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Willian Lind
En la superficie, la guerra con Irán parece poco probable. El presidente Trump lo ha dejado claro, incluso para los halcones de su administración, que él no quiere la guerra. Fue elegido como el candidato contra la guerra. Hillary era la intervencionista de ojos desorbitados, la que bajo el presidente Obama lanzó la guerra contra Libia que destruyó a ese Estado y que creó otra región sin Estado. Pat Buchanan ha advertido al presidente Trump que la guerra puede ser la de John Bolton, pero será su presidencia la que se destruya.
El mismo deseo de no ir a la guerra es evidente en el otro lado. El 15 de mayo el New York Times informó que:
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei, dijo en comentarios realizados en la televisión estatal que "no va a haber guerra", informó The Associated Press.
"Ni nosotros, ni ellos, estamos buscando la guerra", dijo. "Ellos saben que eso no les beneficia".
Y en una visita a Rusia el martes, el secretario de Estado Mike Pompeo dijo: "Fundamentalmente, no buscamos la guerra con Irán".
Por supuesto, hay otros jugadores. Los neocons, encabezados por el tonto juez John Bolton, están haciendo todo lo posible por sabotear la política de paz del presidente Trump y provocar la guerra que quieren, que parece ser cualquier guerra, en todas partes. El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán puede querer una pelea, aunque es poco probable que desafíe al Ayatollah Khamenei. Hay una cierta ironía en el hecho de que la paz parece depender de Donald Trump y de un Ayatollah loco, pero Dios tiene sentido del humor.
Sin embargo, Estados Unidos e Irán no son los únicos jugadores. Otros dos países de la región quieren la guerra y están haciendo todo lo posible para lograrla. Ambos son muy influyentes en Washington, incluso en la Casa Blanca de Trump. Esos dos países son Israel y Arabia Saudita.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu y su partido Likud han querido una guerra con Irán durante al menos una década. Ven a Irán como la mayor amenaza que enfrenta Israel. Están equivocados al respecto: la mayor amenaza es la propagación del fracaso estatal en la región y el surgimiento de más y más entidades no estatales que luchan en la guerra de la 4ta Generación, pero Tel Aviv, como Washington y casi todas las demás capitales, no capta el reto de la 4ta G. De hecho, dado el arsenal nuclear de Israel, la única amenaza que enfrenta Israel desde Irán es el apoyo iraní a las entidades chiítas de 4ta G. Pero esas entidades y el propio Irán están más enfocados en combatir a los sunitas en la guerra civil suní-chiíta del Islam que en atacar a Israel.
Es por eso que los sunitas de Arabia Saudita quiere una guerra con Irán. El apoyo iraní a los que luchan contra los sunitas, como los hutíes en Yemen, es un obstáculo importante para las ambiciones de Arabia Saudita de difundir su violenta y áspera versión del Islam en todo el mundo musulmán. Pero a diferencia de Israel, Arabia Saudita no se atreve a enfrentar a Irán en una guerra convencional. Mientras los saudíes gastan sumas increíbles en su ejército, ese ejército existe principalmente para el poder interno del trono. Su competencia en la guerra real, como hemos visto en Yemen, es pequeña. Sospecho que los iraníes los patearían en el trasero a los saudíes con facilidad y rapidez y, también, sospecho que los saudíes lo saben.
Entonces, ¿cuál es la respuesta para ambos países? Hacer que los Estados Unidos luchen una guerra con Irán en su nombre. Ambos están trabajando frenéticamente entre bambalinas en Washington para provocar tal guerra. Ambos influyen o controlan una gran cantidad de dinero que se puede canalizar a los políticos que cumplen sus órdenes. Ambos tienen lobbies masivos de Washington. Es como dicen de un cisne: por encima de la línea de flotación todo es sereno, pero, por debajo, se produce un furioso remado.
Así que volvemos a nuestro hecho irónico: la paz parece depender del presidente Trump y del líder supremo de Irán, el ayatollah Khamenei. Ambos están bajo una fuerte presión, el presidente Trump del lobby israelí que lo rodean en la Casa Blanca y el Ayatollah de las fuerzas chiítas de 4ta G que encuentran que sus fondos están disminuyendo rápidamente. Todos debemos esperar que ambos diques se mantengan.
Traducción: Carlos Pissolito.
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