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Margaret Coker
Más de un año de ataques aéreos y sanciones financieras dirigidas por Estados Unidos no han impedido a Estado Islámico adquirir provisiones para sus combatientes, importar alimentos para la población civil o lograr ganancias rápidas con el arbitraje de divisas.
Esto se debe a hombres como Abu Omar, uno de los banqueros de facto del grupo militante islámico. Este empresario iraquí es parte de una red financiera que ha funcionado durante décadas en el norte y centro de Irak para facilitar las transferencias de dinero y la financiación de muchos comerciantes locales que evitan los bancos convencionales.
Cuando Estado Islámico tomó control de esta región en 2014, le hizo a Omar una oferta que éste decidió no rechazar: podía conservar su negocio si aceptaba manejar el dinero del grupo terrorista más rico del mundo.
“Yo no hago preguntas”, dijo Omar, que posee casas de transferencias en las ciudades iraquíes de Mosul, Sulimaniyah, Erbil y Hit. Su firma cobra hasta 10% de comisión por mover dinero dentro y fuera del territorio controlado por los militantes fundamentalistas. El monto es el doble de las tasas normales. “Estado Islámico es bueno para los negocios”, dice.
Estos financistas garantizan que millones de dólares en efectivo entren y salgan a diario del territorio controlado por Estado Islámico, anulando así los esfuerzos internacionales para aislar al grupo terrorista del sistema bancario global, dicen fuentes involucradas en el negocio. Estos operadores trabajan a través de las fronteras y los campos de batalla en medio de uno de los conflictos más peligrosos del mundo, protegidos por las ganancias que producen y por el rol fundamental que tienen en el desarrollo de la economía regional.
“Dáesh sigue las leyes del dinero, no de la religión o la política. En este sentido, son tan iraquíes como el resto”, dijo un cambista de dinero de Anbar en referencia a Estado Islámico. La red de corresponsales de este operador se extiende desde Amman en Jordania, hasta Faluya y Bagdad en Irak.
El Subsecretario de Financiación del Terrorismo de EE.UU., Daniel Glaser, dijo que este tipo de empresas (sólo en Irak hay más de 1.600) permiten a Estado Islámico conectarse con el mundo exterior fuera de su autoproclamado califato.
Los dueños de estas casas de cambio y empresas fachada reflejan la variedad de etnias y religiones iraquíes. El funcionamiento de estas redes está basado en la confianza mutua: alguien deposita dinero en efectivo en un lugar y al mismo tiempo y en otro lugar a miles de kilómetros de distancia otra persona paga ese monto al destinatario final de la transacción. Esta antigua práctica, anterior a la creación del sistema bancario moderno, es conocida en Oriente Medio como hawala.
Los sobornos y el pago de tributos a los grupos que controlan cada sección del territorio garantizan la seguridad del dinero en tránsito. Tres operadores iraquíes dicen que para proteger sus envíos de efectivo desde Bagdad hasta el territorio controlado por militantes de Estado Islámico en la provincia de Anbar, le pagan una tarifa a las milicias chiitas, que están en guerra con Estado Islámico. Combatientes kurdos iraquíes, también en guerra contra Estados Islámico, son sobornados para que dejen pasar los envíos de efectivo a través de las zonas de combate que rodean a Mosul. En ambos casos, pagan tarifas fijas de entre US$1.000 y US$10.000, dicen los cambistas. Estado Islámico, por su parte, cobra un impuesto de 2% sobre los envíos de efectivo que entran en su territorio, de acuerdo a cuatro personas que participan en el negocio.
El efectivo se desplaza por al menos tres rutas. Una comienza en los estrechos callejones detrás del Gran Bazar de Estambul, Turquía, y sigue a través de los pueblos kurdos iraquíes hasta Mosul, la mayor ciudad bajo control de Estado Islámico. Otra conecta la capital jordana de Amman con Bagdad, atravesando zonas controlados por el grupo terrorista en la provincia iraquí de Anbar. Una tercera ruta enlaza la ciudad de Gaziantep, en el sur de Turquía, con Al Raqa, la capital administrativa de Estado Islámico, en Siria.
Funcionarios turcos y jordanos dicen que sus gobiernos se han comprometido a luchar contra Estado Islámico y a investigar y procesar agresivamente tanto el lavado de dinero como la financiación terrorista. Funcionarios iraquíes aseguraron que los cambistas juegan un papel importante en el sector financiero del país, pero que los que cooperan con terroristas deberían ser castigados.
El mes pasado, los cancilleres de la coalición liderada por EE.UU. contra Estado Islámico reiteraron su determinación para desarticular los activos financieros del grupo terrorista, estimados en entre US$300 millones y US$700 millones. El Departamento del Tesoro y otras agencias estadounidenses envían regularmente a Bagdad informes de inteligencia sobre transacciones financieras sospechosas de estar ligadas a terroristas, dijeron funcionarios estadounidenses, y mantienen una estrecha relación con los reguladores y los organismos de seguridad de los países vecinos. Pero el flujo de efectivo continúa.
En diciembre, el Banco Central de Irak prohibió a 142 casas de cambio, de las que EE.UU. sospechaba hacían trasferencias para Estado Islámico, participar en las subastas de dólares que la entidad monetaria organiza dos veces al mes.
Refugiados iraquíes y hombres de negocios en Turquía, Jordania y la ciudad curda de Erbil en Irak dicen que muchas más empresas de este tipo han abierto sus puertas en los últimos 18 meses, probablemente para capitalizar el crecimiento de Estado Islámico. “El dinero fluye más fácil que el agua”, dijo un operador iraquí llamado Kemal que usa una compañía turco-iraquí para transferir fondos fuera de territorio de Estado Islámico, y luego emplea su red logística para enviar mercancías. La empresa, llamada Taha, no respondió a solicitudes de comentarios.
Esas operaciones financieras se hallan integradas en el tejido tribal de la sociedad de Oriente Medio y funcionan desde oficinas que a menudo no ofrecen ningún indicio de los servicios que prestan o de la riqueza que detentan.
Los cambistas saben si sus potenciales socios comerciales son solventes o no y evitan participar en operaciones que no puedan ser cumplidas. El engaño y los robos son raros ya que estos comerciantes saben que sus propias familias serán responsables de pagar sus deudas en caso de que ellos no lo hagan.
Banqueros y agencias de desarrollo de Irak estiman que más de la mitad de los comerciantes minoristas de ese país dependen de estas casas de cambios no convencionales para seguir funcionando. Si esta red fuera prohibida, la economía colapsaría.
A pesar de que sólo los bancos y las firmas de remesas pueden transferir legalmente dinero en efectivo dentro o fuera de Irak, los cambistas evaden estas normas y han ofrecido estos servicios en Mosul, el motor económico del norte del país, desde hace mucho tiempo.
Después de que Estado Islámico ocupó esta ciudad en junio de 2014, EE.UU. y otros gobiernos de la región tomaron inmediatamente medidas para aislar a los bancos de esa ciudad de la red bancaria internacional. Esto dejó a los cambistas tradicionales como los únicos proveedores de servicios financieros en una región de varios millones de habitantes.
El dueño de una de estas casas de cambio en la provincia de Anbar dijo a comienzos del segundo semestre de 2014 que sus oficinas estaban manejando US$500.000 por semana en transferencias de dinero dentro y fuera de territorio de Estado Islámico. El costo de tales servicios era de 10%, dijo. Antes de que Estado Islámico conquistara esta región, las tarifas eran de entre 3% y 5%.
Suha Ma’ayeh en Amman, Emre Peker en Estambul,
Ali Nabhan en Bagdad y Emily Glazer contribuyeron a este artículo.
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