por José Martiniano Duarte *
Voy a ser Políticamente incorrecto. Del relato y los nichos de comodidad, al mito de los libertadores.
¿Por qué las teorías conspirativas tienen tanto éxito? Para responder esta pregunta deberíamos primero entender la relación que existe entre el relato, las teorías conspirativas y los nichos o espacios de comodidad.
Muchas veces nos sorprende que la gente sea tan proclive a creer en “relatos” y “teorías conspirativas”. Miradas desde afuera y en forma imparcial, salta a la vista que son un engaño y están armadas sobre mentiras y disparates bastante fáciles de comprobar.
Exime de culpa a la mayor cantidad
Ocurre que una teoría conspirativa se arma siempre a partir de un relato que, de alguna manera, eximen de culpa y convierte en víctimas a un grupo numeroso de personas quienes, por alguna u otra cuestión, tienen razones para sentirse culposas.
El éxito del relato no es casualidad, responde a una lógica que tiene que ver con la psicología y la sociología. El relato más exitoso es aquel que exime de culpa a la mayor cantidad de individuos posible.
En nuestro caso el relato ha sido exitoso porque eximió de culpa a los que tomaron las armas contra el Estado, a los que colaboraron con ellos, a los que no les importó o les importó muy poco, a los que miraron para otro lado e, incluso, a los que estuvieron a favor y colaboraron con el Estado. A unos los justificó ampliamente y a otros los disculpó. A todos les sirvió para justificar sus actos o sus omisiones.
Nuestro País sufrió un trauma muy grande, una guerra civil que se fue gestando en los cuarenta años previos a la década del 70 (1930-1970). Odios que fueron creciendo hasta que estalló la violencia irracional. Rencores que sembraron muchos que ya hacía años que estaban muertos cuando se desató la furia fratricida.
Nuestra generación de militares no hizo golpes de Estado, no bombardeó la Plaza de Mayo, no quemó iglesias… No tomó la decisión delirante de recuperar las Malvinas (pero sí,combatió en las Malvinas). Sin embargo, es la generación de militares que está pagando todas las culpas. Las de los militares y las del resto. Todas. También los jóvenes que por vocación han abrazado la carrera militar estos últimos 35 años.
Por eso el relato resultó ser un bálsamo, porque permitió aliviar las conciencias y explicar la violencia inexplicable. Permitió dar respuesta a cosas que, sin él, carecían de explicación. Sin el relato una multitud de personas –prácticamente toda la sociedad-, se hubieran visto obligadas a hacer un “mea culpa”, y a pasar un largo período para elaborar el duelo y para alcanzar una verdadera cura, después de tanto daño causado y sufrido.
El relato permitió saltarse todos esos pasos, porque les aseguró a una gran parte de esas personas, que ellas no fueron victimarios, que no infringieron la ley o que no incumplieron sus obligaciones como ciudadanos, sino que fueron víctimas que se vieron obligadas por las circunstancias que crearon otros, los verdaderamente malos y culpables.
El relato les proporcionó un nicho de comodidad, un espacio seguro, protegido y placentero. En esto, el relato proporcionó el mismo efecto que una teoría conspirativa. El relato, cuando es esfectivo –y este que han inventado lo es-, admite a la mayoría ocupar un espacio de comodidad excelente, invulnerable; porque permite juzgar al resto y protege al que lo ocupa del juicio de los otros. Proporciona una coraza contra la crítica.
Demasiado lejos. El mito de los libertadores
Por eso para el relato es necesario que haya un solo demonio. El relato consintió identificar solamente a un demonio. Es más, el relato prohíbe mencionar siquiera la posibilidad de que haya existido más de un demonio.
No admite diversidad de demonios y no consiente en establecer ningún grado de intensidad para el mal. Esto, que es un requisito indispensable para el éxito del relato, proporciona una gran ventaja a la hora de juzgar al otro. El relato decretó que hubo un bando inmensamente malo y otro absolutamente bueno y santo.
Este particular relato ha sido tan exitoso porque proporciona una coartada extraordinaria a la mayoría de los argentinos. Les ha permitido exorcizar sus culpas. Tener asegurado un lugar en ese espacio lo exime a uno de dar cualquier explicación o de exculparse.
El relato, en el caso de la Guerra de Malvinas, ha ido bastante más lejos. Y es que la mentira, con frecuente, se auto alimenta. Este caso exige aceptar que los militares crearon la guerra para satisfacer su perversión de torturar. También, según ese relato, fueron a la guerra no a enfrentarse contra los ingleses por la soberanía de las Islas, sino a torturar a sus soldados.
Implicaría pensar que así lo planearon y que se pusieron de acuerdo para ejecutarlo
Y lo que es mucho más grave, implicaría pensar en los ingleses como en aquellos que rescataron a los soldados que eran víctimas de una banda de enfermos. Porque, de decir que los soldados fueron víctima de un plan de tortura sistemático durante la Guerra de Malvinas, a afirmar que los ingleses –que tienen las manos manchadas de sangre colonialista- son los libertadores de los pobres soldados argentinos y ¿por qué no? de la Argentina, hay apenas un paso.
En todo esto hay una delgada línea que separa a la cordura de la locura, porque este relato es tan eficiente y ha ido tan lejos que, esta vez, también les empieza a proporcionar un nicho de comodidad a los ingleses.
* José Martiniano Duarte es soldado y escritor. En carácter de lo primero ha sido condecorado por su participación en la Guerra de Malvinas y es autor de libros y de artículos de Estrategia y de la novela: "Héroes y Demonios."
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