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miércoles, 17 de octubre de 2018

¿Una segunda reforma?

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William S. Lind


Roma ha caído.

A partir de la década de 1960, la mayoría de las iglesias protestantes se fracturaron por dos divergencias sobre el Cristianismo. En un campo están aquellos que creen que el Cristianismo fue revelado a la persona de Jesucristo, en las Sagradas Escrituras y en las tradiciones de la iglesia primitiva. Y que el deber de los cristianos de hoy es transmitir esa herencia, inalterada y sin menoscabo a las generaciones futuras, hasta que el Señor regrese. En el otro campo están aquellos que creen que la fe debe reflejar al Zeitgeist, (1) alterándose a sí mismo todo lo que sea necesario para mantener su atractivo global. Ven la revelación como un proceso continuo en el que los nuevos mandamientos pueden anular a los antiguos.



Bajo una apariencia de unidad, esta misma tensión ha estado presente dentro de la Iglesia Católica Romana. Con la publicación de la reciente carta del arzobispo Carlo Maria Vigano, que atribuye la pedofilia sacerdotal a una tolerancia generalizada de la homosexualidad entre el clero romano, la fractura está a la vista. El Zeitgeist ha proclamado que la homosexualidad es normal y al igual que las principales iglesias protestantes, la facción dentro de la iglesia romana que sigue al Zeitgeist, debería seguir su ejemplo. Para los cristianos tradicionales esto es un anatema. Parece que Roma marcha rumbo a un cisma.

Esto puede ser una buena noticia. Un cisma dentro de la Iglesia romana y el surgimiento de una “Iglesia aperturista” romana crearía la posibilidad de una segunda Reforma, con la diferencia de que esta Reforma unificaría en lugar de dividir. Los "protestantes" y los católicos de "Iglesia aperturista" tendrían más en común que con los reformistas en sus propias denominaciones y viceversa. Es concebible que los católicos y los protestantes puedan unirse en dos nuevas iglesias, una que refleje al Zeitgeist y  la otra que defienda al cristianismo tradicional. Dada la cantidad de tradicionalistas católicos y protestantes, una nueva "iglesia aperturista" unida podría ser la más grande, lo suficientemente grande como para ejercer un poder político y cultural sustancial.

Sin duda, los obstáculos serían significativos, especialmente para los tradicionalistas. Los protestantes tradicionales y los católicos tendrían que mirar hacia atrás, antes de la Reforma, para encontrar puntos en común. Los protestantes tendrían que aceptar el concepto  católico de la Eucaristía y adoptar una liturgia válida para sus servicios de comunión (incluso algunas iglesias bautistas tuvieron esta liturgia hasta principios del siglo XX). Los católicos tendrían que compartir la Sucesión apostólica con el clero masculino no católico y renunciar a que los protestantes acepten las innovaciones derivadas del Concilio de Trento, el Vaticano I y el Vaticano II. El Espíritu Santo tendría que hacer un duro trabajo para que pudiera producirse esta unión.

¿Cuáles podrían ser las implicaciones estratégicas de tal reforma? Desde el final de la Guerra de los Treinta Años en 1648, Occidente ha descartado la religión como un factor estratégico. Pero en la actualidad, la principal debilidad estratégica de Occidente es que ya no cree en sí mismo. La voluntad de la cultura occidental de existir murió en la 1ra GM, en el barro de  las masacres del frente occidental. Después de Somme, Verdún y Passchendaele, a los mejores les ha faltado convicción. El Fascismo intentó recuperarlos exaltando la voluntad, pero fracasó, derribado por sus propios errores. Y así, hoy, cuando el viejo Occidente europeo es invadido por hordas de mendicantes de culturas extrañas, con las élites europeas ofreciendo a sus países como felpudos.

Como escribió Russell Kirk, "Toda cultura proviene de un culto". La religión ha estado en el corazón de la mayoría, quizás de todas las culturas desde que surgió la cultura humana. Mientras que la 1ra GM colapsó la fe del Occidente en sí mismo, fue porque la religión, en el núcleo de la cultura occidental, había estado bajo asalto por el racionalismo desde hacía mucho tiempo. Fracturada por la primera Reforma, la Iglesia ya no podía hablar con un voz única y necesaria para responder de manera convincente (sobre esto, consultar el reciente libro de Brad S. Gregory, “La reforma no intencionada”). Al "Cogito ergo sum" (2) de Descartes, una Iglesia unida tendría que haber contestado: "Non est. Deus cogitavit, ergo es". (3)

¿Cómo puede la cultura occidental recuperar la voluntad de existir cuando, en Europa, si las iglesias están vacías es porque la mayoría del clero ya no cree en el Credo de Nicea,(4) mientras que en los EEUU muchas de las iglesias más populares predican un narcisismo terapéutico que tiene poco que ver con esto con tomar la cruz y seguir a Jesús. Entre las élites gobernantes, tanto en Europa como en los EEUU, la fe cristiana se considera un eccema espiritual, una condición desafortunada que debe ser ocultada en público. Así, no puede tener ningún papel que jugar en la estrategia; la noción es, en sí misma, absurda.

Este, entonces, es el significado estratégico potencial de una segunda Reforma, una que una a todos los cristianos tradicionales en una sola iglesia: la recuperación por parte de Occidente de la voluntad de existir. Lejos de ser algo estratégicamente sin importancia, la religión es ahora como lo ha sido siempre, uno de los factores estratégicos más poderosos, una lección que los islamistas nos enseñan regularmente en nuestro propio territorio. Toda  cultura proviene de un culto, y una Iglesia unida, marchando hacia la guerra, bien podría revivir la creencia de los pueblos occidentales en su cultura. Deus vult. (5)

Traducción y notas: Carlos Pissolito.

Notas:

(1)  Zeitgeist es una expresión del idioma alemán que significa "el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)". Se refiere al clima intelectual y cultural de una era. (N.T.)
(2) Pienso, luego existo. (N.T.)
(3) No eres. Dios piensa que eres, luego existes. (N.T.)
(4) El Credo de Nicea es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana, promulgada en el Concilio de Nicea I (325) y ampliado en el Concilio de Constantinopla (381). (N.T.)
(5) El Credo de Nicea es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana, promulgada en el Concilio de Nicea I (325) y ampliado en el Concilio de Constantinopla (381). (N.T.)

 

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