por Carlos Pissolito
"El triunfo de la Muerte" de Pieter Brueghel el Viejo,Museo del Prado. |
Es demasiado pronto para saber si la pandemia del coronavirus tendrá rasgos apocalípticos. Pero, al menos en términos geopolíticos, la posibilidad merece ser considerada.
En principio, podemos llegar a admitir que será un duro golpe para el globalismo y para su ideología preferida: el Liberalismo.
Obviamente, una "sociedad abierta" como proponen ambos es muy vulnerable ante el avance de enfermedades infecciosas peligrosas. Y solo un sistema cerrado podría protegernos.
Pero, también, la República Islámica de Irán, construida sobre valores espirituales, no está fuera del alcance del virus. El coronavirus lo ha detenido a casi todo; ya sea los precios del petróleo, al comercio mundial y a la libre circulación de personas.
Ya en el siglo XIX, el filósofo alemán Johann G. Fichte, en su libro: "El Estado económicamente cerrado", imaginó a la regulación estatal como la forma para eliminar las desigualdades económicas y garantizar la estabilidad del Estado.
¿Vamos en la dirección sugerida por Fichte?
Probablemente solo por un tiempo, pues si se superara el coronavirus, las personas volverían, inmediatamente, a sus viejas rutinas. El mercado volvería a cobrar vida y todo retornaría a su estado “normal". Por lo que sería ingenuo pensar lo contrario; pero siempre puede aparecer lo inesperado.
Por ejemplo, ¿Qué pasaría si tratara de una invención humana, de un virus genéticamente modificado? Entonces, nos enfrentaríamos a algo que podría comenzar a comportarse de manera impredecible. Con acciones tales como mutar, lo que lo llevarían, ya sea a empeorar o a debilitarse y desvanecerse lentamente. Todas las opciones quedarían abiertas.
Lo que no se puede negar, aún con las incertidumbres de hoy, es que ya está teniendo un impacto en la economía mundial, la que bien podría encaminarse hacia un colapso en los próximos meses. Lo que sin ser apocalíptico, tampoco, es para despreciar
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