por Carlos A. PISSOLITO.
Muy acertadamente, el gran poeta inglés, William Shakespeare, sostuvo que el valiente muere una sola vez. Mientras que el cobarde debe enfrentar al duro trance de la muerte muchas veces.
No me cabe duda de que esto es cierto. Especialmente, cuando no se trata solo de la muerte física, sino de una de carácter moral. Que es la que enfrentan, especialmente, los que mandan cuando tienen que hacerse cargo de sus responsabilidades de comando.
Hace pocos días atrás, el Sr. Almirante Marcelo Srur debió presentarse ante la Comisión Bicameral que investiga las causas de la desaparición del submarino ARA San Juan. Ante, primero, la incredulidad y, luego, la bronca de quienes lo escuchaban sostuvo que él no tenía nada que ver con ese infausto suceso.
Repreguntado en forma reiterada si él conocía el estado de mantenimiento de ese buque, sostuvo que no. Es más, tuvo la audacia moral de argumentar que si hubiera sabido de alguna deficiencia no habría dudado en negarle su partida.
Aunque Srur no lo sepa, esto ha sido para él una suerte de muerte institucional. Pero, una que no será la última. Pues, muchas veces más, le será preguntado lo mismo. Muy probablemente en sede judicial y con las formalidades que le caben a un imputado o a un procesado.
En cada de una de estas ocasiones, si sigue respondiendo lo mismo, morirá un poco más en su estatura moral y en su honor.
Me pregunto, si no hubiera sido mucho mejor para él, para el alto grado que ostenta y para la gloriosa institución que representa, haber pronunciado las palabras de todo comandante digno tras un traspié o una derrota: ‘Sí, soy yo el único responsable’.
Llegado a este punto, es bueno que recordemos a otros personajes, como el del Capitán de Navío Hipólito Bouchard, que supo tener otra actitud.
No es poco lo que podríamos contar de este marino corsario, de origen francés, de las Guerras de la Independencia de la Patria. Que en sus años mozos supo servir en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Y que después, sus andanzas marineras se tornaron memorables. Por aguas tan lejanas como las de las Filipinas, las de Hawai, las de varios puestos centroamericanos -cuyas repúblicas, luego tomarían como modelo a nuestra enseña celeste y blanca- y hasta las emblemáticas de la California española, donde enarboló nuestro pabellón por 6 días consecutivos.
Pero, hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero y que nos sirve para ilustrar el punto que queremos resaltar, cual es el de la responsabilidad.
En 1820 Bouchard se encontraba en Perú a órdenes del General San Martín, quien había asumido el Protectorado del Perú. Otro corsario, de origen escocés, Thomas Cochrane estaba, también, a bajo el mando del Libertador.
La situación económica de ambos marinos era crítica, pues hacía varios meses que no se le liquidaban los fondos convenidos para el pago de sus respectivos buques y tripulaciones. De tal modo, que Cochrane decidió apoderarse de los caudales depositados para su custodia y así poder cobrarse los haberes adeudados.
Fue, entonces que San Martín decidió enfrentarlo. Para ello creó la Armada del Perú y puso a Bouchard al mando de la misma y le ordenó que se preparara a combatir contra el insurrecto de Cochrane. Sin embargo, éste ni siquiera lo intentó y devolvió, prontamente, todos los fondos, probablemente conocedor de la fama de bravo y de temerario de Bouchard.
Como vemos, varias podrían haber sido las opciones de Bouchard ante las difíciles órdenes de su comandante en jefe, San Martín. Por ejemplo, podría haberse negado, alegando que su soldada estaba, igualmente, impaga o sumarse al reclamo del marino escocés, haciendo causa común.
Por el contrario, Bouchard decidió obedecer y hacerse cargo de las consecuencias. Varios años después, moriría en Nazca Perú, donde sería enterrado en una cripta de su iglesia mayor. Enteradas las autoridades de Buenos Aires, sus restos fueron traslados por las Armadas hermanas de Argentina y de Perú a un mausoleo especialmente construido en el Cementerio de la Chacarita.
Hoy hay libros, documentales y películas dedicados a mantener viva su memoria. Vive en el corazón de las jóvenes generaciones de marinos que lo quieren tener como su ejemplo de vida.
2 comentarios:
Espero para el 29 de Mayo agudas comparacoones de San Martin con Milani,DE CABRAL con el soldado Carrasco y de cualquier gorioso comandante con Balsa. No lei nada oportunamente escrito por el autor que usualmente aborda otras tematicas,quizas no tuve suerte.
¡Excelente artículo, estimado coronel Pissolito! El almirante Marcelo Srur, cuyo nombre hasta me repugna escribir, merecería enfrentar la más duras de las sanciones, previo juicio, y si se pudiera, hasta la misma degradación.
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