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viernes, 11 de marzo de 2022

PUTIN: ¿PEDRO el GRANDE o IVÁN el TERRIBLE?










por Carlos Pissolito





Para nosotros, sudamericanos y argentinos nos resulta difícil comprender las causas de un conflicto tan complejo como el que, en estos momentos, se desarrolla entre dos pueblos eslavos. Los de Rusia y los de Ucrania.


En primer lugar, al contrario de nuestra breve historia, ellos disfrutan de una muy larga. La que ha estado plagada de diferentes ideas nacionales y hasta de proyectos imperiales. En ese sentido, no podemos obviar que la capital de la Rus de Kiev, en un lejano siglo X, era la que hoy se constituye en el objetivo estratégico operacional de las fuerzas rusas para su “operación militar especial”. 

En segundo lugar y aún, haciendo esta importante distinción, las dudas sobre la complejidad no terminan de despejarse; ya que en el interior de la propia Rusia parecen haberse desarrollado dos proyectos antagónicos a lo largo de su rica historia.

Pues, por un lado, nos encontramos con un lejano y siempre presente deseo de Rusia de presentarse a sí misma como un país europeo.  Desde los tiempos del reinado de Pedro el Grande, quien proclamó al imperio en 1721, tras derrotar a Suecia en la gran guerra del Norte (1700-1721), asegurando su acceso al Mar Báltico. Su capital fue San Petersburgo, una ciudad construida para ser lo más europea posible. 

Pero, por otro lado, no han desaparecido nunca sus deseos de ser una autarquía religiosa dual de estilo asiático. La misma tiene su origen en el primero de los zares, Iván el Terrible (1530/84). Esta corriente ha permanecido tan fuerte que hasta el ateo de Joseph Stalin se consideraba a sí mismo un zar a cargo de lo que él mismo llamaba, ”la Santa Madre Rusia cuando la URSS fue invadida por el III Reich de Adolf Hitler. Y en sus propias palabras:  "el pueblo necesita un zar, al que pueda adorar y para el que pueda vivir y trabajar". 

Cabe interrogarnos de cuál de los dos modelos es devoto Vladimir Putin. El de un líder europeo occidental o el de un nuevo zar.  Tal vez, como un viejo disco de vinilo, él tenga dos caras. Pronto, lo sabremos.


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