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por William S. LIND
El contraste más interesante que surgió de las recientes elecciones británicas no es la brecha entre los conservadores ganadores y los laboristas, que perdieron por mucho. Es la diferencia entre las elecciones de 2017 y 2019.
En 2017, la desafortunada Sra. May, entonces Primer Ministro conservador, intentó lo mismo que Boris Johnson hizo este año. Ella convocó una elección para obtener una mayoría sólida en el Parlamento para poder hacer que ocurriera el Brexit. En cambio, los conservadores perdieron escaños, obligándolos a formar un gobierno de coalición e imposibilitando el Brexit. ¿Por qué resultó tan diferente solo dos años después?
La Sra. May era una conservadora del Establishment, similar a los republicanos norteamericanos. Sus políticas se orientaron hacia el globalismo y las grandes empresas como a las finanzas que se benefician del globalismo. Jugó bien en las reuniones de los líderes europeos, usó, debidamente, los santos y señas del marxismo cultural y no tenía nada para decirles a los votantes laboristas tradicionales del norte de Inglaterra.
Boris Johnson, en cambio, es un populista, similar en muchos aspectos al presidente Trump. Pudo atraer a los votantes tradicionales conservadores y laboristas por igual. Prometió tomar decisiones y actuar donde la Sra. May había vacilado. Jugó al toro en la tienda de porcelana de la Unión Europea, disfrutando de lanzar y atacar a los eurócratas y líderes europeos establecidos por igual. Parecía preocuparse poco por la corrección política, en lugar de "Gran Bretaña primero" o incluso "Inglaterra primero", un punto que no se pierde en los escoceses (que son subsidiados por los ingleses). Muchos votantes ingleses que habían sido laboristas en cuestiones económicas fueron influenciados por el mensaje cultural de "mantengamos a Inglaterra inglesa". Como entiende el presidente Trump, al menos en tiempos de relativa prosperidad, la cultura triunfa sobre la economía.
Estos factores fueron, creo, más importantes para moldear el resultado de las elecciones que el Brexit o el neomarxismo de Jeremy Corbyn. Representan un amplio movimiento político que está creciendo en todo Occidente. Cada vez más europeos y estadounidenses rechazan el marxismo cultural en todas sus obras, incluida la inmigración masiva, el culto a los perdedores y la pretensión de que la raza, el origen étnico y la cultura no importan. Están orgullosos de la historia de su nación, incluso en el caso de Inglaterra que manejó la mayor parte del mundo durante varios siglos y hacen un buen trabajo, mejor, ciertamente, que los que vinieron después de ellos (el Rey Jorge nunca hubiera soñado con gravar con impuestos a los estadounidenses como, en gran medida, lo hace "su propio" gobierno, ahora). (1)
Los partidos del Establishment y los políticos tendrán que adaptarse al surgimiento de una verdadera derecha o quedar marginados. En Europa, vemos una combinación de ambos. En Alemania, la CDU, falsamente conservadora, está perdiendo terreno, al igual que los socialdemócratas y la verdadera derecha de la AFD, es ahora la oposición en el Reichstag (como se llamará nuevamente cuando la AFD gane la mayoría). (2) En Francia, Monsieur Macron solo puede solo envidiar las encuestas de popularidad del presidente Trump. Los italianos vuelven a encontrar mucho que admirar en el Duce.
¿Qué suma todo esto? A la derrota del marxismo cultural, también conocido como corrección política o "multiculturalismo". Pronto, en todo Occidente, las mayorías entregarán sus gobiernos a partidos que rechacen las autodestructivas demandas culturales del marxismo, el rechazo de la orgullosa historia de las naciones como solo historias de "opresión", el uso del poder del gobierno para poner a los no blancos y los a inmigrantes sobre blancos nativos, a la inundación de países ordenados con agentes de desorden. Los marxistas culturales se han extralimitado y están en un curso balístico hacia la papelera de la historia. A medida que perciben ese rumbo, responden volviéndose más exigentes, más estridentes y más absurdos. La gente ha visto al hombre detrás de la cortina de la izquierda, e Karl Marx, ahora vestido con políticas culturales fallidas en lugar de políticas económicas fallidas. Su reacción es un, "Puaj".
Como dice la línea de Cabaret, el futuro me pertenece. (3)
Traducción y notas: Carlos Pissolito.
Notas:
(1) Se refiere al Jorge III del Reino Unido, quien en 1776 introdujo la Ley del Timbre, que impuso un nuevo impuesto que motivaron la sublevación de las colonias británicas en Norteamérica.
(2) El edificio del Reichstag es un famoso edifico que fue la sede del gobierno en tiempos del II Imperio alemán (1871-1918).
(3) La película musical norteamericana "Cabaret" se desarrolla en el Berlín de postguerra y la línea que se menciona es pronunciada por un integrante de las Juventudes Hitlerianas.
por William S. LIND
La escena de la película Cabaret en la que un integrante de las Juventudes Hitleristas afirma que el futuro le pertenece |
En 2017, la desafortunada Sra. May, entonces Primer Ministro conservador, intentó lo mismo que Boris Johnson hizo este año. Ella convocó una elección para obtener una mayoría sólida en el Parlamento para poder hacer que ocurriera el Brexit. En cambio, los conservadores perdieron escaños, obligándolos a formar un gobierno de coalición e imposibilitando el Brexit. ¿Por qué resultó tan diferente solo dos años después?
La Sra. May era una conservadora del Establishment, similar a los republicanos norteamericanos. Sus políticas se orientaron hacia el globalismo y las grandes empresas como a las finanzas que se benefician del globalismo. Jugó bien en las reuniones de los líderes europeos, usó, debidamente, los santos y señas del marxismo cultural y no tenía nada para decirles a los votantes laboristas tradicionales del norte de Inglaterra.
Boris Johnson, en cambio, es un populista, similar en muchos aspectos al presidente Trump. Pudo atraer a los votantes tradicionales conservadores y laboristas por igual. Prometió tomar decisiones y actuar donde la Sra. May había vacilado. Jugó al toro en la tienda de porcelana de la Unión Europea, disfrutando de lanzar y atacar a los eurócratas y líderes europeos establecidos por igual. Parecía preocuparse poco por la corrección política, en lugar de "Gran Bretaña primero" o incluso "Inglaterra primero", un punto que no se pierde en los escoceses (que son subsidiados por los ingleses). Muchos votantes ingleses que habían sido laboristas en cuestiones económicas fueron influenciados por el mensaje cultural de "mantengamos a Inglaterra inglesa". Como entiende el presidente Trump, al menos en tiempos de relativa prosperidad, la cultura triunfa sobre la economía.
Estos factores fueron, creo, más importantes para moldear el resultado de las elecciones que el Brexit o el neomarxismo de Jeremy Corbyn. Representan un amplio movimiento político que está creciendo en todo Occidente. Cada vez más europeos y estadounidenses rechazan el marxismo cultural en todas sus obras, incluida la inmigración masiva, el culto a los perdedores y la pretensión de que la raza, el origen étnico y la cultura no importan. Están orgullosos de la historia de su nación, incluso en el caso de Inglaterra que manejó la mayor parte del mundo durante varios siglos y hacen un buen trabajo, mejor, ciertamente, que los que vinieron después de ellos (el Rey Jorge nunca hubiera soñado con gravar con impuestos a los estadounidenses como, en gran medida, lo hace "su propio" gobierno, ahora). (1)
Los partidos del Establishment y los políticos tendrán que adaptarse al surgimiento de una verdadera derecha o quedar marginados. En Europa, vemos una combinación de ambos. En Alemania, la CDU, falsamente conservadora, está perdiendo terreno, al igual que los socialdemócratas y la verdadera derecha de la AFD, es ahora la oposición en el Reichstag (como se llamará nuevamente cuando la AFD gane la mayoría). (2) En Francia, Monsieur Macron solo puede solo envidiar las encuestas de popularidad del presidente Trump. Los italianos vuelven a encontrar mucho que admirar en el Duce.
¿Qué suma todo esto? A la derrota del marxismo cultural, también conocido como corrección política o "multiculturalismo". Pronto, en todo Occidente, las mayorías entregarán sus gobiernos a partidos que rechacen las autodestructivas demandas culturales del marxismo, el rechazo de la orgullosa historia de las naciones como solo historias de "opresión", el uso del poder del gobierno para poner a los no blancos y los a inmigrantes sobre blancos nativos, a la inundación de países ordenados con agentes de desorden. Los marxistas culturales se han extralimitado y están en un curso balístico hacia la papelera de la historia. A medida que perciben ese rumbo, responden volviéndose más exigentes, más estridentes y más absurdos. La gente ha visto al hombre detrás de la cortina de la izquierda, e Karl Marx, ahora vestido con políticas culturales fallidas en lugar de políticas económicas fallidas. Su reacción es un, "Puaj".
Como dice la línea de Cabaret, el futuro me pertenece. (3)
Traducción y notas: Carlos Pissolito.
Notas:
(1) Se refiere al Jorge III del Reino Unido, quien en 1776 introdujo la Ley del Timbre, que impuso un nuevo impuesto que motivaron la sublevación de las colonias británicas en Norteamérica.
(2) El edificio del Reichstag es un famoso edifico que fue la sede del gobierno en tiempos del II Imperio alemán (1871-1918).
(3) La película musical norteamericana "Cabaret" se desarrolla en el Berlín de postguerra y la línea que se menciona es pronunciada por un integrante de las Juventudes Hitlerianas.
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