Estrategia - Relaciones Internacionales - Historia y Cultura de la Guerra - Hardware militar. Nuestro lema: "Conocer para obrar"
Nuestra finalidad es promover el conocimiento y el debate de temas vinculados con el arte y la ciencia militar. La elección de los artículos busca reflejar todas las opiniones. Al margen de su atribución ideológica. A los efectos de promover el pensamiento crítico de los lectores.

jueves, 23 de enero de 2020

Nunca subestimes a la estupidez humana.

Capítulo 11 (HARARI, Yubal N. “21 Lessons for the 21st Century”. Kindle Edition. Trad.: Carlos Pissolito).






GUERRA

Nunca subestimes a la estupidez humana


Las últimas décadas han sido la más pacífica era en la historia humana. En las primeras sociedades agrícolas la violencia humana causaba hasta el 15% del total de las muertes humanas y en el siglo XX causó un 5%, hoy solo es responsable de un 1%.  Pero desde la crisis financiera del 2008, la situación internacional se ha deteriorado rápidamente, guerrear se ha puesto de moda y los gastos militares se han disparado. Tanto la gente común como los expertos temen que como en 1914, cuando la muerte de un Archiduque encendió la 1ra GM, también, en el 2018 un incidente en el desierto sirio o una mala jugada en la Península de Corea puedan iniciar una guerra global.

Dadas las personalidades de los líderes en Washington, Pyongyang y en otros lugares hay un incremento de la tensión que causa preocupación. Aunque hay varias diferencias claves entre 1914 y el 2018. En particular en el 1914, la guerra tuvo un gran atractivo para las élites a lo largo del mundo porque ellos tenían muchos ejemplos concretos de cómo las guerras habían contribuido a la prosperidad económica y al poder político. Por el contrario, en el 2018, las guerras exitosas parecen ser una especie en extinción.



Desde los días de los asirios y de los Qin, los grandes imperios eran generalmente construidos por medio de la conquista.  En 1914, también, las potencias le debían su status a guerras exitosas. Por ejemplo, el Japón se había transformado en una potencia regional debido a sus victorias sobre China y Rusia; Alemania se había transformado en el perro más bravo de Europa por su triunfo sobre Austria-Hungría y Francia y la Gran Bretaña había creado el más grande y próspero imperio del mundo con una serie de pequeñas y espléndidas guerras alrededor de todo el planeta -en 1882 cuando Gran Bretaña invadió y ocupó Egipto sólo perdió 57 soldados en la decisiva batalla de Tel el-Kebir. Sea como sea, hoy ocupar un país musulmán sería una pesadilla para cualquier estado mayor occidental, siguiendo Tel el-Kebir los británicos se enfrentaron a muy poca resistencia armada y solo seis décadas después controlaban el Valle del Nilo y el vital Canal de Suez. Los otros poderes europeos emulaban a los británicos y cada vez que podían en París, en Roma o en Bruselas contemplaban poner sus botas en Vietnam, en Libia o en el Congo, lo único que tenían era que alguno de los otros europeos pudiera llegar primero.

Aún los Estados Unidos, sin gran poder militar de acción pero con uno de tipo económico, en 1846 invadió México y conquistó California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y partes de Colorado, Kansas, Wyoming y Oklahoma. El tratado de paz, también, confirmó la previa anexión de Texas. Alrededor de 13.000 soldados norteamericanos murieron en la guerra que le agregó 2.300.000 kilómetros cuadrados a los Estados Unidos (más que la superficie combinada de Francia, Gran Bretaña, Alemania, España e Italia).  Fue la gran jugada del milenio.

En 1914 las elites en Washington, en Londres y en Berlín sabían, exactamente, lo que era hacer una guerra exitosa y cuanto se podía ganar con ellas. En contraste, en el 2018 las élites globales tiene muy buenas razones para sospechar que este tipo de guerra se ha extinguido. En consecuencia, algunos dictadores del Tercer mundo y actores no estatales se han manejado para progresar a través de la guerra, las potencias son las que parecen no saber cómo hacerlo.

La más grande victoria, de la cual se tenga memoria, la de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética, se logró sin ninguna confrontación militar mayor. Los Estados Unidos saborearon el gusto de las viejas glorias militares con la Primera Guerra del Golfo, pero esto solo los tentó a desperdiciar miles de millones de dólares y a humillantes fiascos militares en Irak y en Afganistán. China, el poder naciente a principios siglo XXI, asiduamente ha evitado los conflictos armados, a partir de su fallida invasión contra Vietnam en 1979 y hoy le debe su ascenso a estrictos factores económicos. En esto, no ha emulado  a los imperios japonés,  alemán o italiano de preguerra de 1914; pero sí a los japoneses, a los alemanes y a los italianos y a sus milagros económicos después de la era de 1945. En todos los casos, la prosperidad económica y el poder  geopolítico se obtuvo sin disparar un solo tiro.

Aún en el medio oriente, el coliseo de la lucha mundial, los poderes regionales no saben cómo librar una guerra exitosa. Irán no ganó nada con su sangrienta guerra con Irak y, subsecuentemente, evitó toda confrontación militar directa. Los iraníes financiaron y armaron a movimientos locales desde Irak hasta Yemen, enviando a sus guardias revolucionarios a ayudar a sus aliados en Siria y en el Líbano; pero están lejos de querer invadir algún país. Irán se ha transformado, recientemente, en el hegemón regional, no por ninguna victoria brillante,  más bien, por default. Ya que sus dos más grandes enemigos, los Estados Unidos e Irak se han visto enzarzado en una guerra que ha destruido tanto a los iraquíes como que ha disminuido el apetito norteamericano por inmiscuirse en las cuestiones del Medio Oriente. En consecuencia le han dejado a Irán los despojos.

Mas de lo mismo se puede decir de Israel, cuya última guerra exitosa fue librada en 1967. A partir de allí, Israel progresó, pese a muchos años de guerras y no gracias a ellas. La masa de sus territorios ocupados son una pesada carga económica y le restan capacidades políticas.  Muy similar a Irán, Israel, recientemente, ha mejorado su posición geopolítica, no por librar alguna guerra exitosa, sino, más bien, por evitar aventuras militares. Mientras que la guerra ha  asolado a los enemigos de  Israel en Irak, en Siria y en Libia, Israel ha permanecido tranquila.

El no verse envuelta en la guerra civil siria, se puede argumentar, que ha sido el mayor logro político del Primer Ministro Benjamín Netanyahu (en marzo de 2018).  Las Fuerzas de Defensa de Israel podrían haber tomado Damasco en una semana, pero ¿qué hubieran ganado los israelíes con esto?  Hubiera sido, aún más fácil, para ellas conquistar Gaza y echar al régimen de Hamas, pero Israel ha declinado hacerlo con su poder militar. Y contra toda la retórica guerrera de sus políticos, Israel sabe que tiene muy poco que ganar en una guerra. Como los Estados Unidos, China, Alemania, Japón e Irán; Israel parece haber entendido que en el siglo XXI,  la estrategia más exitosa es sentarse en la cerca y dejar que otros hagan la pelea por uno.

LA VISIÓN DESDE EL KREMLIN

A partir de que la única invasión exitosa montada por una gran potencia en el siglo XX ha sido la conquista rusa de Crimea.  En febrero del 2014 fuerzas rusas invadieron a su vecina Ucrania y ocuparon la Península de Crimea mientras era, subsecuentemente, anexada a Rusia.  Casi sin lucha Rusia ganó  un territorio estratégicamente vital, le impuso el miedo a sus vecinos y se restableció a sí misma como un poder mundial.  Sin embargo, la conquista tuvo éxito debido a un extraordinario set de circunstancias. Ni el ejército ucraniano ni la población local mostraron mucha resistencia a los rusos, mientras que otras potencias no actuaron, directamente, para intervenir en la crisis. Esta circunstancia, difícilmente, se pueden reproducir en algún otro escenario mundial. Si la precondición para una guerra exitosa es la ausencia de enemigos deseosos de resistir al agresor, esto limita, seriamente, sus oportunidades.

De hecho, cuando Rusia pensó en reproducir el éxito de Crimea en otras partes de Ucrania se encontró con resistencias sustanciales y con la perspectiva de que una guerra en la Ucrania Oriental se hubiera estancado en forma improductiva.  Aún peor (para la perspectiva de Moscú), la guerra hubiera desatado sentimientos anti rusos en Ucrania y vuelto a ese país aliado en un enemigo interior, tal como sucedió con la Primer Guerra del Golfo y la tentación norteamericana de sobrerreaccionar en Irak, el éxito de Crimea podría haber tentado a los rusos hacer lo mismo en Ucrania.

Tomadas en conjunto las guerra rusas en el Cáucaso y en Ucrania, en los primeros años del siglo XXI, difícilmente, puedan ser descritas como exitosas. En consecuencia, ellas han incrementado el prestigio ruso como una gran potencia, pero también han remarcado la falta de confianza y en la animosidad contra Rusia y, en términos económicos, ha sido una empresa perdida.  Los centros turísticos en Crimea y las decrépitas factorías soviéticas en Luhansk y en Donetsk, difícilmente, balanceen el precio del financiamiento de la guerra y, ciertamente, no compensan los costos del capital internacional que se fue después de las sanciones, para comprender las limitaciones de la política rusa, uno nada más tiene que comparar el inmenso progreso económico de China en los últimos 20 años con la estagnación de la “victoriosa” Rusia durante el mismo periodo.

Más allá de las fuertes declaraciones desde Moscú, la élite rusa está, probablemente, bien al tanto de los costos reales y de los beneficios de sus aventuras militares y es por ello que ha tenido mucho cuidado en permitir su escalada. Rusia ha seguido la norma escolar de atacar en el recreo al niño más débil, sin golpearlo demasiado para evitar la intervención de algún maestro. Si Putin se hubiera conducido en esta guerra con el espíritu de Stalin, de Pedro el Grande o de Gengis Khan los tanques rusos, desde hace tiempo, que podrían haber aplastado Tiblisti,  qué sino Varsovia y Berlín.  Pero Putin no es Stalin ni Gengis Khan. Él parece conocer mejor que nadie que el poder militar no puede ir muy lejos en el siglo XXI y que librar guerras exitosas significa librar guerras limitadas, aún en Siria, donde pese a la rudeza de los ataques aéreos rusos, Putin ha tratado, cuidadosamente, de minimizar la huella rusa y evitar toda pelea seria para prevenir una guerra que pudiera dividir a las naciones vecinas.

De hecho, desde una perspectiva rusa, toda movida,  supuestamente, agresiva en los años recientes no han sido los primeros movimientos de una guerra global, sino un intento de mejorar sus expuestas defensas. Los rusos pueden justificar este punto, a partir de que luego  de sus retiradas pacíficas, a finales de los ochenta y principios 90, ellos fueron tomados como enemigos derrotados. Los Estados Unidos y  la OTAN tomaron ventaja de la debilidad rusa y pese a las promesas en contrario, expandieron la OTAN al este de Europa y aún a las ex repúblicas soviéticas. Occidente llegó a ignorar los intereses rusos en el Medio Oriente, invadió Serbia e Irak y con dudosos pretextos, dejó bastante claro Rusia solamente podía confiar en su propio poder militar para proteger su esfera de influencia de las incursiones occidentales. Desde esta  perspectiva las recientes movidas rusas hay que achacársela, tanto a Bill Clinton  como a George W. Bush antes que a Vladimir Putin.

Por supuesto que las acciones militares rusas en Georgia, en Ucrania y en Siria bien podrían ser los fuegos  de preparación de una política Imperial mucho más dura. Aún si Putin no ha dispone de grandes planes, hasta el momento, para grandes conquistas;  el éxito, muy bien, puede aumentar estas ambiciones. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la Rusia de Putin es mucho más débil que la Unión soviética de Stalin y a menos que se una con otros países, como China; no podría estar en condiciones de llevar adelante otra Guerra Fría sola y sin apoyo. Tanto su población como su producción se ve empequeñecida por la de  los Estados Unidos (325 millones de personas y 19 billones de producto bruto interno) y por la Unión Europea (500 millones de personas y 21 billones de producto bruto interno). Juntos los Estados Unidos y la Unión Europea tienen 5 veces más población que Rusia y son 10 veces más ricos que ella.

Los recientes desarrollos tecnológicos hacen aún mayor estas diferencias de lo que parecen. La Unión Soviética alcanzó su cénit a mediados del siglo XX, cuando sus industrias pesadas eran la locomotora de la economía global y la economía centralizada soviética sobresalía en la producción en masa de tractores, de camiones, de tanques y de misiles intercontinentales. Hoy en día, la tecnología la información y la biotecnología son mucho más importantes que la industria pesada; pero Rusia no destaca en ninguna de esas áreas.  En consecuencia, más allá de su impresionante capacidad para la guerra cibernética, carece de un sector civil para la inteligencia artificial y su economía, todavía, confía demasiado en los recursos naturales, particularmente en el petróleo y en el gas. Esto puede ser lo suficientemente bueno para enriquecer a unos pocos oligarcas y para mantener a Putin en el poder; pero no es suficiente para ganar una carrera de armas digital y de biotecnologicas.

Aún más importante, la Rusia de Putin carece de una ideología universal.  Durante la Guerra Fría la Unión Soviética confiaba en el atractivo global del comunismo tanto como en el alcance global del Ejército Rojo. El putinismo, en contraste, tiene poco que ofrecer a cubanos, a vietnamitas o a los intelectuales franceses. El autoritarismo nacionalista, de hecho, se puede expandir por el mundo; pero es su propia naturaleza la que no es conductiva para el establecimiento de bloques internacionales. Como sea, el comunismo polaco y el ruso estaban ambos dedicados, al menos en teoría, por intereses universales, a la clase trabajadora. El nacionalismo polaco y el nacionalismo ruso, por definición, están abocados a intereses opuestos. Mientras la elevación de Putin encienda al nacionalismo polaco, lo único que va a lograr es hacer a los polacos más anti rusos de lo que eran antes.

Sin embargo Rusia se ha embarcado en una campaña global de desinformación y de subversión que va en contra de la NATO y la  UE; pero no parece que vaya a embarcarse en otra campaña de conquista psicológica global. Y uno podría llegar a tener la esperanza, con algún tipo de justificación, de que la ocupación de Crimea, que las incursiones rusas en Georgia y en el este de Ucrania, quedarán como ejemplos aislados, antes que como anuncios de una nueva era de  guerra.


EL ARTE PERDIDO DE GANAR GUERRAS

¿Por que es difícil para las grandes potencias librar guerras en forma exitosa en el  siglo XXI? hay una razón y es el cambio de la naturaleza de los bienes económicos.  En el pasado, estos  eran mayormente materiales. En consecuencia, era relativamente fácil enriquecerse mediante la conquista; ya que si uno derrotaba a un enemigo en el campo de batalla, uno podía cobrarse vendiendo sus ciudadanos en los mercados de esclavos y ocupando valiosos territorios y minas de oro. Los romanos prosperaron vendiendo cautivos a los griegos y a los galos y en el siglo XIX los norteamericanos lo hicieron ocupando las minas de oro de California y vendiendo los rebaños de ganado de los ranchos de Texas.

Pero, en el siglo XXI, solo una pequeña ganancia se puede obtener de este modo. Hoy en día, los principales bienes económicos consisten en conocimiento técnico e institucional antes que en campos de trigo, minas de oro o, aún, en pozos de petróleo y uno no puede, simplemente, conquistar el conocimiento mediante la guerra.  Una organización como el Estado Islámico puede, todavía, florecer mediante el saqueo de ciudades y de pozos petroleros en el Medio Oriente -este ha conquistado más de U$ 500 millones de bancos iraquíes y en el 2015 otros 500 millones vendiendo petróleo- pero para una gran potencia como China o los Estados Unidos son  sumas pequeñísimas.  Con un producto bruto interno de más de 20 billones, China muy difícilmente, pueda Iniciar una guerra por unos pocos miles de millones, ya que tendría que gastar billones de dólares en una guerra contra los Estados Unidos. ¿Cómo podría China reparar esos gastos, a la par de compensar los daños de la guerra con las oportunidades de comercio perdidas? ¿Podría un victorioso Ejército Popular de Liberación chino saquear el rico Silicon Valley. Verdad, corporaciones como Apple, Facebook y Google valen billones de dólares, pero no pueden ser obtenidos por la fuerza. No hay minas de silicón en Silicon Valley.

Una guerra exitosa todavía, teóricamente, puede traernos grandes beneficios, dándole al vencedor la posibilidad de modificar el sistema de comercio mundial en su favor,  como lo hizo Gran Bretaña después de su victoria sobre Napoleón y como lo hicieron los Estados Unidos después de su victoria sobre Hitler. Sin embargo, los cambios en la tecnología militar hacen muy difícil repetir esto en el siglo XXI.  La bomba atómica ha hecho que cualquier victoria en una guerra mundial se convierta en un suicidio colectivo.  No es una coincidencia que nunca después de Hiroshima, las superpotencias no se hayan peleado, alguna vez,  la una contra la otra, directamente, en lugar de hacerlo en la única forma posible (para ellas) que es en conflictos de baja intensidad, en los cuales la tentación de usar armas nucleares para evitar la derrota es muy pequeña. De hecho, aún atacando a potencias nucleares de segundo orden, como Corea del Norte es una muy poco atractiva proposición. Da miedo pensar que la familia de Kim puede hacerlo ante la perspectiva de una derrota militar.

La ciberguerra hace las cosas, aún peor, para un mundo de aspirantes a imperialistas. En los buenos y viejos tiempos de la Reina Victoria y de la ametralladora Maxim, el Ejército británico podía masacrar a unos “negritos” en algún desierto alejado sin arriesgarse a perder la paz en Manchester o en Birmingham. Aún en los días de George Bush, los Estados Unidos podían llevar el terror a Bagdad o a Fallujah, mientras que los iraquíes no tenían medios para tomar represalias contra San Francisco o contra Chicago. Pero, si los Estados Unidos ataca, ahora, a países que poseen, aún, una capacidad moderada para la ciberguerra, la guerra puede ser, rápidamente, llevada a California o a Illinois, en minutos. Malware y bombas lógicas pueden detener el tráfico aéreo en Dallas, causar que los trenes choquen en Filadelfia y tirar abajo la red eléctrica en Michigan.

En la era de las grandes conquistas, la guerra era un asunto de bajo daño y de alta ganancia. En la batalla de Hastings  en 1066, Guillermo el Conquistador ganó toda Inglaterra, en un solo día, al costo de unos pocos miles de muertos.  La guerra cibernética y las armas nucleares, por el contrario, son armas que producen un gran daño con tecnologías de bajo costo. Son armas que pueden ser utilizadas para destruir países enteros, pero que no sirven para construir imperios que den ganancias.

En consecuencia, el mundo está harto de los blandedores de sables y de las malas vibras. Probablemente, la mejor garantía para la paz es que las grandes potencias ya no están familiarizadas con ejemplos recientes de guerras exitosas. Mientras que Genghis Khan o Julio César podían invadir un país vecino en un abrir y cerrar de ojos, los líderes nacionalistas actuales como Recep Tayyip Erdogan de Turquía, Narendra Modi de la India o el israelí Benjamin Netanyahu hablan fuerte;  pero se cuidan muy bien de lanzarse a algún tipo de guerra. Por supuesto, si alguien encontrara la fórmula por la cual se pueda librar guerras exitosas en las condiciones del siglo XXI, las puertas del infierno podrían volver a abrirse en un instante. Esto es lo que hace que el éxito ruso en Crimea sea particularmente un presagio aterrador. Tengamos la esperanza que se mantendrá como una excepción.

LA MARCHA DE LOS TONTOS


Pobres de nosotros,  que sea la posibilidad absoluta de la paz, que se mantenga como imposible la posibilidad de librar una guerra exitosa en el siglo XXI. Nunca debemos subestimar la estupidez humana, tanto la personal como la de nivel colectivo, la inclinación que tienen los humanos para realizar actividades autodestructivas.

La guerra de 1939 fue, probablemente, una contraproducente movida de las potencias del Eje -pero esta probabilidad no salvó al mundo de un conflicto. Una de las cuestiones más sobresaliente de la 2da GM fue que las potencias derrotadas prosperaron después de la guerra como nunca antes. Veinte años después de la completa aniquilación de sus ejércitos y del colapso posterior de sus imperios, alemanes, italianos y japoneses estaban gozando de niveles, sin precedentes, de crecimiento. ¿Por que fueron ellos a una guerra en primer lugar? ¿por que ellos infligieron muertes innecesarias y destrucción que se contó por millones? Fue todo un estúpido error de cálculo. En 1930, los generales, los almirantes, los economistas y los periodistas japoneses estaban de acuerdo que sin el control de Corea, de Manchuria y de la costa china, Japón estaba condenado a la estagnación económica. Estaban todos equivocados. De hecho, el famoso milagro de la economía japonesa comenzó después de que Japón perdiera toda esas conquistas terrestres.

La estupidez humana es una de los más potentes fuerzas de la historia aunque a veces tendemos a no verlo así.  Los políticos, los generales y los estudiosos tratan al mundo como si fuera un gran tablero de ajedrez, donde cada movida sigue a un cálculo racional. No es un punto de vista correcto, pocos líderes en la historia han estado locos en el sentido estricto de la palabra, moviendo peones y caballeros, alegremente. Hideki Tojo, Saddam Hussein o Kim Jong-Il han tenido razones racionales para cada una de sus movidas. El problema es que el mundo es mucho más complicado que un tablero de ajedrez y la racionalidad humana no está a la altura para poder entenderlo realmente. Por esta razón aún los líderes más racionales, frecuentemente, terminan haciendo cosas muy estúpidas.

¿Cuánto se debe tener una guerra mundial? Por un lado, la guerra no es, definitivamente, inevitable. La terminación pacífica de la Guerra Fría prueba de que cuando los seres humanos toman las decisiones correctas, aún, los conflictos entre potencias pueden ser resueltos pacíficamente. Más aún, es extremadamente peligroso, asumir que una nueva guerra mundial es inevitable. Sería una profecía autocumplida. Una vez que los países asumen que la guerra es inevitable, alimentan sus ejércitos y se embarcan en espiraladas carreras armamentistas,  rechazan la negociación en cualquier conflicto y sospechan que todo gesto de buena voluntad es una trampa. Esto garantiza erupción de una guerra.

Por otro lado, sería ingenuo asumir que una guerra es imposible aún una guerra catastrófica para todos. Ningún dios y ninguna ley natural nos puede proteger de la estupidez humana.

Un remedio potencial para la estupidez humana es una dosis de humildad. Las tensiones  nacionales, religiosas culturales se han agravado por el sentimiento grandilocuente de que mi nación, mi religión y mi cultura son lo más importante del mundo -y en consecuencia, mis intereses deben ir delante que los intereses de cualquier otro o de la humanidad como un todo. ¿ Cómo podemos hacer a las naciones, a las religiones y a las culturas un poco más realistas y modestas respecto de su verdadero lugar en el mundo?

Traducción y notas: Carlos Pissolito.

Notas:

(1)La dinastía Qin gobernó China desde el 221 a. C. al 206 a. C. (N.T.)

(2) La batalla de Tel El Kebir se libró cuando el ejército egipcio dirigido por Ahmed Urabi, se había rebelado en 1882, contra la posesión extranjera del Canal de Suez, y fuera enfrentado por una fuerza militar anglo-francesa a órdenes del teniente general británico, Garnet Wolseley,  cerca de Kassassin en las cercanías del Canal. Bien podría establecerse un paralelismo con los combates librados por las fuerzas argentinas en la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845) para detener las incursiones anglo-francesas en favor de la libre navegabilidad de los ríos interiores. (N.T.)

(3) El término coloquial usado por el autor es “fuzzy-wuzzies”. Un vocablo utilizado por el escritor inglés Rudyard Kipling, como parte de su poema “Barrack Room Ballads” y publicado en 1883, que describe el respeto del soldado británico por la valentía de los guerreros Hadendoa que lucharon contra ellos ejército en Sudán y en Eritrea. (N.T). 

(4) La batalla de Hastings se libró el 14 de octubre de 1066, cerca de esa ciudad, entre el ejército invasor normando-francés, al mando de Guillermo, duque de Normandía, contra un ejército inglés bajo el rey anglosajón Harold Godwinson. La derrota del segundo implicó la conquista normanda de Inglaterra. (N.T.). 

(5)  La afirmación del autor es discutible. De hecho, fue la percepción de la dirigencia japonesa de la 1ra posguerra respecto de que el Japón estaba siendo privado de sus recursos vitales, la que lo llevó a plantear un conflicto abierto con los EEUU. Una percepción, por otro lado, justificada en medidas concretas adoptadas, por esos años, por los EEUU y destinadas a prevenir el surgimiento del Japón como potencia en la Cuenca del Pacífico. Tal como ya había ocurrido antes con la “diplomacia de las cañoneras” desplegadas por los “Black Ships” norteamericanos del Comodoro Mattew Perry en 1854 y que obligaron al Japón a abrir su comercio por la fuerza. Por otro lado, como lo reconoce el mismo autor, fue la invención del arma atómica la que cambió, radicalmente, la forma de hacer la guerra. Ergo, no nos debería llamar la atención que fuera Japón (receptor de dos bombas atómicas) quien extrajera la mejor lección de este hecho y que modificara sus estrategia y su geopolítica en consonancia. (N.T.)































No hay comentarios: