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lunes, 21 de marzo de 2016

HISTORIAS DE GUERRA







Carlos Pissolito

Más importante que ganar una guerra es contarla. Y no me refiero al hecho, nada despreciable, de salir vivo de ella. Sino al acto de escribir su historia, vale decir contarla.

Esto es tan importante que puede darse el raro caso de que alguien pierda o gane una guerra y que en la historia subsiguiente nos convenza de que pasó todo lo contrario.

Por ejemplo, quien podría creer que los norteamericanos fueron derrotados en Vietnam, luego de ver toda la serie de "Rambo" de Silvester Stallone o de "Perdidos en Acción" de Chuck Norris.

Lo mismo ocurre con quienes son los buenos o los malos de las mencionadas historias. Roles que incluso pueden intercambiarse en función, no solo del argumento, también, según las necesidades políticas de los productores.



Así por ejemplo, los mismísimos muyahidines afganos eran buenos cuando combatían a los invasores soviéticos y malos cuando hicieron lo propio contra los norteamericanos.

Si hay un lugar donde esta alquimia del relato ha alcanzado el paroxismo es Hollywood. Allí uno puede tener su historia de guerra à la carte. Obviamente, que el gobierno de los EEUU o mejor dicho su establishment es el principal productor, director y escritor de películas de guerra para todos los gustos.

Tal ha sido el caso de la promocionada saga "Su terrorista bien puede ser nuestro joven idealista y viceversa".

Merced a esa plasticidad artística, a nuestros terroristas de los 70 no había que juzgarlos de acuerdo a derecho, había que -simplemente- desaparecerlos. Consejo del conocido comediante internacional Henry Kissinger. Luego, unos años después, por consejo de una tal Patricia Derian, del mismo sello editorial, había que acusar de genocidas a quienes así habían procedido.

Hoy, varias décadas después, al parecer nos podremos enterar de todos estos detalles cuando los archivos de esta gran productora de relatos que son los EE.UU. nos descalcifique los sucesivos guiones de su gobierno.

Pero, los problemas surgirán, inevitablemente, cuando estos relatos se mezclan con la realidad. Como será el caso cuando el Presidente Barak Obama le rinda homenaje a los terroristas ultimados o desaparecidos por nuestra Dictadura Militar.

Nos preguntamos si sabrá que algunos de ellos mataron a uno de sus cónsules. Casi con certeza que lo sabe. Es el presidente de la nación más poderosa del mundo. Como, también, sabe que la negligencia de su exsecretaria de estado, la hoy precandidata Hillary Clinton, le costó la vida a otro de sus cónsules. Pero, allá lejos en Bengazi.

También, nos preguntamos si Macri y su secretario Arvruj sabrán que la familia militar y muchos otros argentinos de bien los votaron casi a pleno para escuchar la historia completa.

Seguramente que a todos ellos, los dueños del poder, esto poco les importe, mientras los relatos, hollywodenses o locales, superen a las respectivas realidades.

El tema es que nos importe a nosotros.

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