Por Carlos A. PISSOLITO
Todo hacemos estrategia aunque no lo sepamos. Desde el DT que plantea su 4-4-2 o el ama de casa que gambetea para llegar a fin de mes. Pero, ¿qué es eso que llaman Estrategia los militares?
Originalmente, viene de la palabra griega stratos que significa ejército, de ella derivan las voces de stratego, general, strategamo, estratagema y strategia o ciencia del general.
En sentido estricto, es una ciencia-arte abocada a todo lo relacionado con la guerra. Pero, ¿qué es lo que causa una guerra?
Empecemos diciendo que sus causas son discutibles y que no han faltado quienes han tratado de explicarlas. Desde los que dicen, siguiendo a la Biblia, que las mismas yacen en la naturaleza humana caída; en fallas estructurales de las sociedades humanas como lo trataron de explicar, cada uno a su manera, desde Rousseau hasta Marx. Para otros, como nosotros, los realistas, hay guerra cuando hay intereses contrapuestos entre dos o más comunidades.
Como tal, toda guerra es interactiva y exige la presencia de un enemigo. Sin enemigo no hay guerra. Pese a ello no han sido pocos los intentos de desarrollar una estrategia sin enemigos. Como parece ser el caso de la Argentina que se prepara para una guerra en abstracto. Vale decir que le da lo mismo pelearse con Papua Nueva Guinea que con Chile o la Gran Bretaña.
La gran pregunta, en este caso, sería si puede concebirse una existencia totalmente libre de enemigos.
Tenga o no tenga uno un enemigo, la Estrategia se puede desarrollar en forma independiente al ambiente en el cual se desarrolla la guerra. Esta puede tener lugar por tierra, mar o aire o ahora, también, por el ciberespacio. Puede ser librada a varios niveles de intensidad, de alto con el intercambio de bombas atómicas y hasta bajos mediante acciones de terrorismo, sabotaje o subversión.
Pero, la guerra y la Estrategia serán siempre el ámbito de la incertidumbre la fricción, el hambre, la fatiga, el sufrimiento y la muerte.
Por todo ello, ha sido siempre el dominio de cualidades bien conocidas y estudiadas. Como por ejemplo, para el individuo el coraje, la determinación, la resistencia y, tal vez, cierta indiferencia frente al peligro. La guerra no ha sido nunca es un buen negocio para los débiles de corazón.
A nivel colectivo exige disciplina, cohesión, espíritu de cuerpo y, lo más importante, un comandante que pueda guiar a la victoria a aquellos dispuestos a seguirlo. Todo esto ha sido verdad desde la época de las Legiones Romanas que solo cargaban lanzas, escudos y lanzas hasta las formaciones modernas atiborradas de misiles, bombas y antenas.
Por ello, ha probado ser sabio y cierto el viejo lema de: ‘si quieres la paz, prepárate para la guerra’. No han sido pocos los países que pagaron con su libertad este olvido como Francia y Polonia durante la 2da GM, las que debieron ser liberadas por otras potencias.
Como sostuvo Clausewitz, probablemente, uno de sus mejores teóricos: ‘en la guerra todo es sencillo, pero muy difícil de ejecutar’. Más temprano que tarde, ella traerá a la superficie las más elementales cualidades humanas. Entre ellas la bronca, la furia, la sed de venganza, la crueldad y por sobre todas ellas, el odio.
Bajo tales circunstancias lo mejor es que la guerra no degenere en una orgía de violencia, lo que no le sirve a nadie, y que se mantenga en los cánones de lo algunos denominan como una guerra civilizada.
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