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domingo, 1 de septiembre de 2013

Levante: una política más realista.

 

http://www.losandes.com.ar/notas/2013/9/1/politica-exterior-codazos-susurros-735501.asp

Una política exterior a codazos y susurros.

Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2013
 
Quien siga los comentarios sobre la política exterior de Estados Unidos en Egipto y, en general, en el Oriente Medio actual, verá que hay varios temas que destacan. La gente de la región sostiene que cualquier cosa que salga mal es por culpa de Estados Unidos.

Los expertos en política exterior alegan que cualquier cosa que haga el presidente Barack Obama la hace mal. Y el pueblo estadounidense dice: "Estamos totalmente hartos de esa región del mundo y ya queremos que empiece la temporada de fútbol. ¿Cómo ven a los 49 de San Francisco?"

De hecho hay cierta lógica en las tres posiciones.

Empieza con la enorme diferencia entre la política de la Guerra Fría y la de la Post Guerra Fría. Durante la Guerra Fría, la política exterior de Estados Unidos "giraba en torno a ver cómo afectaba la conducta externa de los países", explica Michael Mandelbaum, experto en relaciones internacionales de la Universidad Johns Hopkins.

Estados Unidos estaba dispuesto a pasar por alto la conducta interna de los estados, tanto porque los necesitaba de aliados en la guerra fría como porque, con los soviéticos preparados en el otro lado, cualquier intervención podía degenerar en un enfrentamiento entre las súper potencias.

La política exterior de la Post Guerra Fría más bien trata de "afectar la composición y gobernabilidad internas de los estados", agrega Mandelbaum. Y en el Oriente Medio, muchos de ellos están trastabillando y la amenaza de que se derrumben y se vuelvan territorios sin gobierno es mayor que la de su fuerza o su capacidad de proyectar poder.

Pero lo que hemos aprendido en Bosnia, Afganistán, Libia, Irak, Egipto y Siria es que es muy difícil cambiar la conducta interna de un país ?especialmente a un costo y dentro de un marco temporal que tolere el pueblo estadounidense? porque requiere cambiar la cultura política del país y lograr la reconciliación entre adversarios inveterados.

Las herramientas básicas de la Guerra Fría que nos sirvieron tan bien en esa época, "armas, dinero y retórica, simplemente no sirven para las nuevas tareas. Es como tratar de abrir una lata con una esponja".

Cambiar a otro país en lo interno requiere una mezcla de arbitraje, asesoría, incentivos, presiones y modelos. Pero nada de eso puede realizar la tarea y lograr que la transformación del país sea sustentable a menos que el pueblo mismo quiera hacerse cargo del proceso.

En Irak, George W. Bush eliminó a Saddam Hussein, que gobernó el país verticalmente, de arriba abajo, y con puño de hierro. Bush trató de crear las condiciones en las que los iraquíes pudieran gobernarse horizontalmente, haciendo que las diferentes comunidades elaboraran su propio contrato social para vivir juntas.

Dio resultados, si bien imperfectos, mientras las tropas estadounidenses estuvieron presentes para arbitrar. Pero una vez que se fueron, no surgió ninguna camarilla de políticos iraquíes que asumiera la responsabilidad de ese proceso de una manera incluyente para que pudiera ser sustentable.

Lo mismo vale para Libia, donde el presidente Barack Obama ayudó a derrocar al régimen vertical y de puño de hierro de Muamar Kadafi. Pero no quiso enviar tropas al terreno que ayudaran a dar a luz a un nuevo contrato social.

El resultado es que ahora Libia no es más estable, ni más democrática sustentablemente que Irak. La diferencia es que el costo del fracaso fue mucho menor. En los dos casos, creamos la oportunidad de cambio pero el pueblo respectivo no hizo que el cambio fuera sustentable.

De ahí las tres reacciones mencionadas. Los pueblos de la región culpan a Estados Unidos porque no quieren o no pueden aceptar su propia responsabilidad para poner las cosas en orden. O si la aceptan, no ven la forma de establecer los compromisos sociales necesarios, pues las facciones rivales o adoptan la actitud de "Soy débil, ¿cómo puedo hacer compromisos?" o la de "Soy fuerte, ¿por qué tendría que hacer compromisos?"

En cuanto a culpar a Obama ?por irse de Irak demasiado pronto o por no meterse más a fondo en Libia y Siria?, eso procede del mismo problema. Algunos liberales quieren "hacer algo" en lugares como Libia y Siria.

Pero no quieren hacer lo que es necesario, que sería una ocupación de largo plazo para rehacer la cultura y la política de esos dos países. Y los halcones conservadores que quieren intervenir simplemente no saben lo difícil que es rehacer la cultura y la política en esos países, donde la libertad, la igualdad y la justicia para todos no son prioridades universales.

"Con las herramientas tradicionales de la política exterior, podemos impedir que ocurran cosas malas, pero no podemos hacer que ocurran cosas buenas", observa Mandelbaum.

Por ejemplo, si se comprueba que el régimen sirio está usando armas químicas, los funcionarios estadounidenses considerarían usar misiles de crucero para castigarlo. Pero no tenemos ninguna esperanza de hacer que Siria sea un país unido, democrático e incluyente sin implicarnos a fondo y sin contar con la voluntad de la mayoría de los sirios.

Y con demasiada frecuencia olvidamos que los pueblos de esos países no son solo objetos. Son sujetos; tienen modo de actuar. Sudáfrica tuvo una experiencia post apartheid moderada gracias a Nelson Mandela y F.W. de Klerk. Japón se reconstruyó como nación moderna a fines del siglo XIX porque sus dirigentes reconocieron que estaban a la zaga de Occidente y se preguntaron qué estaba mal en el país. Los extranjeros pueden amplificar esas tendencias positivas, pero el pueblo tiene que querer hacerse responsable de ellas.

Conforme se ha ido descubriendo esa realidad, también aparece otra, que el pueblo estadounidense intuye: el aumento de nuestra eficiencia energética, la energía renovable, la fractura hidráulica y la perforación horizontal nos están haciendo mucho menos dependientes del petróleo y el gas del Oriente Medio. El Oriente Medio ha pasado de ser una adicción para convertirse en una distracción.

Imagínense que hace cinco años alguien hubiera dicho: "En 2013, Egipto, Libia, Siria, Túnez, Yemen e Irak estarán en diferentes estados de conmoción política o de guerra civil abierta; ¿qué precio cree que tendrá el barril de petróleo?" La respuesta seguramente habría sido de 200 dólares, por lo menos.

Pero el precio es de la mitad de eso y hay una buena razón: "Ahora usamos 60 por ciento menos energía por unidad del producto interno bruto que en 1973", explica el economista Philip Verleger.

"De seguir así la tendencia, en 2020 usaremos la mitad de energía por unidad del PIB que en 2012. Para mejorar aun más las cosas, gran parte de la energía consumida será renovable. Además está el aumento de la producción de petróleo y gas".

En 2006, Estados Unidos dependía del petróleo extranjero en 60 por ciento de su consumo. En la actualidad es alrededor de 36 por ciento. Es verdad que el petróleo tiene un mercado global y lo que ocurra en el Oriente Medio de todos modos puede afectarnos a nosotros y a nuestros aliados. Pero ya no hay urgencia. "El Oriente Medio es problema de China", agrega Verleger.

Obama sabe todo esto aunque no pueda decirlo. Pero explica por qué su política exterior es a codazos y susurros. No es muy satisfactorio, no es nada divertido y no hará historia. Pero quizá es lo mejor que pueda hacerse o permitirse por ahora.

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