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sábado, 19 de abril de 2014

Milicia y carrerismo militar.




http://www.theamericanconservative.com/articles/an-officer-corps-that-cant-score/


Milicia y carrerismo militar.


William S. Lind

Lo más curioso acerca de nuestras cuatro derrotas en las guerras de 4ta generación: Líbano, Somalia, Irak y Afganistán, es el silencio total en el cuerpo de oficiales norteamericanos. La derrota en Vietnam dio lugar a una generación de reformadores militares, hombres como el Coronel John Boyd de la USAF, el Coronel Mike Wyly de los Marines y el Coronel Huba Wass de Czege del Ejército, cada uno de los cuales lideró un esfuerzo importante para reorientar a su fuerza. Hoy en día, el paisaje es desolador. No hay una voz militar pidiendo un cambio sustantivo, solo hay quienes piden más dinero.

El colapso moral e intelectual de sus oficiales es uno de los peores desastres que pueden afligir a una fuerza militar porque significa que no se podrá adaptar a las nuevas realidades. Está en camino hacia el basurero de la historia. La situación me recuerda a una anécdota de un amigo de la fuerza aérea, ahora un historiador militar, al que le gustaba decir hace algunos años. Que todos los militares, de vez en cuando, necesitan un “service”. Los prusianos después de sus derrotas en 1806, diseñaron y pusieron en servicio a una fuerza mejorada, a través de las reformas militares de Scharnhorst. Los franceses hicieron lo propio en 1870, cuando sacaron de servicio al proyecto de un ejército masivo, de la 1er República. Los japoneses hicieron lo propio en 1945, tras lo cual juraron no volver a hacerlo nunca jamás. Y nosotros lo hicimos en Corea, en Vietnam y ahora hay que hacerlo tras estas cuatro nuevas guerras. Pero, hasta ahora, solo hemos tenido a los militares preocupados por el presupuesto.

¿Por qué? Las razones entran en dos categorías, las sustantivas y las estructurales. Fundamentalmente, en el plano moral — según el Coronel Boyd el mayor y el más poderoso nivel — nuestros oficiales viven en una burbuja. Incluso los suboficiales habitan en un mundo donde escuchan sólo la interminable, hiperbólica alabanza de: “somos el mejor ejército del mundo." Alimentan esta mentira repitiéndosela unos a otros. Si alguien no está de acuerdo, se enojan. Estas burbujas de oficiales superiores, enormes y conformadas por obsecuentes rivalizan con la corte del Rey Jerjes. Pobre de aquel cortesano ignorante que diga algo que el rey-dios no quiera oír. (Lo sé, porque lo he hecho, con frecuencia.)

En el siguiente nivel de Boyd, el mental, se puede decir que nuestros oficiales no son profesionales. Son meros artesanos. Ellos han aprendido bajo el lema del: “lo que el mono ve, el mono hace.” y no saben más. Lo que define a un profesional — históricamente ha habido sólo tres profesiones: el derecho, la medicina y la teología — es el que ha leído, estudiado y conoce la literatura de su campo. La gran mayoría de nuestros oficiales no lee ni historia militar ni teoría militar seria. Un amigo que enseña en una escuela de infantería de los Marines me dijo que la mayoría no puede pasar de las dos páginas. Otro amigo, que enseña en una escuela del ejército, me dice: "Estamos al nivel de las pinturas rupestres". Pero los oficiales no son los únicos culpables por estas carencias en su formación. Ellos, también, son víctimas de tres fallas estructurales, cada una de ellas con suficiente poder para sacar de servicio a nuestras FFAA.

La primera y posiblemente lo peor, es la existencia de un cuerpo de oficiales demasiado grande para las necesidades su organización — ahora aumentada por un ejército de hormigas conformado por contratistas, la mayoría de los cuales son oficiales retirados. Una división Panzer alemana de la 2da GM tenía cerca de 21 oficiales en su cuartel general. Nuestros comandos de división son verdaderas ciudades. A cada reunión — y hay muchas, asisten todos los oficiales, tanto los de alto rango como los más modernos. Los militares aman los briefings porque les dan la ilusión transmitir ideas sin ofrecer ninguna.

Las patologías que fluyen de esto son infinitas. La duración de los comandos es demasiado corta para lograr algo, generalmente unos 18 meses, porque detrás de cada comandante hay una larga lista de compañeros esperando ansiosamente su oportunidad en la cadena alimentaria. Las decisiones se toman en cadena porque hay una larga lista de oficiales excedentes buscando algo que hacer. Las decisiones por consenso, como un mínimo común denominador, tal como lo advirtió Boyd, suele ser la peor de todas las alternativas posibles. Nada puede ser cambiado o reformado debido a la gran cantidad de jugadores defendiendo sus "quintitas." El producto sólo mensurable es mayor entropía. La segunda y tercera falla estructural está relacionada en que ambas trabajan para socavar el valor moral y el carácter. Lo que el ejército prusiano definía como "el afán de tomar decisiones y asumir la responsabilidades.”

Con un sistema de ascensos basado en: "asciende o se va” y "todo o nada" para un retiro con 20 años de servicio. "Asciende o se va” significa que un oficial le debe constantemente favores a otros por sus ascensos porque él no es promovido constantemente tiene que retirarse. "Todo o nada", significa que si el "asciende o se va” se lo retira antes de haber cumplido 20 años de servicio, se va sin haber de retiro. (En una edad en que la masa de los oficiales están casados con hijos).

No es difícil ver cómo estos dos defectos estructurales en el cuerpo del oficial hacen de ellos, con demasiada frecuencia, unos obsecuentes que se forman en una fila esperando por la mágica cifra de los 20 años. Prácticamente ningún otra fuerza militar en el mundo tiene estas políticas, por razones obvias. De estos dos tipos de fallas, las estructurales son probablemente las más dañinas. También son los más fáciles de reparar. La oficina del Ministerio de Defensa, el Presidente y el Congreso rápidamente podrían arreglarlas. ¿Por qué no lo hacen? Porque sólo miran al presupuesto de defensa, y estas no son cuestiones presupuestarias. Simplemente son las que determinan, en gran medida, si ganamos o perdemos la próxima guerra.

Los problemas sustantivos son más difíciles porque requieren cambios en la cultura organizacional. El Ministerio de Defensa no les puede ordenar a nuestros oficiales que salgan del sistema cerrado, el que fortifica su arrogancia, la barrera que han puesto a su alrededor para protegerse de escuchar algo molesto, aunque sea cierto. El Congreso no puede retener el pago de aquellos oficiales que no lean. Sólo nuestros oficiales pueden corregir estas deficiencias. ¿Lo harán? El problema es circular: No lo harán hasta que no salgan de su burbuja. Si los militares estadounidenses quieren saber, o dedicarle atención, a por qué seguimos perdiendo guerras, sólo necesitan mirarse en el espejo. Ya que parecen pasar la mayor parte del tiempo, admirando su plumaje, aunque ahora esté harapiento. Pero, detrás del espejo, danzan unas figuras con turbantes y que ríen de ellos.

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