antagonismo que en el último medio siglo fue clave de la concordia europea; que en las dos principales potencias (EEUU y China) los gobiernos estén a sólo pocos meses de terminar su período dificulta la adopción de las decisiones necesarias para contener la crisis global y la guerra civil de Siria hunde sus raíces en la historia del primer milenio, pero ella se entrelaza e interactúa con los intereses estratégicos de comienzos del siglo XXI.
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