Los Antiguos que nos precedieron y de los cuales heredamos
todas nuestras instituciones. Desde la República hasta los derechos
individuales. Le daban una primordial importancia a los ritos.
Simplemente, porque entendían que mediante ellos, se comunicaban
con sus dioses, con la mismísima divinidad.
En este sentido, un romano jamás hubiera emprendido una empresa,
desde casarse hasta ocupar una nueva casa sin cumplir con una estricta
liturgia. El no respetar a uno de ellos
le costó la vida a Remo en manos de su propio hermano, Rómulo.
Igualmente, el Estado romano no se hubiera atrevido a declarar
la guerra o entronizar a un nuevo cónsul sin una complicada serie de ellos.
El hombre moderno, desde la Revolución Francesa, se ha creído
libre de estas ataduras. En realidad, las ha reemplazo por otras. Del culto del
variado Olimpo romano se pasó a la idolatría de la diosa razón.
Esto responde a un sentimiento muy profundo y arraigado en
el corazón de los hombres. El creer que hay cosas que por su propia
importancia, no dependen totalmente de su voluntad, sino de la de los dioses.
Por estos motivos, el sainete desatado con nuestro próximo
relevo presidencial no es poca cosa. Ni algo valadí. Por un lado, el egoísmo de los que
entregan quiere negarle con sus desplantes el gozo de estos ritos al vencedor.
Por otro lado, la estulticia modernista de quien debe recibir estos honores le impide
exigirlos como corresponde.
Todo ello, para un romano no podría constituir otra cosa que un mal augurio para el nuevo gobierno. Para ellos todo lo que empezaba mal no podía terminar de otra manera. Esperemos que, una vez más, el excepcionalismo argentino nos libre de este determinismo.
Para los no creyentes en estas cosas les digo que este sainete
ya ha tenido consecuencias. A la par de nuestro lesionado prestigio
internacional. De hecho, nadie del nuevo o del viejo gobierno lo fue a recibir,
hoy, al Rey de España en su llegada al país.
Igualmente, otras cosas podrían pasas. Por ejemplo, en caso de una grave
emergencia que pudiera tener lugar. ¿Quién tendría a sus cargo la crucial toma
de decisiones?
Como vemos, por algo, los romanos edificaron y mantuvieron
instituciones que aún, hoy, nos siguen enseñando cómo proceder.
El Administrador.
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