por Carlos Pissolito
Si tuviéramos que hacer una balance del 2019, desde el punto de vista de la geopolítica, no tendríamos ninguna duda en incluir la inmensa y las casi simultánea olas de descontento que rompieron en varias sociedades alrededor del Mundo.
Una marea de sucesos que no ha terminado y que nos marca el camino de lo que se viene. Tal como ha quedado evidenciado en varias protestas populares que perduran en el tiempo, pese a la represión o, incluso, a las concesiones por parte de los gobiernos, en lugares tan disimiles como Hong Kong y Santiago de Chile.
Es difícil predecir cómo evolucionarán, en general, y cada una de ellas, en particular. Sí se podría afirmar que la causa principal de la mayoría, es un problema relacionado con la legitimidad de los distintos sistemas políticos donde estos procesos tienen lugar.
Las posibles explicaciones son varias. Están las que las justifican por el incremento de las desigualdades sociales en su seno (Coeficiente de Gini), fallas en los sistemas democráticos de representación o, también, no faltan los que apelan a diversas teorías conspirativas.
Sea como sea, no cabe duda que estos procesos continuarán durante el 2020. La historia nos muestra que ninguna revolución, si este fuera el caso de algunos de estos procesos, se hizo en pocos días.
Lo único que podemos anticipar con cierta certeza es que los niveles de inestabilidad e incluso, de explosiva volatilidad no sólo se mantendrán, también, podrían escalar en lugares con las condiciones necesarias.
En casi todos los casos, la buena o mala relación de los mandantes civiles con sus fuerzas armadas será un factor clave. Lo mismo que la disposición de organizaciones intermedias con los cuales poder sentarse a negociar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario