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viernes, 17 de junio de 2022

Una historia que no es una pichincha










por Carlos Pissolito


Bastón Mayor de la
Banda Militar
"Combate de Pichincha"
A modo de introducción: Como sabemos la Historia  es la narración de los sucesos del pasado. Como tal, es una disciplina académica que estudia dichos acontecimientos; por lo que -también-  se la denomina historiografía para distinguirla de la historia entendida como los hechos objetivos sucedidos. Otra ciencia, la Física cuántica afirma que la mirada del observador define la realidad. O, en otras palabras, que el mundo es lo que la gente ve. Por la primera de estas visiones, la Historia se fija en los grandes acontecimientos protagonizados por nuestros héroes; por la segunda lo hace a través de la mirada de personas comunes como nosotros.

Tal fue mi caso, cuando fui designado jefe del Regimiento de Infantería Mecanizado 8 “General Bernardo O’Higgins”. Al poco tiempo, dos vocablos llamaron mi atención:

El primero es que a los soldados de esa unidad de los designaba como “Libertos” y

El segundo es que su banda llevaba el nombre histórcio de “Batalla de Pichincha”.

Como era jefe nuevo y no quería pasar por la verguenza de ignorar la frondosa historia del que, ahora, era mi Regimiento; así que me puse a estudiar.

La Pichincha que no fue una pichincha: lo primero que hice fue buscar en el Diccionario de la Real Academia Española el significado de “pichincha”. Una palabra que por su sonoridad había llamado mi atención. En este se leía: “1. f. coloq. Arg., Par. y Ur. ganga (‖ bien que se adquiere a bajo precio)”.

Pronto, comprendí que podía estar en un error sobre la designación de mi banda y seguí buscando. En un atlas americano puede leer de la existencia del Volcan Pichincha. 

“Macizo volcánico del Ecuador, situado en la cordillera occidental, a cuyos pies se extiende, en el lado oriental, la ciudad de Quito. La palabra Pichincha proviene del idioma colorado o Tzachila y se descompone así: Pi, que quiere decir 'agua'; chin, que significa 'llorar'; cha, que viene del vocablo chani, 'bueno'”.

Allí  me enteré de que el volcán tenía su leyenda. Una que contaba que fruto de una rivalidad de dos guerreros andinos, el Cotopaxi y el Chimborazo,  por el amor de la princesa Tungurahua. Que duró varios siglos y de la cual salió victorioso el guerrero Chimborazo. También, me entre 1998 y 1999 registró importante actividad sísmica causando una lluvia de ceniza sobre Quito en octubre de 1999. Ya la cosa se estaba poniendo mucho más interesante. 

Finalmente, un viejo libro de Historia militar me dio la pista final. Hablaba de la batalla del Volcán Pichincha ocurrida el 24 de mayo de 1822 en las faldas del volcán ya referido y a más de 3.000 msnm cerca de la ciudad de Quito. El encuentro había ocurrido en el contexto de las guerras de independencia hispanoamericanas que enfrentó al ejército independentista unido bajo el mando, en esa oportunidad,  del mariscal Antonio José de Sucre, entre los que estaban mis libertos, contra el ejército realista comandado por el comandante Melchor Aymerich. 

Como sabrán, la derrota de las fuerzas españolas condujo a la liberación de Quito y aseguró la anexión de las provincias que pertenecían a la Real Audiencia de Quito. La que, finalmente, emergió como la que hoy conocemos como República del Ecuador.

El próximo tema a investigar era el de mis libertos. Esta vez tuve que recurrir a una enciclopedea en la que se leía que así se los llamaba en la Antigua Roma a los esclavos liberados y que se encontraban ligados a un antiguo amo.

¿Cómo era eso que mi Regimiento había estado formado por esclavos liberados? Nuevamente, era menester retomar los libros de Historia militar.

En ellos encontre una gran profusión de datos. Concretamente, mi Regimiento había sido fundado como el “Batallón Número 8 de Libertos”. El mismo se había conformado con negros esclavos liberados, en su mayoría de origen angoleño y guineano y que habían llegado al Virreinato en calidad de esclavos; pero que la Asamblea del año XIII había ordenado liberar. Tuvo su bautismo de fuego el 1 de octubre de 1813 en la batalla de Vilcapugio, contra el ejército realista. Posteriormente, a fines de 1816 se sumó al Ejército de los Andes, efectuó el cruce de los Andes por el paso de Los Patos y participó en las batallas de Chacabuco y de Maipú. También, de la Campaña Libertadora del Perú, entre muchas otras acciones que podrían mencionarse.

Su historia bélica es larga, ya que incluye a la Guerra de la Triple Alianza, a la Conquista del Desierto  y sigue hasta su participación en la Guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas; pero concentrémonos  en sus aportes a las Guerras de la Independencia. Veamos. 

Ya en noviembre de 1814 se le ordena al Batallón 8 dirigirse a Mendoza para colocarse a órdenes del Gobernador Intendente de Cuyo, el Coronel Mayor don José de San Martín, a los efectos de integrar al naciente Ejército de los Andes que allí se estaba conformando. Posteriormente, en 1816 se aumentan sus efectivos con 120 hombres provenientes del Regimiento de Pardos y Morenos y 432 plazas de los regimientos de las milicias de la ciudad de Buenos Aires. Se lo coloca al Brigadier Estanislao Soler a su frente.

El 18 de enero de 1817, el Regimiento incia el cruce de los Andes dentro de la Columna Principal por el Paso de los Patos.  Luego de casi un mes de marcha y de atravesar cuatro cordilleras, con el paso más alto, el del Espinancito a 4.447 msnm, llega a las inmediaciones de la Cuesta de Chacabuco. Pocas horas después, se ensarza en un fiero combate frontal por su conquista. Lo que le produce numerosas bajas. Lo que lleva al General San Martín a expresar con dolor: “mis pobres negros”. 

Fruto de ese combate, en el que es derrotado y hecho prisionero el elegante regimiento realista Talavera; oportunidad en la que le es capturada su banda, compuesta de tambores y pífanos con unas pocas cornetas. Por lo que el Regimiento 8 pasó a contar con su primera banda de música, conformada en su totalidad por negros, mulatos y criollos uniformados a la turca y que hicieron honor a la fama de su raza de ser grandes soldados y mejores músicos.  Después de la famosa batalla, San Martín se alojó en la casa de los Valdés, a una cuadra de la Plaza de Armas, en el número 76 de la calle la Merced. Circunstancia que fue aprovechada para que la banda del 8 diera serenatas y conciertos patrióticos que hiciron la delicia de los habitantes de Santiago de Chile. 

Tras obtener la independencia para Chile, con todas los combates, batallas y alternativas que la misma consumió;  a los efectos de continuar con su Campaña Libertadora y tal como estaba previsto en su Plan Contienental diseñado por San Martín;  la masa de las fuerzas comenzaron a embarcar, el 19 de agosto de 1820, en los buques que los llevarían por mar al Perú. El Regimiento 8 lo hizo en las fragatas “Santa Rosa” y la “Emprendedora”. Desembarcando en la Bahía de Paracas el 15 de setiembre de ese mismo año, al sur de Lima, la capital del Virreinato del Perú.  

Cabe destacar que por esos días y según consta en los partes diarios de personal de la Expedición Libertadora del Perú, el Regimeinto 8 contaba con 968 plazas de entre las 4.344 que correspondían a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pero, ya a principios de 1822, es decir dos años después, las mismas se han visto reducidas, fruto de los numerosos bajas en combate y del desgaste propio de las operaciones a menos de mil hombres. Lo que llevó al mado del ejército a decidir la fusión de los regimeinto 8 y 7 en una sola unidad y a la que se designó como “Regimiento del Río de la Plata”. 

A modo de conclusión: Finalmente, con el nuevo nombre, los escasos hombres que habían salido de Buenos Aires, nueve  años atrás, el antiguo Regimiento 8, participó de las batallas de Torata y Moquegua en Perú y de Pichincha y de Rio Bamba en Ecuador.  Muy pocos de ellos regresaron a sus hogares. 

“Muy corto fue el número de los que volvimos, viejos, gastados, cocidos de heridas y de recuerdos. A todos se nos hizo cuesta arriba esta última etapa. Es que estábamos hechos hilachas. Mal vestidos y peor montados. Por suerte, Tata Dios –en un momento- pareció apiadarse de nosotros. Y tuvimos un tiempo para recuperarnos. A la mayoría de los granaderos, y los que estábamos con ellos, nos llevaron en barco hasta el puerto de Huarás. De allí nos fuimos a un campo de pastoreo en Yungay, en la sierra. Donde no sólo rescatamos a nuestras cabalgaduras. A las que pudimos engordar, curarle sus heridas y herrar. También, nosotros mismos necesitábamos reponernos. Lamernos nuestras heridas. De paso cañazo; aprovechamos el tiempo para reparar nuestros equipos y hacer instrucción. De lanceo y de sableo. Me recordó a aquellos días en El Plumerillo. Cuando poníamos zapallos arriba de unos palenques. Y lanzados al galope, los cortábamos en rodajas con nuestros sables”. (PISSOLITO, Carlos. Las aventuras del baqueano Juan  Cruz: Del Valle de Uspallata al Golfo de Guayaquil. Epílogo.)

Para nada una poca cosa o una pichincha fue haber llegado y combatido en la batalla del Volcán Pichincha.  


Bibliografía:

  1. BRAVO, Juan José. Batallón de Patricios, Pardos y Morenos Veteranos, Regimiento de Infantería 8. Ed. Grupo Las Letras F Beazley, Buenos Aires, 2
  2. 021.
  3. COLEGIO MILITAR de la NACIÓN. Atlas Histórico Militar Argentino. Ed. Colegio Militar de la Nación, Buenos Aires, 1970.
  4. PISSOLITO, Carlos. Las aventuras del baqueano Juan  Cruz: Del Valle de Uspallata al Golfo de Guayaquil (Spanish Edition) Edición Kindle. 
  5. REGIMIENTO de INFANTERIA MECANIZADO 8 “Grl Bernardo de O’Higgins”. Sala Histórica. Comodoro Rivadavia, Chubut.
  6. ROSA, José María. Historia de la Argentina. 13 vol. Ed. Oriente, Buenos Aires, 1982.
  7. RUIZ MORENO, Isidoro. Campañas Militares Argentinas. Ed. Emecé, Buenos Aires, 2004.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi querida Banda Militar , fui parte de sus integrantes y tuve el honor de ser corneta de ordenes en BAHIA FOX ( Bahia zorro) en nuestras ISLAS MALVINAS