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lunes, 29 de septiembre de 2014

El reduccionismo del narcotráfico.

De reduccionistas y terroristas mediáticos. Por acción, omisión o dejadez, al narcotráfico, lo regaron entre todos.  Berni, D'Elía, Carrió y Massa.




Laura Etcharren.


En el último año, el flagelo del narcotráfico, ha dado para todo. Y los matices, han sido pocos. La tendencia sostenida supo acomodarse en los extremos voraces, con jactancia, y con la brutal ignorancia de obviar, que del otro lado, siempre hay personas que escuchan y que en muchos casos, no tienen porqué conocer la gravedad y los alcances de una problemática mundial. Problemática de la cual, no quedamos exentos. A pesar de tener, ejemplos continentales, para no reproducir. Podríamos, con apenas un poco de decisión de salvaguardar al país, haber limitado el caos a través de una de las alternativas más económicas que tiene la seguridad: La Prevención.

Entonces, es así como sin prevención, tampoco se llevó adelante una estrategia de contención del flagelo en un país -Argentina- que ya era de consumo y que se encontraba, desde el año 2000, aproximadamente, en un estado embrionario de Maras y Narcotráfico.
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Inclusión y progreso

El año que transcurre -2014- es el año de consagración del Narcotráfico en Argentina. Ya no quedan dudas que somos, además de un país consumidor, también un país productor. Sobre todo, en lo que a drogas sintéticas hace.

Lejos quedó el estado larval. Tan lejos, que nos consolidamos en la marginalidad forjada con esmero. Siempre, bajo el simulacro de la inclusión. También, del progreso. Dos situaciones -inclusión y progreso- ciertas pero no en el plano social. Porque en Argentina, la máxima inclusión fue la de las diversas vertientes del crimen organizado y el mayor progreso, fue el realizado por las vías del narcotráfico.

Reduccionistas

Dista, el narcotráfico, de ser una moda. Sin embargo, es un flagelo que por sus aristas y opacidad, genera rating. Y todo aquello que genera rating, en la era voyeur, se consume. Y para que se consuma masivamente, debe haber un montaje. No importa, si el mismo, recae en la vulgaridad intelectual.

Así es como se reproducen conceptos obvios y frases atadas con alambre. Se confunden los eslabones de la cadena narco criminal y no falta alguna bestia que pulula por los medios y pregunta, en un contexto no diverso al de la inseguridad, si las Maras son las liebres patagónicas.

También el flagelo se reduce, a llamar golpes al narcotráfico, a la "venta de operaciones". Es decir, ingresar a una villa demencial, secuestrar 5 kilos de cocaína, algunos cigarros de marihuana y detener a dos persona. Todo, en el marco del Turismo Aventura que Berni recrea por las calles de Buenos Aires. Cuando no, de Rosario. La ciudad más importante de Santa Fe que no descansa. En la que proliferan, como ratas, los "Kiosquitos".

Aterra, por otra parte, que recién ahora hayan observado que Plaza Houssay es una de las plazas de CABA que conjuga droga y alcohol. Que devino en espanto desde que tiraron abajo el antiguo Hospital de Clínicas pero que no es más conflictiva, por ejemplo, que la Plaza Rodríguez Peña.

El reduccionismo impera en la vorágine de la vida cotidiana. Las construcciones son forzadas. Y los nostálgicos, de un modelo de cartón, que creen estar sumergidos en un cambio emblemático de país, se amparan en el imaginario patológico. Como si Argentina, se encaminara hacia el primer mundo. Sin miseria. Y con educación.

En dónde la culpa siempre la tuvo el neoliberalismo. El peronismo o las anteriores administraciones. Nunca, jamás, ellos. A pesar de tener siempre fundamentos para la impunidad, y no para la justicia.

"Terrorismo mediático"

Mientras Berni reduce y D'Elía cree que el mundo conspira en su contra, Carrió, sostenida en su oratoria de denunciadora compulsiva, derrapa. Y en el derrape, se diluye su gran caudal de conocimiento en materia de narcotráfico.

 Porque la Doctora Carrió sabe. El problema, es que se obsesiona. Y la obsesión que trafica por los medios conjuga, "terrorismo", con reduccionismo de espacio. Tanto es así que para ella, el narcotráfico, está concentrado en Tigre. Y destruye, sin reparos, a Sergio Massa. Como si Nordelta, reducto ciertamente habitado por familias, entre otras, de narcotraficantes colombianos, fuese una construcción exclusiva del Municipio. Cuando lo cierto es, que Nordelta, funciona en relación dialéctica con otros espacios de la zona sur de la provincia de Buenos Aires. Los Haras. Extensiones casi desérticas en donde siempre, hay lotes que se ofertan.

Es que las redes narco colombianas funcionan entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. Territorios en los cuales, las células paraguayas del narcotráfico, se consagran en cantidad y calidad de mercadería. Y en donde los colombianos inclinados al delito, buscan marcar dominio.

Lo cierto es, que el estado de situación que atraviesa nuestro país, no puede matizarse. Ni con fotos de narcos a perseguir, ni con obsesiones de show.

Tigre, bajo la intendencia de Massa, no es la "capital" del narco. Es sí, un reducto más, en donde se mueve el narcotráfico de la Provincia de Buenos Aires. La Provincia de las gestiones deficitarias que permitieron la conformación, en el año 2006, insisto, de la primera célula de la MS 13. En La Matanza. Rafael Castillo. Operando entre Puerta de Hierro y la San Petersburgo.

Es por ello que, confundir residencia con centros de operaciones, es un error primario. Tanto, como confundir pobreza con marginalidad. Son generalizaciones y distorsiones conceptuales que no sólo actúan como funcionales a la barbarie sino que también, ensucian a las personas que por una u otra razón, han quedado "rehenes", en espacios mismos, de un fenómeno que hasta el momento, no encuentra continentes de limitación, sino de desplazamiento.

 El poder narco no descansa. Y se mueve, en su habilidad y en la anomia reinante, constantemente. No hay sedentarismo.

Los hilos del poder

 Los hilos del poder se debaten en la marginalidad profunda devenida, por sectores, en "Sicaria". En dónde los límites son una quimera. En dónde como dicen en las Villas de los tres partidos de la Provincia de Buenos Aires que encabezan la línea narco (La Matanza, San Martín y Lanús):


"Un buen marero, es un marero muerto".

 Se dirime, el manejo de los hilos, por fuera de las faraónicas mansiones de cualquier country o barrio privado del país, que aloje narcos. Allí, se disfrutan las mieles de la renta. En cambio, en la marginalidad, es donde el fango pudre a niños, fortalece pandillas. Crea Bandas. Y se apuntan carteles.

 Una marginalidad que nunca puede terminar bien. Que es seducida por una nueva modalidad para engolosinar a los menores en riesgo. Solo basta con que sientan que es una "gauchada" para que luego, los emergentes del modelo que apuesta a la ignorancia, se encolumnen tras las mafias de los exonerados y la mala policía. De las mafias organizadas que les ofrecen, dos o tres veces, el 2 por 1 en dosis de Paco y Cocaína como carnada hacia lo que es, en definitiva, el camino hacia la muerte. 

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