https://www.nytimes.com/es/2017/04/17/en-corea-del-norte-se-vive-una-crisis-de-los-misiles-como-la-de-cuba-pero-en-camara-lenta/
Por DAVID E. SANGER y WILLIAM J. BROAD
Todos los elementos de la crisis nuclear surcoreana estuvieron presentes este fin de semana: el impulso de Kim Jong-un para crear un arsenal, la propaganda y la decepción que rodean las afirmaciones sobre su progreso y las acusaciones de que Estados Unidos lleva a cabo una guerra encubierta para socavar los esfuerzos y evitar una confrontación abierta.
En la plaza central de Pyongyang hubo un desfile en el que la exhibición interminable de misiles pretendía transmitir el mensaje de que el programa de Kim es imparable. Pero a eso le siguió un revés vergonzoso: una prueba de misiles falló segundos después del lanzamiento, el mismo patrón que se ha visto en varias pruebas anteriores. Y, finalmente, estuvo la prueba que no sucedió (al menos, hasta ahora): una sexta explosión nuclear. Las imágenes satelitales muestran que está lista y preparada.
Lo que se vive es una “crisis de misiles de Cuba en cámara lenta”, según Robert Litwak, experto del Woodrow Wilson Center for Scholars que estudia esta interacción potencialmente mortífera. Pero la parte de cámara lenta parece estar acelerándose, ya que el gobierno de Trump ha dejado claro que Estados Unidos no seguirá tolerando los avances que han acercado a Kim cada vez más a su meta.
El secretario de Estado Rex Tillerson ha dicho que “la política de paciencia estratégica se ha terminado”, lo que endurece la postura estadounidense mientras Kim progresa en dos sentidos: reducir el tamaño de un arma nuclear para que se pueda posicionar en un misil balístico de largo alcance, y desarrollar una bomba de hidrógeno que tendría hasta mil veces más poder que las armas construidas hasta ahora, similares a la que se usó contra Hiroshima.
Aunque las analogías históricas son imprecisas por definición —la crisis coreana data desde hace más de un cuarto de siglo, mientras que la crisis en Cuba entre Fidel Castro y los gobiernos soviético y estadounidense duró trece días—, hay un paralelismo que sobresale particularmente.
Cuando las ambiciones nacionales, el ego personal y un arsenal mortífero se mezclan, las posibilidades de un error de cálculo se multiplican.
El enfrentamiento actual se ha vuelto cada vez más volátil. La promesa de un presidente nuevo de no permitir que Corea del Norte ponga en riesgo a su país se topa con un líder norcoreano joven e inseguro, que ve en su capacidad para hacer justamente eso la única garantía de su supervivencia.
Y Trump, claramente, ha tenido dificultades en entender la dinámica, como reconoció hace poco cuando declaró que el presidente chino Xi Jinping le había dado un breve seminario sobre las relaciones ente Pekín y Pyongyang. Trump se mostró sorprendido de que China no tuviera el control absoluto de su vecino como, aseguró, ocurría el año pasado.
“Escuché por diez minutos y me di cuenta de que no es tan fácil”, dijo. “No es como pensarían”.
No obstante, el hecho de que Kim no haya llevado a cabo una prueba nuclear durante el fin de semana, cuando se celebró el 105 natalicio de su abuelo y fundador de la nación, Kim Il-sung, podría indicar que Xi ha logrado retenerlo. Según la Casa Blanca, Xi ha respondido a la presión del gobierno de Trump para que corte los vínculos financieros con Pyongyang y la venta de combustibles, los dos sustentos del Estado norcoreano.
“¿Por qué llamaría manipuladora de divisas a China cuando está trabajando con nosotros en el problema norcoreano?”, preguntó Trump en Twitter el domingo por la mañana, dejando claro que todo —incluidas las cuestiones comerciales que prometió resolver como candidato— podrían ser monedas de cambio cuando se trata de socavar al régimen de Corea del Norte.
Mientras, Pyongyang intenta transmitir la sensación de que ya es demasiado tarde para eso; que ya alcanzó un punto de inflexión en su arremetida nuclear.
“El principal aprendizaje es que se están tomando esto en serio”, dijo Jeffrey Lewis, especialista en Corea del Norte del Middlebury Institute for International Studies en California.
Aunque el triunfo de Kim quedó socavado por la falla en la prueba de misiles. Corea del Norte había sido muy exitoso en los lanzamientos de este tipo, e incluso vendía sus misiles alrededor del mundo. Hasta que empezaron a fallar, tal vez a causa de intervenciones de Estados Unidos.
El año pasado, la tasa de fracasos fue del 88 por ciento y Kim, según reportes, ordenó una investigación sobre la posibilidad de sabotaje. El misil Musudan, el más amenazador que ha sido probado y el que más ha fallado en lanzamientos, no ha reaparecido en escena hasta ahora.
Sin embargo, los funcionarios de Washington y analistas alertan que lo más preocupante es el progreso constante que han tenido durante la última década en el desarrollo de ojivas nucleares que aún no son suficientemente pequeñas para ser posicionadas en misiles de largo alcance. Ese trabajo se ha dado de manera más encubierta, con pruebas llevadas a cabo en túneles debajo de montañas.
“Han hecho cinco pruebas en diez años”, dijo Siegfried Hecker, profesor de Stanford que dirigió el laboratorio de Los Álamos en Nuevo México, donde nació la bomba nuclear. “Puedes aprender mucho en ese tiempo”.
Por DAVID E. SANGER y WILLIAM J. BROAD
AEl Pukguksong-1, el primer misil balístico lanzado desde un submarino por Corea del Norte. |
En la plaza central de Pyongyang hubo un desfile en el que la exhibición interminable de misiles pretendía transmitir el mensaje de que el programa de Kim es imparable. Pero a eso le siguió un revés vergonzoso: una prueba de misiles falló segundos después del lanzamiento, el mismo patrón que se ha visto en varias pruebas anteriores. Y, finalmente, estuvo la prueba que no sucedió (al menos, hasta ahora): una sexta explosión nuclear. Las imágenes satelitales muestran que está lista y preparada.
Lo que se vive es una “crisis de misiles de Cuba en cámara lenta”, según Robert Litwak, experto del Woodrow Wilson Center for Scholars que estudia esta interacción potencialmente mortífera. Pero la parte de cámara lenta parece estar acelerándose, ya que el gobierno de Trump ha dejado claro que Estados Unidos no seguirá tolerando los avances que han acercado a Kim cada vez más a su meta.
El secretario de Estado Rex Tillerson ha dicho que “la política de paciencia estratégica se ha terminado”, lo que endurece la postura estadounidense mientras Kim progresa en dos sentidos: reducir el tamaño de un arma nuclear para que se pueda posicionar en un misil balístico de largo alcance, y desarrollar una bomba de hidrógeno que tendría hasta mil veces más poder que las armas construidas hasta ahora, similares a la que se usó contra Hiroshima.
Aunque las analogías históricas son imprecisas por definición —la crisis coreana data desde hace más de un cuarto de siglo, mientras que la crisis en Cuba entre Fidel Castro y los gobiernos soviético y estadounidense duró trece días—, hay un paralelismo que sobresale particularmente.
Cuando las ambiciones nacionales, el ego personal y un arsenal mortífero se mezclan, las posibilidades de un error de cálculo se multiplican.
El enfrentamiento actual se ha vuelto cada vez más volátil. La promesa de un presidente nuevo de no permitir que Corea del Norte ponga en riesgo a su país se topa con un líder norcoreano joven e inseguro, que ve en su capacidad para hacer justamente eso la única garantía de su supervivencia.
Y Trump, claramente, ha tenido dificultades en entender la dinámica, como reconoció hace poco cuando declaró que el presidente chino Xi Jinping le había dado un breve seminario sobre las relaciones ente Pekín y Pyongyang. Trump se mostró sorprendido de que China no tuviera el control absoluto de su vecino como, aseguró, ocurría el año pasado.
“Escuché por diez minutos y me di cuenta de que no es tan fácil”, dijo. “No es como pensarían”.
No obstante, el hecho de que Kim no haya llevado a cabo una prueba nuclear durante el fin de semana, cuando se celebró el 105 natalicio de su abuelo y fundador de la nación, Kim Il-sung, podría indicar que Xi ha logrado retenerlo. Según la Casa Blanca, Xi ha respondido a la presión del gobierno de Trump para que corte los vínculos financieros con Pyongyang y la venta de combustibles, los dos sustentos del Estado norcoreano.
“¿Por qué llamaría manipuladora de divisas a China cuando está trabajando con nosotros en el problema norcoreano?”, preguntó Trump en Twitter el domingo por la mañana, dejando claro que todo —incluidas las cuestiones comerciales que prometió resolver como candidato— podrían ser monedas de cambio cuando se trata de socavar al régimen de Corea del Norte.
Mientras, Pyongyang intenta transmitir la sensación de que ya es demasiado tarde para eso; que ya alcanzó un punto de inflexión en su arremetida nuclear.
“El principal aprendizaje es que se están tomando esto en serio”, dijo Jeffrey Lewis, especialista en Corea del Norte del Middlebury Institute for International Studies en California.
Aunque el triunfo de Kim quedó socavado por la falla en la prueba de misiles. Corea del Norte había sido muy exitoso en los lanzamientos de este tipo, e incluso vendía sus misiles alrededor del mundo. Hasta que empezaron a fallar, tal vez a causa de intervenciones de Estados Unidos.
El año pasado, la tasa de fracasos fue del 88 por ciento y Kim, según reportes, ordenó una investigación sobre la posibilidad de sabotaje. El misil Musudan, el más amenazador que ha sido probado y el que más ha fallado en lanzamientos, no ha reaparecido en escena hasta ahora.
Sin embargo, los funcionarios de Washington y analistas alertan que lo más preocupante es el progreso constante que han tenido durante la última década en el desarrollo de ojivas nucleares que aún no son suficientemente pequeñas para ser posicionadas en misiles de largo alcance. Ese trabajo se ha dado de manera más encubierta, con pruebas llevadas a cabo en túneles debajo de montañas.
“Han hecho cinco pruebas en diez años”, dijo Siegfried Hecker, profesor de Stanford que dirigió el laboratorio de Los Álamos en Nuevo México, donde nació la bomba nuclear. “Puedes aprender mucho en ese tiempo”.
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