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lunes, 22 de octubre de 2018

EEUU: ¿Hacia una República estilo Weimar?

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por William S. Lind

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La actriz alemana Marlene Dietrich 
en 'Der blaue Engel' (1929)
La batalla por la nominación de Kavanaugh vio a la izquierda dar otro paso gigante hacia la sinrazón. Las personas, aparentemente serias, argumentaron que la acusación de cualquier mujer contra cualquier hombre debe ser siempre cierta. De repente, tres mil años de historia y de literatura, en la que la perfidia de las mujeres, sus mentiras y tramas que trajeron el desastre, se cerraron en grande. En su lugar, debemos creer que las mujeres de hoy llevan el gen del "suero de verdad" que hace que no puedan mentir nunca. Incluso la (deseable) elevación victoriana de las mujeres no llegó tan lejos. Las mujeres victorianas, presentadas con la idea de que ellas no pueden mentir, habrían despertado solo risas.




El rechazo por parte de la izquierda de los hechos y la razón a favor de la fe romántica en los "sentimientos" es otro signo más de nuestra decadencia cultural. Esa decadencia ha ido lo suficientemente lejos como para plantear la cuestión de si estamos siguiendo el camino de la Alemania de Weimar de los años veinte y principios de los treinta.

Para resumir, este período histórico complejo podemos decir que el colapso de la moral y de la cultura en Alemania en la década de 1920 alejó a su clase media de la República de Weimar. Cuando llegó la Gran Depresión, a esa alienación se le unió una profunda ira por la incapacidad del gobierno para corregir la economía y para proporcionar empleos. Adolf Hitler y sus nacionalsocialistas usaron esta mezcla de alienación e ira para llegar al poder (legalmente, al ganar una elección). Luego abolieron la constitución de Weimar, reafirmaron la moralidad tradicional de la clase media, sacaron a Alemania de la Depresión y dieron puestos de trabajo a todos los que querían uno (por lo que el brillante líder del Reichsbank, Hjalmar Schacht, merece gran parte del crédito).

Estuve en Berlín durante diez días en agosto, donde mi búsqueda de la historia de Alemania se vio favorecida por una excelente guía en el libro “Guías de Acompañantes” sobre Berlín de Brian Ladd. Ladd cita la descripción de Berlín de 1923 del novelista de entreguerras Stefan Zweig, durante la hiperinflación de la República de Weimar:

"Tengo un conocimiento bastante profundo de la historia, pero nunca recuerdo que haya producido semejante locura en proporciones tan gigantescas. Todos los valores fueron cambiados, y no solo los materiales; Las leyes del Estado fueron violadas, sin tradición, sin código moral, Berlín se transformó en la Babilonia del mundo. Bares, parques de diversiones , pubs, surgieron como hongos. . . Los alemanes pusieron toda su vehemencia y organización metodológica en la perversión. A lo largo de todo el Kurfurstendamm, jóvenes maquillados rondaban  a sus clientes y no todos eran profesionales; como todos los muchachos de la escuela secundaria querían ganar algo de dinero, en los bares poco iluminados uno podría ver a funcionarios del gobierno y a hombres del mundo de las finanzas cortejando, sin vergüenza, a los marineros borrachos. Incluso la Roma de Suetonius nunca vio orgías como los pervertidos bailes de Berlín, donde cientos de hombres disfrazados de mujer y cientos de mujeres bailaban bajo los ojos benévolos de la policía. En el colapso de los valores les ganó a todos una especie de locura. Especialmente en los círculos burgueses que hasta entonces habían sido inquebrantables en su probidad. Las jóvenes se jactaban orgullosamente de su perversión, donde tener dieciséis años, la sospecha de su virginidad habría sido considerada una desgracia en cualquier escuela de Berlín en ese momento..."

¿Suena esto demasiado familiar? América ahora es testigo de tal comportamiento no solo en una ciudad, sino en toda la tierra. Y los medios de comunicación del Establishment lo promueven, lo bendicen y denuncian a cualquiera que lo rechace como "discriminador". Aunque una gran parte de la clase media de los EEUU lo encuentre alienante.

Hasta ahora, la alienación se ve atenuada por la buena economía. Pero se acerca una grande, una crisis de deuda mundial que traerá no solo una recesión, sino también una depresión y una crisis de larga duración. A diferencia de la Gran Depresión, espero que ésta sea solo inflacionaria, ya que los bancos centrales responderán creando una liquidez masiva. Llegado a este punto, es todo lo que podrán hacer.

Si se toma en cuenta la alienación cultural generalizada, el colapso económico, el desempleo masivo y la inflación y se los envuelve a todos, se obtiene la República de Weimar de los EEUU. Alguien se aprovechará políticamente de la situación. Espero que al igual que en Alemania bajo la constitución de Weimar, tengamos un enfrentamiento entre una extrema izquierda populista (ciertamente hemos visto suficiente extremismo de izquierda en la batalla de confirmación de Kavanaugh) y una derecha populista. En la actualidad, solo una pequeña porción de la derecha populista es extrema. La mayor parte está bien representada por el presidente Trump, que está muy lejos de ser un Adolf Hitler. El presidente Trump es anti-establishment, pero su agenda está bien marcada por la corriente histórica principal de la política estadounidense. Después de todo, durante la mayor parte de su historia, el partido republicano fue el partido de las tarifas altas.

Al igual que en la Alemania de Weimar, inicialmente, el impulso hacia los extremos de la izquierda, parecerá que puede llegar tan lejos como ella quiera sin provocar una reacción de la derecha. En Alemania, las SA surgieron, en gran parte, para contrarrestar la violencia de los comunistas. Aquí, la izquierda pensó que podría elevar la conciencia racial entre los negros y los hispanos sin crear un aumento similar en la de los blancos. Estuvo equivocada. Ahora, aboga abiertamente por la violencia contra los líderes del Partido Republicano y otros conservadores prominentes, acosándolos en lugares públicos, destrozando sus propiedades y amenazando a sus familias. Esto también traerá una reacción igual de la derecha y la izquierda comprobará, con dolor que la derecha sabe luchar mejor que la izquierda.

Los conservadores no quieren que nuestra vida pública se mueva en estas direcciones. El primer principio conservador es el orden: la seguridad de las personas y sus propiedades. Pero como en la Alemania de Weimar, la combinación de decadencia cultural y colapso económico llevará a la política a sus extremos. Los conservadores deberían trabajar con los moderados y con los liberales que se atreven a desafiar a la extrema izquierda para preservar el orden. Pero si eso falla, entonces solo una cosa importará: ganar.

Traducción: Carlos Pissolito

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