por William LInd
Una de las leyes de hierro de la guerra es que el nivel mayor domina al menor. Uno puede ser brillante tácticamente, pero si lo derrotan a nivel operativo, se pierde. Uno puede ganar táctica y operativamente, pero si es batido estratégicamente, pierde. Y si uno trabaja con una gran estrategia equivocada, se pierde sin importar lo bien que haya hecho las cosas en los tres niveles inferiores. El ejército alemán fue el mejor en el mundo por casi ochenta años, pero Alemania perdió las dos guerras mundiales, ya que su gran estrategia era un desastre.
Habiendo fracasado en copiar la excelencia táctica y operativa alemana, ahora, parece que queremos imitar la gran estrategia de Berlín. La nueva estrategia de seguridad nacional publicado por la Casa Blanca el 18 de diciembre es un desastre. La estrategia se ha vuelto obsoleta antes de que la tinta se secara.
Como el New York Times informó el 19 de diciembre, la estrategia de Trump contiene más de unos pocos indicios que marcan un retorno a una visión de la Guerra Fría del mundo. . . China es una potencia 'revisionista'. . . A Rusia, también, se la describe como revisionista. . . La estrategia está animada por una sola idea: que el mundo ha estado de vacaciones por tres décadas de rivalidad entre las superpotencias y que la fiesta ha terminado.
Qué maravilloso regalo de Navidad para los “terroristas”, es decir, para los que luchan su guerra de cuarta generación(G4G )! La Casa Blanca simplemente les dijo que en lugar de crear una alianza de Estados para luchar y derrotarlos a ellos, vamos a poner nuestra energía en buscar pelea con los otros dos grandes potencias, Rusia y China - los dos países que más necesitamos como aliados en defensa del sistema estatal. Si las G4G cotizaran en la Bolsa de Nueva York, vendería todos mis bitcoins y me compraría acciones de Terrorismo S.A. (nota financiera: No es cierto que los bitcoins no tienen ningún valor intrínseco, son como una pepita de oro.)
Como he afirmado en varias ocasiones y es evidente para cualquiera que tenga ojos, el mundo está atrapado en un gran cambio de paradigma estratégico. Las guerras de cuarta generación, son llevadas a cabo por entidades que no son Estados, lo que significa que la carrera de la gran estrategia del siglo 21 será por preservar el sistema propio de los Estados. Para hacer eso, necesitamos una alianza de todos los Estados en defensa del sistema estatal.
Obviamente, esta alianza debe comenzar con las dos otras grandes potencias, China y Rusia. Sólo después de que estos tres se hayan unido en una Triple Alianza será posible atraer a todos los demás.
La mayor esperanza de aquellos que tratan de socavar y destruir el sistema estatal es que en lugar de unirse en defensa propia, los Estados gasten sus energías luchando unos contra otros. Cada Estado que se enfrenta en un conflicto a otro Estado es un regalo para las fuerzas de las guerras de cuarta generación, porque el Estado que pierde sale tan debilitado que puede colapsar y sin duda ser más vulnerable. Sin embargo, esto es exactamente lo que la nueva gran estrategia de la Casa Blanca pide. Para citar un verso de mi canción de taberna favorita del siglo 17, “Huggle Duggle Duggle, el diablo rió en voz alta.”
The New York Times, cuya aversión por el presidente Trump gotea en cada una de sus páginas, se refirió al nuevo documento estratégico global como la “La estrategia del triunfo”. ¿Pero lo es?
En su discurso que acompaña la publicación del documento, el presidente dijo poco sobre el mismo. En lugar de ello, mostró su hostilidad hacia Rusia, aunque le dio las gracias al presidente Putin por una llamada de agradecimiento porque una información de la CIA había impedido un ataque terrorista en San Petersburgo. El presidente dijo, “Eso es una gran cosa. Y esa es la forma en que se supone que todo funcione.” De hecho, esto es una muestra de una alianza contra las fuerzas de 4 GW.
Como fue el caso con el discurso anterior del presidente en Afganistán, creo que estamos viendo decir a Trump, “Este no es el camino que quiero ir. Mi instinto es hacer lo contrario, es decir, salir de Afganistán y ser un aliado con Rusia. Pero como esto no es un área de la que no sé mucho, es que sigo los consejos mis asesores.”
En la primera parte del siglo 20, vimos otro líder nacional, que ahora es injustamente despreciado por muchos historiadores, disentir en varias ocasiones con sus asesores militares en materia de política exterior y expresar que no estaba de acuerdo con ellos.
Ese líder era el Kaiser Guillermo II. Por desgracia para Alemania, sus asesores estaban equivocados. Si hubiera seguido sus propios instintos, Austria habría tomado Belgrado, pero se detuvo después del asesinato del archiduque Francisco Fernando; con lo que la guerra hubiera llegado de todos modos. Aunque Alemania no habría reanudado la guerra submarina sin restricciones en 1917, con lo que en los EE.UU. no se hubiera unido a la misma, lo que significó la garantía de la derrota de Alemania.
El precio de la deferencia del Kaiser Guillermo para con sus consejeros fue el fin de su dinastía. El precio de la renovación intencional por parte de Washington de la Guerra Fría, en lugar de aceptar el nuevo paradigma estratégico global y la construcción de la alianza de todos los Estados, será el fin del sistema de Estados en sí mismo.
Traducción: Carlos A. Pissolito
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