por Carlos Pissolito
Es un lugar común, tanto de los medios nacionales como internacionales, otorgarle a Donald Trump una originalidad excepcional.
Su colorida personalidad, su historia personal, su llegada a la Casa Blanca, entre otras cosas, parecen confirmar este aserto desde un principio.
Sin embargo una mirada que supere la reciente inmediatez de la historia de los EEUU nos puede traer una visión bastante más distinta.
Para empezar, la criticada postura aislacionista de Trump, reconoce un lejano y honorable antecedente en la venerable figura de George Washington. Quien en su recordado discurso de despedida le recomendaba a sus conciudadanos alejarse de alianzas problemáticas.
Este paradigma estratégico estuvo basado en la situación de aquella época. Una caracterizada por el predominio y el intervencionismo europeo y la debilidad de la naciente nación americana.
Circunstancias que quedaron patentizadas con el incendio de su capital y de la mismísima Casa Blanca en 1814 por parte los británicos que querían cobrarse una deuda.
Sin embargo, con el paso de los años, la profecía de Alexis de Tocqueville respecto de que la bandera de los EEUU sería, pronto no solo respetada, sino temida, se iría cumpliendo.
Por aquellos años los norteamericanos se aferraron a esta máxima de su padre fundador hasta que se vieron obligados y empujados a dejarla de lado. Tanto por su creciente peso específico como por ideas que alentaron su participación en los asuntos mundiales.
Probablemente, el momento donde todo comenzó a cambiar haya sido la presidencia de Teodoro Roosevelt. Quien a caballo de la guerra con España por sus posesiones coloniales en Cuba y las Filipinas y, a instancias del propagandista naval Thomas Mahan, los EEUU comenzaron a ser una potencia naval.
Pero, no fue hasta la participación de los EEUU en la 1ra GM que tales ambiciones no fueron concretadas plenamente.
En un esquema que se convertiría en un patrón para el futuro. Los EEUU ingresaron a su primer conflicto global. Primero, era necesario romper los sentimientos aislacionistas del pueblo norteamericano con una grave ofensa a su honor. En la Guerra del Cuba fue el hundimiento de acorazado Maine en La Habana, en la 1ra GM, el del paquebote Mauritania, en la 2da, el ataque inesperado a Pearl Harbor y en la contra el Terrorismo, los avionazos a las Torres Gemelas y al Pentágono.
Luego, de que la prensa hubiera demonizado al oponente de turno, fuerzas militares significativas entraban en acción. Solo, para crear las condiciones para la aplicación de peregrinas ideas políticas.
Luego de la Guerra de Cuba estas ideas fueron las descolonizadoras sostenidas por la "Doctrina Monroe", después de la 1ra GM, la utópica consigna de Wodrow Wilsom de que dos naciones democráticas no van a la guerra. Extrañamente resucitadas, tiempo después, por los neoconservadores de George Bush hijo para cambiar los gobiernos de Bagdad y de Kabul, con los resultados conocidos.
Pero, como dijimos al principio, no siempre los EEUU estuvieron a favor de jugar un rol global. Al menos en forma unánime.
Cualquiera que conozca a ese gran país sabe que no es algo unívoco. Vale decir hay varios EE.UU.
No es lo mismo lo que piensa un yuppie, sea éste de la Costa Este u Oeste, que un granjero del Medio Oeste. No es lo mismo Hollywood que los sentimientos populares que se expresan, por ejemplo, en el Día del Veterano.
Los varios EE.UU. luchan sordamente entre sí. Desde sus orígenes. Estuvieron presentes en las viejas peleas entre Federalistas y Republicanos. Como lo están hoy entre Globalistas y Aislacionistas.
Conforma una muestra de realismo conocer estas diferencias. Y reconocer que Donald Trump es tan norteamericano como Hillary Clinton. Como aceptar que el que ganó y el que tendrá la oportunidad de dirigir los más altos asuntos del Estado, ha sido el primero de ellos. Más allá de nuestras lejanas preferencias.
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