por Carlos Pissolito.
Mural de Mural de Miguel Petrone en el Salón Felipe Vallese de la CGT. |
Como no podía ser de otra manera, los que llegaban, traían las ideologías en boga en Europa. Vale decir las del Socialismo y del Anarquismo.
El gobierno de Roca fue el primero en preocuparse por la cuestión obrera, cuando en 1904, su ministro Joaquín V. González presentó el Código Nacional del Trabajo, que constituyó la legislación social y laboral más avanzada en el mundo.
Mientras tanto, nacían en Francia las ideas del sindicalismo moderno de la mano de George Sorel. Estas eran de carácter apolítico y de naturaleza pragmática, basadas en las necesidades inmediatas del trabajador. Por lo que consideraban al sindicato como una institución básica de la sociaedad.
Con el acceso del radicalismo al poder con Hipólito Yrigoyen se buscó, mediante el voto obligatorio, incorporar a los descendientes de inmigrantes a la vida política del país.
De ese modo, el gobierno se convirtió en el árbitro de las disputas entre patrones y trabajadores, protegiendo el derecho a la sindicalización y a la huelga. Además, promulgó leyes laborales como la del salario mínimo y otros proyectos similares.
Pero, graves contradicciones en la política obrera de Yrigoyen, lo llevaron a la sangrienta represión de la huelga de los obreros de los talleres metalúrgicos Vasena en 1919 y a las huelgas de peones de las estancias patagónicas en 1922.
Esta contradicción podría explicarse por el temor, en el gobierno y en la sociedad civil, respecto de la posibilidad de una revolución social, por influencia de la revolución rusa que estaba en pleno desarrollo.
La revolución de 1943, al menos en sus inicios, no pretendió ser un simple golpe de Estado.
Sino un movimiento que se propuso, no solo la lucha contra el fraude, el peculado y la corrupción de los gobiernos de la llamada década infame. También, intentó implemnetar un cambio en el modelo de país.
Con el nombramiento del coronel Perón en la Secretaría de Trabajo. Se Inició un acercamiento a los dirigentes sindicales socialistas nucleados en la CGT y en la Unión Ferroviaria, el gremio más grande del país, dispuesto a colaborar con el gobierno.
Perón, al efecto, impulsó la Ley de Asociaciones Profesionales, por los que los sindicatos pasan a ser instituciones de bien público, con personería gremial y con autonomía inviolable por parte del Estado.
Con el triunfo de la fórmula Perón/Quijano, en febrero de 1946, el movimiento obrero adquiere una importancia que nunca antes había tenido antes, convirtiéndose en la columna vertebral del movimiento peronista. La CGT en 1947 pasa a tener 1.500.000 afiliados y en 1950, llega a los 5 M.
Dice Perón en un discurso pronunciado en 1950: “El sindicato ha dejado de ser una organización creada exclusivamente para la lucha, para pasar a ser una organización que defiende intereses profesionales y los beneficios para sus asociados en toda forma, material, moral, espiritual y culturalmente. Creando mutualidades, cooperativas y escuelas sindicales.”
Pero, serían los comunistas los más acérrimos opositores al nuevo régimen sindical. Ya que con esta filosofía y organización perdían uno de sus principales instrumentos de presión. Cual era el uso político del movimiento obrero. Acorde con los tiempos, acusarían al sindicalismo peronista de “fascista”.
Para entender la falsedad de esta acusación, baste citar al propio Benito Mussolini en su famosa fórmula política de la “Scala de Milano”, cuando dice: “Todo en el Estado, nada fuera del Estado”. Por lo que sindicato fascista es una parte del Estado y que, como tal, no tiene -por ejemplo- derecho a huelga, ya que tiene que obedecer, seimpre, a las directivas estatales.
Como vemos el sindicalismo fascista sirve al Estado totalitario, mientras que el propugnado por el Justicialismo, se erige en un cuerpo intermedio al servicio del bien común de sus asociados. Como tal, reconoce como sus antecedentes ideológicos a las bases dell Derecho Natural propugnado por autores como La Tour du Pin y Albert de Mun.
El sindicalismo peronista, es no solo una respuesta al Socialismo de su época. También, lo es frente al Liberalismo, el que después de la Revolución francesa, había reducido a la sociedad a un simple agregado de individuos frente al Estado, sin organizaciones intermedias entre ambos que lo defendieran.
Pasando de la historia a la política. Aprecio que no serán pocas las voces que pretenderán rebatir estas afirmaciones. Seguramente para ellos los sindicalistas no son más que una mafia organizada. Citarán en su apoyo una interesante casuística.
No voy a aburrir al lector con mis contrafundamentos. Simplemente, me limitaré a decir que la Política es el arte de lo posible en el marco de la Ética. Y citando, a un viejo dicho campero, cierro diciendo que: “un buen adobe, necesita un poco de bosta”. Igualmente, no veo a nuestros sindicalistas ajenos o sobreviviendo a un entorno como el argentino si no actuaran como presuponemos que actúan. Pues, aquellos que han querido el sistema perfecto han terminado de la peor forma. Ya sea en el totalitarismo o en el anarquismo. Porque, ya lo sabemos, lo perfecto es enemigo de lo bueno.
NOTA 1: Agradezco mis lecturas y mis conversaciones con el filósofo, Dr. Alberto Buela, que me sirvieron para redondear estas ideas. Unas que nunca me fueron extrañas del todo, pues soy un feliz egresado del Colegio Militar de Nación, cuna de líderes.
NOTA 2: Mi amigo, Diego Angeloni, me aclara que el dicho completo afirma que "el adobe se hace con bosta, pero bien cocinado y del lado de adentro". Lo que bien interpretado viene al caso.
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