http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Oriente_Medio/70110/
Prof. Efraim Inbar
EE.UU., bajo el presidente Barack Obama, ha señalado su intención de reducir su presencia en Oriente Medio. Washington ha librado sin éxito dos guerras en la región -una lección frustrante acerca de los límites de su poder-. Al mismo tiempo, la dependencia de Estados Unidos del Oriente Medio en materia de energía se ha visto disminuida gracias al progreso doméstico en la tecnología de fractura hidráulica (fracking). Por otra parte, Washington ha decidido "pivotar" alrededor de China, un retador mundial emergente, y también reducir sus gastos de defensa, dejando menos recursos militares disponibles para proyectar su poder en el Medio Oriente. (Por un tiempo, durante el mandato del presidente Obama, EE.UU. no tuvo ningún portaaviones en el Mediterráneo oriental o en el Golfo, una situación sin precedentes). Además, la campaña estadounidense contra el Estado Islámico ha sido extremadamente limitada y conseguido poco éxito.
Sukhoi 24M en la base rusa de Latakia Siria.
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Desafortunadamente, esta retirada indica tanto fatiga como debilidad.
Washington también ha desistido confrontar a Irán, y ha hecho un gran esfuerzo para contemporizar él mismo. El presidente Obama piensa que al completar el acuerdo nuclear con Irán, ha resuelto uno de los problemas claves de seguridad de la región, antes de dejar el cargo. Sin embargo, el acuerdo legitima una gran infraestructura nuclear en Irán, e ignora los intereses cardinales de seguridad nacional de por lo menos dos aliados de Estados Unidos: Israel y Arabia Saudita. La posterior eliminación de las sanciones económicas internacionales -sin el requisito de reciprocidad de algún cambio en la política regional de Irán- coloca a Teherán en posición de obtener grandes beneficios económicos sin costo alguno. La política del presidente Obama con respecto a Irán ha ocasionado un cambio dramático en el equilibrio de poder regional; sin embargo, Washington parece en gran medida impasible.
En tanto que la política de Estados Unidos sobre Irán se ha guiado principalmente por castillos en el aire; las aprehensiones de los actores regionales con respecto a las ambiciones hegemónicas de Teherán se han multiplicado en respuesta al acuerdo nuclear. Mientras que Washington afirma estar seguro de que Irán jugará "un papel regional responsable", los líderes de Ankara, El Cairo, Jerusalén y Riad ven a Teherán como casi totalmente inalterable con respecto a su estado pre-acuerdo en cualquier sentido políticamente significativo, con el potencial de producir nuclear bombas en el corto plazo.
La consecuencia más grave de la política estadounidense de desacoplamiento de la región es el aumento de la probabilidad de proliferación nuclear. Las potencias en pugna por el liderazgo regional, tales como Egipto, Turquía y Arabia Saudita no se quedarán de brazos cruzados en el ámbito nuclear, especialmente en tanto que EE.UU. ya no es visto como un proveedor fiable de seguridad. Los intentos de Estados Unidos de convencer a las potencias regionales de que confíen en el paraguas nuclear norteamericano, en un intento de prevenir la proliferación atómica, probablemente fallará. La aparición de un Oriente Medio nuclear multipolar, que es una consecuencia plausible de la contemporización nuclear de Estados Unidos con Irán, será una pesadilla estratégica para todo el mundo.
Un Irán envalentonado, que tradicionalmente actúa a través de agentes o clientes en vez de mediante la conquista militar, podría intensificar su campaña para subvertir a Arabia Saudita, posiblemente jugando la carta chií en la provincia oriental, de mayoría chií, rica en petróleo. La pérdida de esa provincia debilitaría considerablemente al estado saudita e incluso podría provocar su desintegración.
Irán podría usar la subversión, los ataques terroristas y la intimidación sobre los países del Golfo para desalojar
completamente la disminuida presencia estadounidense en el Golfo. En ausencia de la determinación y la capacidad para proyectar fuerza de Estados Unidos, el poder superior de Irán podría "finlandizar" a los países del Golfo. Hemos podido ver también la "finlandización" de la cuenca del Caspio, donde Irán comparte la costa con importantes productores de energía como Azerbaiyán y Turkmenistán. La cuenca del Caspio y el Golfo Pérsico forman una "elipse energética" que contiene una gran parte de los recursos energéticos del mundo.
Azerbaiyán y Turkmenistán son muy temerosos de la creciente influencia de Irán. Es posible que esos países, que adoptaron una orientación política exterior pro-occidental, tras la disolución de la Unión Soviética, decidan volver a la órbita rusa; porque Rusia aparece en la actualidad como un aliado más fiable que EE.UU.
Moscú está totalmente entusiasmado por la posibilidad de reafirmar el papel de Rusia en la región, como consecuencia de la retirada estadounidense. Con ese fin, ha tomado el gran paso de intervenir militarmente en Siria para asegurar la supervivencia del régimen de Assad. El litoral sirio es una base vital para una mayor presencia naval rusa en el Mediterráneo oriental, y esto precede la participación aérea rusa en la guerra civil siria. Además, Rusia quiere proteger las perspectivas energéticas que dependen de la supervivencia de Assad. Ya ha firmado contratos de exploración con el régimen de Assad en relación con los recientes descubrimientos de gas en la cuenca del Levante.
Siria ha sido un aliado de Irán desde 1979 -la alianza más duradera del Oriente Medio-. La preservación del régimen de Assad es fundamental para los intereses iraníes debido a que Damasco es una pieza clave para su cliente, el Hezbollah, en el Líbano. Por lo tanto, los esfuerzos de Rusia en favor de Assad sirven directamente a los intereses del régimen iraní. Si tiene éxito, estos esfuerzos profundizarán aún más la influencia iraní en la región.
Más allá de Siria, podemos ver a Irán unirse a Rusia en apoyo a las ambiciones políticas kurdas con el fin de debilitar a Turquía, el rival de Irán en el liderazgo regional. Los kurdos son una espina en el costado de Turquía. Irán y Turquía están apoyando a bandos opuestos en la guerra civil siria, donde los kurdos están forjando regiones autónomas. Dependiendo de cómo transcurra la guerra, los sueños nacionales kurdos podrían beneficiarse del vacío de poder creado por la disrupción de las estructuras estatales árabes y la salida estadounidense de la región.
En cuanto a Egipto, la reticencia estadounidense a apoyar al régimen de al Sisi, le hizo el juego a los rusos. Los rusos están vendiendo armas a El Cairo, negociando derechos portuarios en Alejandría, y suministrando reactores nucleares a Egipto. También en Irak, vemos señales de una presencia rusa en coordinación con Irán; en tanto que la influencia estadounidense en ese país sigue disminuyendo.
El ascenso de un Irán más agresivo -consecuencia directa de la retirada de Estados Unidos- puede dar lugar a una mayor cooperación tácita entre Egipto, Jordania, Arabia Saudita e Israel. La gran pregunta es si Turquía se unirá a dicha alineación anti-iraní.
La debilidad de Estados Unidos en la región, inevitablemente, tendrá un efecto dominó en otras partes del mundo. La credibilidad de Estados Unidos está ahora en cuestión, y los aliados en otras partes pueden decidir que sería prudente ir a lo seguro. Desafíos mayores esperan a EE.UU. más allá de Oriente Medio.
Efraim Inbar, director del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat (BESA), es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Bar Ilan y miembro del Foro de Oriente Medio (Middle East Forum). Fuente: BESA.
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