Hemos sostenido siempre, junto con los Antiguos, que la historia lejos de ser lineal e impulsada por el Progreso, está conformada por ciclos que se repiten. Así, lo sostuvo Giambattista Vicco, con su famoso Corsi e Ricorsi por el cual todo vuelve al punto de origen de donde salió.
Un eterno retorno basado en una visión orgánica de la realidad. Donde se cumple con el supremo mandato de: nacer, crecer, reproducirse y morir.
En este sentido, los ciclos históricos con sus flujos y reflujos nos hablan de ritmos. Por ejemplo de crisis que se presentan cada 10 años y de guerras y revoluciones cada 100.
El problema que nos encontramos a 103 años del inicio de la 1ra Guerra Mundial y exactamente a un siglo de la Revolución Rusa.
No son pocos los que han advertido, no solo esta sincronía; sino, lo que es más preocupante, situaciones similares para la repetición de ambos aconteciendo.
Son muchos los hilos conductores que podrían seguirse. No tenemos ni el tiempo ni el espacio para todos ellos. Ergo, nos concentraremos en uno. En uno que fue fundamental y que puede volver a serlo.
Sabemos que las causas de la Gran Guerra fueron múltiples. Entre otras destacables un complicado sistema de alianzas contrapuestas que se disparó con el asesinato del heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro, el Archiduque Francisco José.
Pero, hay autores que señalan una causa profunda. El deseo alemán de gobernar Europa, expresado en la teoría de la Mitteleuropa. Un término acuñado por el historiador Jörg Brechtefeld y que tuvo connotaciones políticas, geográficas y culturales.
En otras palabras, la Mitteleuropa era un plan del Imperio Alemán que tenía como objetivo alcanzar la hegemonía cultural sobre Europa central y posteriormente la explotación económica y financiera de esta región.
Llegado a este punto, no van a faltar los que sostengan que, hoy, eso es casi imposible. Dada la extraña humildad de los objetivos de la política exterior germana.
Les respondemos que esto no es tan así. Por dos grandes razones. Unas internas y otras externas.
Comenzando por la últimas. Vemos, como recientemente, no son pocas las voces que se inclinan e invitan a Alemania a jugar un rol protagónico. Extrañamente, estas voces vienen, del que los norteamericanos, califican como "liberals". Y que para nosotros serían los progresistas.
Les respondemos que esto no es tan así. Por dos grandes razones. Unas internas y otras externas.
Comenzando por la últimas. Vemos, como recientemente, no son pocas las voces que se inclinan e invitan a Alemania a jugar un rol protagónico. Extrañamente, estas voces vienen, del que los norteamericanos, califican como "liberals". Y que para nosotros serían los progresistas.
Concretamente, aquellos desilusionados profundamente con el resultado de las últimas elecciones presidenciales en los EEUU, sostienen que Angela Merkel, bien puede ser el nuevo adalid del "Mundo Libre."
Si la Merkel escuchara estos cantos de sirena, la podrían en un inmediato curso de colisión, no solo con la nueva presidencia norteamericana, sino con su enemigo histórico, vale decir con Rusia.
Siguiendo con las causas internas, vemos como a los progresistas les podría salir gato por liebre. Pues, ya no es la Merkel ni sus ideas las que tienen mejores posibilidades electorales en Alemania.
Sino, precisamente, las contrarias. Esto es las identitarias. Las que tiene un lejano, pero preocupante parecido con las de un joven austriaco que puso a Europa y al mundo en llamas.
Para terminar, volvemos a afirmar que más allá de los ciclos que marcan las tendencias. La historia la escriben los hombres. Particularmente, los más grandes entre ellos.
Por ejemplo, el gran alemán que fue Otto von Bismark supo siempre que Alemania no podía pelear una guerra en dos frentes. Y mientras fue canciller lo logró, no sin esfuerzo.
Lamentablemente, el anarquista serbio que mató de un pistoletazo al archiduque no sabía que éste compartía las ideas bismarkianas de equilibrio. Y que al hacerlo, empujaba a Europa a las ruedas dentadas de una de las peores guerras de las que se tenga memoria.
Al respecto, no sabemos cuántos Bismark o cuantos Adolph Hitler pululan por las calles de la nueva Mitteleuropa. Si sabemos que espontáneos como los anarquistas de la Mano Negra hay de sobra. Solo que ahora no son paneslavistas sino jihadistas.
Siguiendo con las causas internas, vemos como a los progresistas les podría salir gato por liebre. Pues, ya no es la Merkel ni sus ideas las que tienen mejores posibilidades electorales en Alemania.
Sino, precisamente, las contrarias. Esto es las identitarias. Las que tiene un lejano, pero preocupante parecido con las de un joven austriaco que puso a Europa y al mundo en llamas.
Para terminar, volvemos a afirmar que más allá de los ciclos que marcan las tendencias. La historia la escriben los hombres. Particularmente, los más grandes entre ellos.
Por ejemplo, el gran alemán que fue Otto von Bismark supo siempre que Alemania no podía pelear una guerra en dos frentes. Y mientras fue canciller lo logró, no sin esfuerzo.
Lamentablemente, el anarquista serbio que mató de un pistoletazo al archiduque no sabía que éste compartía las ideas bismarkianas de equilibrio. Y que al hacerlo, empujaba a Europa a las ruedas dentadas de una de las peores guerras de las que se tenga memoria.
Al respecto, no sabemos cuántos Bismark o cuantos Adolph Hitler pululan por las calles de la nueva Mitteleuropa. Si sabemos que espontáneos como los anarquistas de la Mano Negra hay de sobra. Solo que ahora no son paneslavistas sino jihadistas.
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