Carlos Pissolito
La caravana de migrantes marcha desde Hidalgo a Tapachula, en México, en su camino hacia los EEUU. |
Hoy sus anuncios, respecto de los EEUU, la primera potencia global, parecen haber comenzado a cumplirse. Ya que diversos hechos, aparentemente desconectados, pero de una potente sinergia, se vienen y se están desarrollando en estos momentos.
Entre ellos se destacan los errores estratégicos cometidos en la denominada Guerra contra el Terrorismo que se limitó a una maniobra de descabezamiento contra los principales líderes terroristas y que tuvo lugar -principalmente- en Irak y en Afganistán, pero que no consiguió una victoria política en los países -como las Monarquías del Golfo Pérsico- que habían apoyado a ese terrorismo.
Luego, cuando los EEUU dieron por exitosa su campaña contra el terrorismo, tras la muerte de Osama bin Laden, su presidente, Barak Obama, decidió retomar la confrontación con China. Al efecto emitió una nueva directiva estratégica que cambió el centro de gravedad de los EEUU del Océano Atlántico al Pacífico.
Posteriormente, la elección de Donald Trump como presidente de los EEUU, reafirmó esta decisión de confrontar con China, pero decidió hacer las paces con Rusia. Lo que produjo una ruptura entre su presidencia con las agencias gubernamentales del denominado Deep State. A la par de un distanciamiento de su aliado histórico, la Gran Bretaña, de Europa y de su alianza militar, la OTAN y con las tendencias globalizadoras, tradicionales del establishment norteamericano desde la época de Woodrow Wilson.
En forma paralela, sus políticas proteccionistas y nacionalistas, a favor de la mayoría blanca que venía siendo relegada en beneficios de diversas minorías étnicas, religiosas y culturales, produjo una virulenta reacción de los medios de comunicación masivos y de grupos de izquierda (liberals) en su contra.
Finalmente, tal como lo anunció el profesor norteamericano William Lind, creador del concepto de Guerras de IVta Generación, esto último ha producido la reacción de grupos extremistas de derecha que están dispuestos a defender sus derechos aún por medios violentos. Tal como lo han hecho exitosamente en el pasado.
Para colmo de males, irrumpe otro actor no estatal, el de los migrantes centroamericanos, que si bien era uno preexistente, lo hace con una fuerza inusitada bajo la forma de caravanas que buscan ingresar compulsivamente a los EEUU. Todo ello con el apoyo encubierto de grupos globalizadores que, entre otras cosas, están a favor de la legalización de las drogas y que cuenta con grandes simpatías entre las élites del establishment norteamericano.
Todo se complica por el marco que proveen los carteles de la droga que operan en el norte del territorio mexicano en complicidad con los traficantes de armas norteamericanos en el sur de los EEUU y que ha generado un espacio que escapa al control efectivo de ambos Estados.
Llegado a este punto, cabe interrogarse sobre cuáles serán las respuestas, especialmente, del gobierno norteamericano ante esta situación.
Bien puede, los EEUU retomar su tradicional estrategia del descabezamiento, de privilegiar la solución física y militar de los conflictos y que ya fracasara en su lucha contra el terrorismo. O bien, basado en esa experiencia y que es bien conocida por los expertos militares que asesoran a Trump, intentar una estrategia integral basada en los factores psicológicos y morales del conflicto.
Ya, en forma premonitoria, el Papa Francisco celebró una misa en el centro mismo de ese espacio durante su visita a México y a los EEUU.
Obviamente, que en función de la estrategia seleccionada y de los efectos que esta produzca, las consecuencias son potencialmente monumentales, tanto para los EEUU como para nuestra región.
No tenemos la respuesta a este dilema. Por el momento, solo sabemos que hemos atinado, desde hace algunos años, a formularnos las preguntas correctas. Lo que no es poco.
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