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viernes, 15 de enero de 2016

CUANDO LA ANARQUÍA ES LA PEOR PERSPECTIVA.





"Peor que el crimen organizado es el crimen desorganizado."
Tom Wolfe

Por Carlos Pissolito

Del Bosco, El Jardín de las Delicias (detalle).
Si hiciéramos un paseo diurno por determinados lugares de nuestras ciudades nos encontraríamos con un cuadro similar en todas ellas. Especialmente, si nuestro recorrido fuera realizado por lo que algunos no dudan en calificar como “aéreas liberadas” o en los márgenes de las denominadas “islas de seguridad” como puede serlo un country o un barrio tranquilo. Notaríamos una cantidad excesiva de basura, veríamos grafitis de monótona agresividad, tampoco sería extraño que nos topáramos con jeringas descartables y botellas de alcohol rotas esparcidas en el piso de lugares públicos como paseos y plazas. Si habláramos con algunos vecinos seguramente nos referirían de su temor a salir después de determinadas horas o transitar por determinados lugares.


Todo ello son indicios de que en esos lugares se desarrollan actividades muy distintas durante la noche que durante el día. Si pudiéramos observar estas actividades podríamos ver que tienen lugar, mayormente, entre jóvenes y que tienen un denominador común: la violencia y el abuso del alcohol y de las drogas. Si estas escenas fueran aún comunes durante las horas de luz, nos encontraríamos en un cuadro aun más avanzado de deterioro. Para la gran mayoría esto se engloba en un fenómeno generalizado al que denominan “inseguridad”. Pero, una observación más profunda revela la presencia de lo algunos expertos no dudan en calificar como a una guerra civil molecular. Una librada sin lideres conocidos y donde los jóvenes desempleados de nuestra sociedad son su vanguardia.

Si en el pasado las guerras civiles estaban justificadas, o al menos esperaban estarlo, en un alzamiento revolucionario contra una autoridad despótica. Hoy, no hay un motivo aparente a la vista para esta violencia generalizada. Igualmente, si antes para que se diera una guerra civil “exitosa” era necesario, tanto el apoyo externo como la partición de  parte importante de la población en dos bandos irreconciliables. No es lo que sucede hoy. Estas guerras civiles moleculares estallan internamente sin necesidad de que se haya establecido ningún contagio extranjero. Tampoco parten de una clara división de la sociedad en dos bandos. Más se parecen a un todos contra todos, donde los más débiles, especialmente ancianos, mujeres y niños, son sus víctimas predilectas. Son un fenómeno nuevo, característico de nuestros tiempos. Uno que exige soluciones diferentes hasta las intentadas hasta ahora.

Como nos dice el profesor y periodista alemán Hans Magnus Enzensberger, este fenómeno tiene una característica que lo diferencia de otros tipos de violencia en el pasado, cual es: “…la naturaleza autista de los perpetradores y su incapacidad de distinguir entre destrucción y auto-destrucción. Las guerras civiles de hoy ya no existe la necesidad de legitimar las acciones. La violencia se ha liberado de la ideología.” (Civil Wars, 20 p)


Este autor cita a la conocida pensadora de origen judío Hannah Arendt, quién argumenta sobre las causas de este fenómeno diciendo lo siguiente: “Sospecho que nunca ha habido escasez de odio en el mundo, pero ahora ha crecido hasta convertirse en un factor político en todos los asuntos públicos. Este odio no se basa en ninguna persona ni en ninguna cosa. No podemos hacer responsable, ni al gobierno, ni a la burguesía, ni a los poderes extranjeros. Se filtra en todos los aspectos de nuestra vida y va en todas las direcciones, adoptando las formas más fantásticas e inimaginables. "Se trata de todos contra todos, contra cualquiera, pero especialmente contra mi vecino.” Llama aun más la atención cuando ella se pregunta y se contesta sobre los porque de esta violencia sin sentido, dice: “La gente ha perdido su sentido común y sus poderes de discernimiento, a la misma vez que sufre de la pérdida del más elemental instinto de supervivencia.” (Op. Cit.: 26 p)

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