por Carlos PISSOLITO
Una de las consecuencias de la pandemia, habíamos sostenido, que serían las guerras civiles moleculares. Y que la aparición de ella agravaría las situaciones conflictivas preexistentes. Y que muchas derivarían del hecho anterior y preexistente de que el Estado estaba perdiendo el monopolio en el uso de la fuerza, y que como venimos sosteniendo cual es, ni más ni menos, su principal razón de ser. Ver: https://espacioestrategico.blogspot.com/2020/05/tras-la-pandemia-guerras-civiles.htmlComo estamos viendo con la llegada de la pandemia se le ha sumado a esa creciente deficiencia, la de asegurar los estándares de salud y de bienestar mínimos a sus poblaciones. Especialmente, en aquellos Estados en los que la respuesta a la pandemia fue deficiente, ya se han comenzado a ver, con más claridad, lo que sosteneníamos respecto de la aparición de guerras civiles moleculares.
Hoy por hoy, tenemos los ejemplos de la expansión de las protestas sociales en un variado abanico de países. Empezando por los EEUU, donde grupos anarquistas desarrollan, diariamente, acciones cada vez más desafiantes. Con el agravante de que el poderoso Estado norteamericano no atina a cómo contenerlas. Siguiendo, por países, endémicamente, inestables como es el caso de el Líbano, pero que ven agravarse su situación por un hecho “fortuito” como lo fue la gran explosión que sacudió su capital. También, lo comprobamos en países tan lejanos como Bielorussia o tan cercanos como Bolivia, con el común denominador, de la pérdida de la legitimidad política de quienes gobiernan y que quieren seguir haciéndolo a cualquier costo.
Llegado a este punto nos podríamos preguntar: ¿Quiénes participan de estas organizaciones? De la simple observación de su constitución vemos que están integrados por:
- Revolucionarios antisistema.
- Exintegrantes renegados de las fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas.
- Delincuentes.
- Excluidos.
La conformación es diferente y responde a la historia y a las características de cada lugar. Por ejemplo, en los EEUU proliferan aquellos que se oponen al status quo cultural vigente y al que le atribuyen un subyacente supremacismo blanco. Por su parte, tanto en Beilorussia como en Bolivia se trata, básicamente, de quienes se disputan, políticamente, el poder. Y en el Líbano, parece tratarse de una masa de clase media que está cansada de los abusos y de la corrupción de su casta política.
Es en este marco que llama la atención de que un país como la Argentina tan sacudido por recurrentes crisis esté transitando la actual situación sin mayores sobresaltos en ese sentido.
Creemos que la respuesta para que no ocurrieran desórdenes ha sido la presencia de un Estado que estuvo, rápidamente, presente en la contingencia y que las cubrió, al menos en parte, mediante el refuerzo de ayudas y asistencias sociales ya existentes; así como con la creación de nuevas para enfrentar la contingencia.
A la par del excelente trabajo de sus FFAA y de organizaciones sociales formales e informales que ya disponían de una red territorial de apoyo a través de comedores, refugios, centros de salud, etc. y que se vieron reforzadas durante la contingencia.
Se puede afirmar que todas estas acciones llevadas a cabo por las organizaciones mencionadas, han servido para mitigar las peores consecuencias inmediatas de la pandemia. Lo que ha evitado que la grave crisis tuviera un desenlace similar a la del 2001.
Sin embargo y pese a todo lo bueno realizado, nos aproximamos a un momento decisivo en el cual convergen el cansancio producido por las medidas de aislamiento en la población, lo que está llevando a un progresivo y peligroso incumplimiento de la disciplina del distanciamiento social, en forma concurrente, con un sostenido aumento en la tasa de contagiados.
Es en estas situaciones de debilidad que cualquier evento que tenga cierta capacidad puede servir como detonante y deflagrar en una situación de conflictos generalizados. Tal como sucedió en los EEUU con la muerte de un ciudadano negro a manos de la policía o una tremenda explosión como fue en el caso de el Líbano.
La cuarentena en la Argentina probó ser un método eficaz y funcionó mientras se la respetó. Todo comenzó a cambiar cuando políticos de la oposición, medios de comunicación adversos al gobierno y potenciados por consignas difundidas a través de las redes sociales han lanzado una campaña de desprestigio y de franca mofa de las medidas adoptadas.
Como lo señaláramos con anterioridad habría sido necesario un ajuste de la estrategia gubernamental para enfrentar la evolución de la pandemia y capitalizar los logros obtenidos (https://espacioestrategico.blogspot.com/2020/06/hace-falta-un-cambio-de-estrategia.html)
Lamentablemente, esto no se realizó y se continuó sin las adaptaciones necesarias. Y, hoy, Todo lo señalado está creando las condiciones para que cualquier evento que pudiera tener lugar vea multiplicados sus efectos negativos.
Llegado a este punto en que se ha fallado con el diseño de una adecuada previsión, sólo resta prepararse lo mejor posible para enfrentar las consecuencias.
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