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martes, 20 de agosto de 2013

El momento es ahora: La integración argentino-brasileña.

FUENTE: http://www.ieco.clarin.com/economia/integracion-Argentina-Brasil-atraviesa-oportunidad_0_972503050.html

 

La integración de Argentina y Brasil atraviesa una crisis de oportunidad.

La última década ha sido la mejor en un siglo para los dos países. Pero no ha habido verdadero desarrollo.

Por Jorge Castro                                   

       
Argentina y Brasil. Integración productiva para el desarrollo regional/ 18AVA CONFERENCIA INDUSTRIAL, EDICIONES UNIÓN INDUSTRIAL ARGENTINA.La cuestión que se presenta a Brasil y la Argentina, cuyos destinos están indisolublemente vinculados en la segunda década del siglo XXI, es cómo insertarse competitivamente en un mundo que experimenta una de las grandes mutaciones de su historia, cuando el eje del proceso de acumulación ha pasado irreversiblemente de los países avanzados a los emergentes, de EE.UU. a China.
Por eso la crisis que experimentan ambos países es una crisis de oportunidad, en la que el peor daño que sufren es lo que dejan de ganar. El problema no es el “daño emergente”, sino el “lucro cesante”.
Lo primero que hay que advertir es que la producción agroalimentaria argentina ha modificado su naturaleza en los últimos 20 años. Esta actividad se “desruralizó” y se incorporó, con vigorosos eslabonamientos hacia atrás y hacia adelante, a las cadenas industriales más competitivas de la manufactura argentina, con la mediación del sector de maquinaria agrícola.

“El sector agrícola –dice el informe de la UIA– ha modificado su estructura y plantea un modelo de organización productiva basado en una red de agentes que retroalimenta un circuito de innovación. Particularmente para el caso de la Argentina (ha adquirido) la forma de organización de la ‘producción biológica controlada’, donde se presenta un paquete tecnológico de siembra directa y semillas transgénicas, y se amplía el conjunto de agentes económicos involucrados en la producción, así como también se rebalancea el poder en los procesos de generación y captación de rentas”.
Agrega Bernardo Kosacoff: “Después de muchos años de estancamiento, la producción de recursos naturales y de insumos agropecuarios ha aumentado notablemente en ambos países, y lo ha hecho en una forma absolutamente sorprendente, muy distinta del pasado. Creció con innovación, con integración en cadenas y redes, con fuerte participación de la industria y los servicios; y todo ello basado en una fuerte generación de conocimientos (…). El punto de partida que tenemos en términos de dotación de recursos naturales es realmente muy distinto al que teníamos en el pasado”.
Marco Aurelio García precisa respecto a la situación brasileña: “No hay tal cosa –señala– como una ‘reprimarización’ de las economías de Sudamérica (…). Nuestra producción agrícola no tiene nada que ver con la vieja agricultura primaria exportadora del período colonial o inmediatamente postcolonial. Tenemos una agricultura sofisticada, impensable sin los aportes de la ciencia y la tecnología”.
Así, la producción agroalimentaria, en primer lugar en la Argentina, ha dejado de ser un enclave de alto nivel de productividad volcado a las exportaciones, pero aislado del resto de la estructura productiva, y se ha convertido, junto con la industria automotriz y la producción metalúrgica exportadora, en el núcleo industrial más competitivo e innovador del país.
Por eso ha quedado atrás, como un completo anacronismo, el dilema campo o industria. El primero se ha convertido en parte del segundo, y en su dimensión más avanzada. La cuestión que enfrentan Brasil y la Argentina consiste ahora en saber qué es el mundo de hoy, ¿cuál es la realidad que nos toca vivir?
El lenguaje de la nueva fase de la acumulación capitalista es exclusivamente el de la productividad. La actividad, región o país que pierda, o simplemente se retrase, en esta carrera mundial, pierde relevancia primero y tiende a desaparecer después, a salir del mercado.
De ahí que el riesgo de “reprimarización” que enfrentan los países sudamericanos no se deba al auge de la producción agrícola de punta, sino al escaso nivel de alza de la productividad de sus economías.
Esto sucede cuando los términos de intercambio de los países de América del Sur son los mejores de su historia, lo que acentúa el carácter negativo de su escasa productividad, al tornar más baratos, y por lo tanto más competitivos, a los competidores extranjeros, incluso en el mercado interno de productos manufacturados.
Esto hace que el retraso de productividad adquiera un carácter compuesto y que el resultado sea una letal tendencia a la “reprimarización”.
Esta es la diferencia central entre los países de América del Sur y los asiáticos. Los primeros no han cumplido en los últimos 10 años con el proceso de convergencia estructural (aumento de la productividad + auge del PBI per cápita) que ha caracterizado a los segundos.
De ahí que se pueda constatar que los primeros 10 años del siglo han sido los mejores de América del Sur en los últimos 100 años, en materia de crecimiento económico. Pero no ha habido en este período verdadero desarrollo, en el sentido convergente y estructural del término.
El déficit de la balanza industrial de América del Sur ascendió a US$233.000 millones en 2012, y en la Argentina alcanzó a US$32.000 millones.
Esto explica la admonición de Dilma Rousseff en el congreso de la UIA: “Queremos y debemos reproducir en la industria y en el sector servicios de nuestras economías, la exitosa experiencia que hizo de Brasil y la Argentina (grandes) potencias agropecuarias, productoras de alimentos y de agroenergía.” ¿Cómo realizaron los dos países esta hazaña estructural?
“Agregando –dice la mandataria brasileña– a sus condiciones naturales, la eficiencia en el trabajo, los descubrimientos de la ciencia, la innovación de la tecnología, y las oportunidades que ofrecen la educación de calidad y la formación profesional (…). Si pudimos hacer todo eso con las áreas agrícolas, también podemos hacerlo con nuestras industrias”.
La cuestión ahora es discutir en conjunto, Brasil y la Argentina, una estrategia común de crecimiento sostenido, ante todo de tipo manufacturero, en las condiciones de la economía global del siglo XXI.

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