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lunes, 16 de diciembre de 2019

La difusión de los desórdenes y las Guerras de 4ta G.


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por William S. Lind

Un manifestante arroja piedras contra
fuerzas policiales en Santiago de Chile. 
En los Estados Unidos, el número de tiroteos masivos continúa aumentando. En el Líbano, Irak, Hong Kong y Chile, los manifestantes llenan las calles durante semanas o meses. En Francia, esa cuna del desorden, los chalecos amarillos se han quedado en silencio por ahora, pero probablemente no por mucho tiempo. ¿Qué esta pasando? ¿Y qué tiene que ver, en todo caso, con las Guerras de la 4ta Generación?



Para abordar la última pregunta, debemos recordar que las Guerras de la 4ta Generación están enraizada en una crisis de legitimidad del Estado. A medida que las personas cambian su lealtad primaria del Estado a una amplia variedad de otras cosas, el Estado pierde su monopolio sobre la guerra y la organización social. Y a medida que esos monopolios desaparecen, el desorden se extiende.

Lo que estamos viendo en la propagación de un trastorno que no es una guerra de la 4ta Generación en sí. Pero es un fracaso del Estado. Como Martin van Creveld argumenta en The Rise and Decline of the State, el Estado surgió con un solo propósito: establecer y mantener el orden y la seguridad de las personas y la propiedad. Los Estados que no pueden hacer eso pierden su legitimidad.

Aquí es donde vemos una respuesta a nuestra primera pregunta, ¿qué está pasando? En más y más lugares, los Estados no logran mantener el orden, pero permanecen como vehículos de la Nueva Clase, del Establishment. El Establishment dirige el Estado, no para proporcionar seguridad a las personas y propiedades para todos, sino para su propio beneficio. Utiliza su control del Estado para darse puestos, dinero (mucho), poder, prestigio, etc. Luego, los emplea para eximirse de las consecuencias del fracaso del Estado; es decir, vive en comunidades cerradas, sus hijos van a escuelas privadas y sus trabajos no emigran al extranjero.

Una de las características interesantes del nuevo desorden mundial es que proviene principalmente de la clase media. Los chalecos amarillos son un ejemplo sorprendente. Pero los jóvenes que llenan las calles de Bagdad y Hong Kong también suelen ser de clase media. Son estudiantes universitarios o recién graduados universitarios. Están tomando las calles porque en todo el mundo, la clase media está bajo una presión cada vez mayor. Los títulos universitarios ya no traen buenos trabajos. Las pensiones y los cheques de sueldos ya no duran hasta fin de mes. Mantener incluso un vestigio de un nivel de vida de clase media requiere endeudarse aún más. El Estado surgió para proporcionar seguridad, pero ahora genera una creciente inseguridad para la clase media.

Hasta ahora, el desorden parece estar dirigido contra el Establishment que dirige el estado, no el estado en sí. Por eso no es la guerra de Cuarta Generación. Si se demuestra que es posible arrancar el establecimiento y reemplazarlo con gobernadores que sirven a la clase media en lugar de a sí mismos, es probable que el estado permanezca. Sin embargo, si el Establishment puede mantenerse en el poder a pesar de su fracaso en la gobernanza, entonces en algún momento es probable que las personas comiencen a renunciar al propio Estado. En ese momento estaremos viendo varias Guerras de 4ta Generación, muchas.

Uno de los pocos beneficios del circo que es la acusación del presidente Trump, es que ha obligado al Establishment de Washington, el Estado Profundo de los Estados Unidos, a manifestarse. Los "testigos" contra el Presidente (ninguno de los cuales parece haber presenciado realmente nada) están en puestos muy bien remunerados y de alto prestigio. Han tenido carreras distinguidas, desde las "escuelas correctas" en adelante. Todos están, profundamente, comprometidos con el orden mundial globalista. Y detestan al presidente porque él no es uno de ellos.

Si el Establishment logra expulsar al presidente Trump de su cargo, de una forma u otra, el mensaje a las personas que votaron por él será simple: usted no cuenta y nunca lo hará. En ese momento, muchos de esos votantes comenzarán a cuestionar el sistema en sí, si aún no lo están haciendo. Y ese sistema es el Estado.

Al final, los Estados no pueden seguir siendo un coto de caza privado para la Nueva Clase. Como Martin van Creveld me dijo hace años en mi oficina de Capitol Hill, todos pueden verlo, excepto las personas en las ciudades capitales.

Traducción: Carlos Pissolito

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