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domingo, 25 de agosto de 2013

Egipto: cerca del precipicio.

Cerca del precipicio

Los egipcios tienen ante sí dos malas opciones para elegir justo ahora. ¿Ofrecerá alguien una tercera?

Edición Impresa: domingo, 25 de agosto de 2013
 

Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2013

De todas las inquietantes imágenes que surgen de El Cairo en últimas fechas, ninguna podría ser peor que las imágenes de las muchas bajas civiles. Sin embargo, imágenes grabadas de la semana que mostraron el lanzamiento de un vehículo de la policía egipcia desde el Puente 6 de Octubre, que se extiende a través del Nilo en el centro de El Cairo, fueron casi igualmente perturbadoras.

Versiones noticiosas diferían con respecto a si el vehículo había sido empujado por manifestantes o si el chofer, en un ataque de pánico, se lanzó con fuerza a través del barandal del puente y cayó al río. Como sea, el puente terminó seriamente dañado, el vehículo se perdió y se desconoce la suerte de sus pasajeros.

Esa imagen es una miniatura de un país que ya está decayendo, que ya enfrenta enormes desafíos ambientales y poblacionales, ya con una desesperada necesidad de desarrollo y reparación, destruyéndose incluso más.

¿Quién pagará para sanar las heridas humanas y materiales que Egipto se está infligiendo ahora? Incluso miles de millones de dólares de naciones del Golfo Pérsico no pueden apuntalar indefinidamente a un país de 85 millones de personas, donde casi la mitad de las mujeres no sabe leer. Lo que los egipcios le están haciendo a su nación es locura pura.

En particular, resulta deprimente que el liderazgo y opciones necesarias para revertir estas tendencias al parecer no están presentes. Actualmente, los egipcios están enfrentando la alternativa entre unas fuerzas armadas que a todas luces parece que quieren regresar a Egipto a 1952, cuando el ejército tomó el poder por primera vez -y mantuvo a esa Hermandad Musulmana en su sitio- y la Hermandad Musulmana, que desea regresar al año 622, al nacimiento del Islam y a una estrecha sociedad contraria a la pluralidad y las mujeres, dominada por la ley Sharia, como si esa fuera la respuesta a los males de Egipto.

“La impactante lección de Egipto hoy día es que sus dos grupos más poderosos, organizados y con mayor confianza -la Hermandad Musulmana y las fuerzas armadas- demostraron que eran incompetentes en el campo del gobierno”, escribió el politólogo Rami Khouri en el diario The Beirut Daily Star la semana pasada.
 
“Esto no se debe a que ellos no tengan individuos capaces y partidarios inteligentes y racionales; tienen muchos de esos. Más bien, se debe a que las costumbres de los soldados y su espiritualidad están diseñadas para mundos diferentes al del gobierno y el suministro equitativo de servicios y oportunidades para millones de personas de diferentes religiones, ideologías y etnias. La falta de otros grupos indígenas de ciudadanos organizados y con credibilidad que pueda comprometerse en el proceso político y moldear nuevos sistemas constitucionales es mayormente una consecuencia de cómo oficiales castrenses, miembros de tribus y fanáticos religiosos han dominado la vida pública de los árabes a lo largo de varias décadas”.

Qué cierto. Los europeos orientales han tenido experiencia con la democracia parlamentaria en el periodo entre guerras. Así que cuando el comunismo fue levantado en 1989, con la ayuda de la Unión Europea, ellos hicieron transiciones relativamente fáciles al capitalismo democrático. Los asiáticos del Oriente tuvieron décadas de dictadores, pero, a diferencia de aquéllos en el mundo árabe, en su mayoría fueron modernizadores, los cuales se concentraron en construir infraestructura, educación, espíritu emprendedor y economías impulsadas por economías que, con el tiempo, produjeron clases medias tan amplias y educadas que arrebataron su libertad de los generales de manera relativamente pacífica. Los asiáticos del Este también tuvieron a Japón como modelo, país que decía: “Estamos rezagados, ¿en qué estamos mal? Necesitamos aprender de aquellos que están obteniendo mejores resultados”.

El mundo árabe no tenía las raíces democráticas que podían florecer rápidamente o los autócratas modernizadores, que construyeran las amplias clases medias con educación que pudieran tomar el control gradualmente. Además, no tuvo una Unión Europea que actuara como imán y modelo. Así que cuando la tapa salió volando con el despertar árabe, no existía un solo movimiento progresista de amplias bases que compitiera efectivamente con los mismos de siempre: los militares y la Hermandad Musulmana.

Entiendo por qué tantos egipcios se volvieron contra la Hermandad. El grupo estaba robando su revolución para su propia agenda de corte rancio. Sin embargo, la mejor forma de justificar la expulsión de la Hermandad era que los militares pusieran en marcha un gobierno que realmente pusiera a Egipto al comienzo de la larga marcha a la modernización, el espíritu emprendedor, alfabetización para la mujer y política consensual e incluyente -incluyente incluso con los islamistas-, no otra marcha bajo los generales.

El general Abdel-Fattah el-Sissi instaló un gabinete con algunas personas buenas; tenía el potencial de dar a luz a una tercera vía. Sin embargo, antes de que pudiera dar dos pasos, el ejército y la policía lanzaron una campaña para decapitar a la Hermandad que involucró, para gran consternación, los asesinatos indiscriminados de cientos de personas sin armas.

La Hermandad provocó una parte de esto; feliz de tener algunos “mártires” para deslegitimar la toma del control de las fuerzas armadas y cambiar el tema respecto de su propio mal gobierno; simpatizantes de la Hermandad también quemaron casi 40 iglesias y mataron a algunos agentes de policía.

Así que, una vez más, los egipcios y sus amigos en el extranjero están siendo polarizados entre las mismas dos opciones, que son malas. Ya es tarde. El-Sissi tiene que contenerse y facultar al gabinete que nombró para que produzca una tercera vía; un gobierno auténticamente modernizador e incluyente. De eso fue la revolución de 2011. Si él desvía a Egipto de ese objetivo, de la manera que lo hizo la Hermandad, si su única ambición es ser otro Nasser y no un Mandela, Egipto se dirige a una gran caída, justamente como ese vehículo de policía que cayó al Nilo.

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