SOMOS HIJOS BASTARDOS DE ESPAÑA.
Por Lucio Falcone.
La reciente desmentida del
gobierno del Reino de España respecto de que no presentaría un reclamo
diplomático por su perdido peñón en forma conjunta con la República Argentina
por nuestras Islas Malvinas no debería sorprendernos. Probablemente, uno de los
pocos asombrados sea nuestro incapaz Canciller y algún otro funcionario despistado
o alguien ideológicamente motivado. Ya que, una actitud similar tuvieron los
españoles cuando se abstuvieron en 1982 de votar en contra de la resolución 502
que condenaba nuestra “invasión” a las Islas irredentas.
Pero, ha sido una constante
histórica que la denominada Madre Patria nos diera la espalda. Casi,
prácticamente, desde nuestro “descubrimiento”. Esto no es renegar de uno de
nuestros ancestros, ni del carácter eminentemente europeo de nuestra
personalidad nacional. Es simplemente, reconocer un hecho. Saber que si bien
fuimos engendrados por España, nunca fuimos reconocidos por ella como sus hijos
legítimos.
Una afirmación que seguramente
escandalizará a los que aún preservan para ellos una visión pedagógica y
apologética de la historia. Veamos.
La mejor prueba de este
desconocimiento es la inexistencia de obras artísticas de magnitud hechas por
artistas españoles durante la Conquista misma. Por ejemplo, Cervantes prefirió
que su Quijote luchara contra inexistentes molinos de viento que aquí en
América. Lo mismo Velázquez, quien pudo pintar la rendición flamenca en Breda,
pero ninguna hazaña americana.
En otras palabras, nunca le
importamos verdaderamente a España; la que siempre privilegió sus intereses
europeos por sobre sus asuntos americanos. Sus posesiones en América eran -de
facto- su principal fuente de financiamiento, pero no de preocupación. Solo nos
tenían en cuenta en ocasión de sus trueques dinásticos. Como fue el caso de la
“Guerra Sorda” que llevó a la expulsión de los Jesuitas. Por un acuerdo secreto
entre España Y Portugal que especificaba la entrega de las Misiones a la corona
lusitana.
Lograda la Independencia esta
actitud no cambió. Ni con el paso de los años. España no supo ser para sus ex
colonias, lo que la Gran Bretaña fue y es para las suyas. No hay ni habrá nunca
un Commonwealth hispano. No podría haberlo con una España de espaldas a
América.
Paradójicamente,
sus hijos pródigos. Sus colonias olvidadas siempre han hecho mucho por su ex
Metrópoli. Por ejemplo, en ocasión de la hambruna que siguió a su cruenta
guerra civil, la Argentina no se cansó de enviarle cargamentos de trigo.
Igualmente, sus puertos permanecieron y permanecen abiertos para resumir a sus
hijos menos afortunados. Que vienen aquí a hacerse la América.
Por
el contrario, nosotros allí somos los “sudacas”. Allá ellos, se pierden de
nuestra sangre joven y de nuestros talentos. Seguramente que estarán más
contentos con los inmigrantes del Norte de África.
Pero, como dicen por ahí. No hay
mal que por bien no venga. Este olvido de la Metrópoli, especialmente del
lejano y pobre Virreinato del Rio de la Plata. Hizo que aquí crecieran
generaciones de criollos que al saberse solos y abandonados. Progresaran más
fuertes e independientes. Aquí no llegaron condes, marqueses o duquesas. No
había nada por heredar, hubo que hacerlo todo.
Un excelente ejemplo, de esta
actitud es nuestro general San Martín. Mucho se ha especulado de las razones que
tuvo para la vuelta a su lugar de nacimiento. Abandonando su empleo militar en
España. Mi opinión es que al saber que por su condición de criollo su carrera
militar no prosperaría en la medida de sus capacidades. Decidió probar suerte
aquí en América. Lo mismo que Alvear, O Higgins y tantos otros.
En nuestro primer centenario
superábamos a la vieja Madre Patria en todo. En PBI, en alfabetismo por solo
mencionar dos variables importantes. Hoy la realidad es muy distinta. Pero una
lógica esperanza nos indica que el futuro tiene muchas más probabilidades de
ser argentino antes que español.
No estamos descontentos por haber
crecido solos fuera de la protección de la casa materna. Todo lo contrario. Queremos
superar con creces todo lo heredado.
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