COMENTARIO: Ha sido siempre necesario comprender el pensamiento, aún, de los que no comparten nuestro pensamiento. Tal es el caso, de Colin S. Gray. Un pensador devoto y tan oscuro como su maestro Carl von Clausewitz; pero que merece ser entendido. Simplemente, porque sus ideas sobre el empleo de armas nucleares bien pueden ser una luz para entender el probable empleo de estas armas por parte de las potencias occidentales.
https://www.militarystrategymagazine.com/article/nuclear-strategy-a-tale-of-consequence/
Colin Gray (*)
Estrategia nuclear
Es tentador, tal vez incluso seductor, creer que la horrible innovación del arma nuclear comprende la verdadera autoridad en el concepto y en la realidad física de lo que se discute aquí. Sin embargo, con el tiempo es casi seguro que esta creencia se demostrará incorrecta. Incluso es posible que el desarrollo de armas haya alcanzado una forma casi irónica de perfección, o al menos de manera efectiva, en el giro creciente de las armas nucleares, aparentemente, de todas las dimensiones y de muchos propósitos especializados; al menos si tomamos como autoritario lo que los rusos nos dicen sobre ellos mismos y sobre nosotros por en estos días. Sin embargo, sin dudar, necesariamente, de la sinceridad rusa acerca de su destreza técnica nuclear-militar, hay muchas dudas sobre el sentido estratégico, en la última década, de los logros militares, aparentemente, nucleares de Vladimir Putin. El comienzo de la sabiduría para nosotros debe ser un retorno urgente a las bases teóricas y conceptuales. En el hermanamiento, bastante dudoso, entre la estrategia y lo nuclear, es realmente importante para nosotros no confundirnos en cuanto a la importancia relativa del sustantivo y del adjetivo.
Puede quedar bien decir que el arma nuclear permanecerá, por cierto, como una embrollo permanente para la raza humana y para toda la aventura del manejo del Estado y de su auxiliar, la estrategia; pero encuentro a esta actitud, históricamente, menos satisfactoria de lo que puede aparecer desde una perspectiva real, necesariamente, limitada en el tiempo. No estoy diciendo, al menos no del todo, que en un tiempo dado, la gran revolución nuclear del Siglo XX se tornará irrelevante, en consecuencia, sospecho que ella será menos útil en el futuro que lo que lo fue en el medio siglo que siguió a la 2da GM. La principal razón de porque lo creo probable, es por su localización en lo que funciona como la “biblia” de nuestro estudio, la que no solo por una sola vez, por ejemplo, nos podrá excusar de la excepcional irreverencia en esta instancia. Es aconsejable, de hecho necesario, volver a las páginas de “De la Guerra” (por supuesto), de tal manera conscientes de las, aparentemente, verdades permanentes contenidas en Clausewitz. Además, debemos estar lo suficientemente listos para entender y por lejos aceptar el argumento, razonablemente, evidente que cubre a todo el pasaje, excesivamente emocionante, de la política y de la estrategia moderna desde su muerte en 1831.(1) El argumento dominante en “De la Guerra” es que la guerra siempre debe ser sobre política. Cuando esta condición parece no estar autorizada, el uso de la fuerza debe ser sobre alguna otra condición o calidad, aunque incluso eso, probablemente, tenga un significado político. Clausewitz teorizó sobre las guerra muy grandes y, también, sobre las pequeñas. No podemos saber en qué sentido, si lo hubiera hecho, con el uso de las armas nucleares para la estrategia; pero nos legó el esqueleto, al menos, de uno que sigue siendo relevante incluso hoy. Con mucho, el argumento más importante en “De la Guerra” sostiene, entonces como ahora, que el propósito político siempre debe esforzarse por controlar los eventos. (2) El gran prusiano entendió, muy bien, que la guerra es una empresa incierta y fue testigo y sobrevivió al espantoso fenómeno de la guerra como una apuesta que tal vez no rindió como debía. (3) De hecho, casi con certeza, habría respaldado la caracterización de la guerra como un caos, el "indicativo de llamada" preferida del destacado general de los Marines de EEUU, James Mattis, no debería haber pasado desapercibido para los lectores de estas páginas de “Military Strategy” que nuestro tema central aquí, la estrategia nuclear, es probable que resulte notablemente hostil a la idea de que la guerra es una apuesta. La guerra nuclear podría ser un producto de un error de la política y demostrar una aproximación más cercana a la comprensión de Jim Mattis del "caos", que a cualquier apariencia reconocible de un plan ordenado. Es necesario mencionar que incluso cuando se llevan a cabo planes militares ordenados y aparentemente bien procesados, la guerra parece tener múltiples formas para eludir la disciplina. ¿Es probable, deberíamos preguntarnos, que la guerra real con armas nucleares resulte una historia diferente para toda la sombría maquinaria de la historia conocida? Sospecho que no, más bien sospecho que la guerra nuclear de hoy se parecería a una narrativa más amplia y más coherente de la que tenemos motivos, más que adecuados, para sospechar lo que sería el caso más probable, si alguno de nosotros sobreviviera a una catástrofe de este tipo. Sin embargo, no todo podría perderse, a pesar de los serios motivos para la duda que tenemos de que ocurra lo contrario.
Sentido Común Estratégico
Nunca debemos olvidar que el verdadero significado de la estrategia es la consecuencia. (4) La estrategia nuclear tiene que ver con las consecuencias de la elección táctica y operativa con respecto a la amenaza o con el uso de armas nucleares. El excelente razonamiento teórico aparente es crítico y está, desesperadamente, corto de apoyo empírico. Después de todo, ¿qué sabemos realmente sobre el valor militar de las armas nucleares como ejecutores de decisiones políticas? Básicamente, ¿qué creemos que sabemos sobre la amenaza y el uso real en la guerra de estas armas? Podemos sentirnos tentados por la atractiva promesa de lo que podría entenderse, no sin razón, como una rendición preventiva de la estrategia y de la política por parte de un sistema político adversario. Sin embargo, no podríamos anticipar, razonablemente, un colapso tan racional, casi moral, por parte de un enemigo. La presión política para mantenerse firme, al menos brevemente, quizás, mucho más temprano que tarde, alimentaría el argumento para mantener la posición y cosas por el estilo. Aunque la maquinaria de guerra de un Estado armado con armas nuclear será el producto de miles, las decisiones de luchar, o no, siempre serán el producto de un número muy pequeño de personas. La Europa del siglo XIX inventó la práctica de la preparación de la Defensa en tiempos de paz para cuando llegara la guerra. Este fenómeno lo hemos aceptado, simplemente, como del sentido común estratégico: estaremos preparados de manera contingente para cualquier peligro de seguridad que surja en el futuro cercano. Esto simplemente es prudente. Demasiado fácil de entender, por supuesto, pagamos un precio que podría resultar realmente pesado, en la preparación para nuestra Defensa. Una preparación de Defensa prudente podría, con bastante facilidad, aunque sin darse cuenta, asumir un carácter amenazante en la comprensión de otros Estados, con consecuencias en la elección política que podrían ser seriamente adversas para la seguridad de todas las partes interesadas, incluidos nosotros mismos.
La estrategia nuclear en común con toda estrategia, es el resultado de intenciones, notablemente, humanas y de una elección personal. Dadas las consecuencias devastadoras que se derivan del uso de armas nucleares, es poco probable que se pueda obtener una ventaja unilateral de su uso. Probablemente, la pregunta políticamente más relevante, se refiera al temple de los formuladores de políticas y de estrategias. Incluso si estuviéramos persuadidos de que se podría ganar una guerra, es decir, llevarla a cabo hasta un punto en el que se obtendría una ventaja política significativa, el elemento nuclear en el juicio debe reducir la confianza en cualquier conclusión sobre la política. Por supuesto, no podríamos recurrir al sentido común estratégico para obtener una guía prudente en tal situación, porque la política inteligente no debería haber estado en la temible condición de que, en repetidas ocasiones, en el terrible siglo XX, haya concluido con misericordia. Podría decirse que es algo irónico que nuestro mal nuclear sea el producto de un peligro derivado del descubrimiento y de la explotación científica sobre el cual no sabíamos, de hecho, realmente no podríamos haberlo sabido. Aunque con los tiempos de movilización y preparación adecuadamente ajustados, los lectores de esta revista deben notar que a pesar de cierta flexibilidad en la movilización, el despliegue posterior y en el uso de fuerzas nucleares en ambos lados es muy probable, en principio, que en la práctica, la crisis nuclear y la guerra misma podrían parecerse bastante a 1914. Puede ser prudente y posiblemente militarmente sensato librar una guerra nuclear sólo lentamente y con un nivel relativamente bajo de posibilidad de escalada explosiva; pero no podemos ignorar la cuestión vital del contexto crítico. Austro-Hungría, con la ayuda vital de la locura rusa, creó en lo que se convirtió en una casi 'tormenta perfecta' para el arte de gobernar que fue en el verano de 1914.(5) Aunque fue terrible, sin duda resultó ser, al menos, un pálido reflejo casi insignificante, cuando lo comparamos con las posibles, de hecho probables, consecuencias de una crisis política verdaderamente estratégica en el presente o en el futuro. ¿Hay una ciudad aparentemente modesta en Europa del Este, en el flanco báltico de la OTAN, esperando tener su propio momento Sarajevo? (6)
¿Qué es lo que hacemos?
En el transcurso de la última década, la Rusia de Vladimir Putin, geofísicamente reducida, ha buscado alguna compensación en la tecnología de muy alta gama ante la vergonzosamente reducción de su geografía nacional y del tamaño de su población. De particular interés es el logro de un notable éxito militar en formas que deberían ayudar, notablemente, a la vulnerabilidad que sintió como consecuencia de la gran contracción territorial y poblacional que se produjo bajo Mikhail Gorbachev.
No es exagerado argumentar que la Rusia contemporánea ha mejorado mucho su manejo militar de las armas nucleares. Estas han sido aceptadas por los militares rusos a gran escala y con un aparente entusiasmo, algo completamente ajeno en la OTAN. Ante la poca evidencia de las palabras pronunciadas, los ejercicios realizados y los despliegues de movilizaciones, aparentemente, realizados por las fuerzas armadas rusas de hoy y de mañana se están preparando, anticipando de hecho que, prácticamente, todas sus actividades militares se llevarán a cabo en un entorno nuclear activo. Irónicamente, este cambio hacia la dependencia nuclear puede ser, en gran medida, la consecuencia no querida de un proceso de adquisición de armas, internacionalmente, competitivas y que, técnicamente, han sido exitosas.
En un esfuerzo por probar alguna respuesta relevante, creíble y factible a la pregunta fundamental planteada con el título de esta sección, he seleccionado siete elementos de consejos políticos, de hecho estratégicos, para tomar de este análisis. Estos han sido seleccionados y elegidos desde una perspectiva de la OTAN mirando hacia el Este. Elegí estas siete magníficas pepitas de oro de asesoramiento político y estratégico de acuerdo con la necesidad dominante de profundidad y amplitud de análisis.
Conclusión
A decir verdad, como se debe decir aquí, nadie sabe cómo llevar a cabo una guerra nuclear, con prudencia o de otra manera. Probablemente, no sea útil recordar a los lectores que cuando von Trupp llegó al Marne en 1914 y de hecho incluso cuando Rommel cruzó el Mosa en Sedan entre el 12 y el 13 de abril de 1940, no sabían ni podían saber a dónde los llevaría la dinámica de la guerra. Lo que importa por encima de todo es que todos, especialmente, de nuestros planificadores militares, es que nunca olvidemos que una decisión de hacer la guerra es SIEMPRE UNA APUESTA y que el registro histórico no demuestra que las decisiones audaces para el inicio de la guerra, generalmente, se recompensan con un éxito acorde. (7)
Los peligros de la estrategia nuclear son demasiado obvios para requerir énfasis; pero algunos hechos de la vida estratégica internacional necesitan reconocimiento. Es importante que los Estados Unidos puedan determinar más de cerca el tipo de delitos estratégicos que podrían perpetrarse. Se necesitan ideas para la orientación conceptual en la orientación nuclear. No importa cuán desagradable sea esto, realmente, no existe una alternativa responsable. Si se debe librar una guerra nuclear, su conducta debe estar dirigida por elecciones inteligentes. Prácticamente, no importa cuáles sean las circunstancias estratégicas, es difícil imaginar un contexto en el que la elección de objetivos estadounidenses no sea importante. Como mínimo, los Estados Unidos siempre deben estar mejor dirigidos por preferencias de focalización intencionadas en lugar de ataques aparentemente aleatorios. Incluso, si somos pesimistas sobre el valor relativo del resultado, siempre debería valer la pena intentar asegurar un mejor resultado.
Ante los formidables desafíos que los problemas de una estrategia nuclear, realmente plantea son, hoy al menos, una aproximación que se eleva de la estrategia nuclear y que puede ayudar, significativamente, si lo empleamos sin contemplaciones. Sugiero que todo el complejo tema de la estrategia nuclear debe organizar a nuestras mentes, planes y aún acciones, como un problema de tres partes. Podemos y debemos reducir la estrategia nuclear muy rigurosamente a un problema de tres partes o desafiar la necesidad de ejercitar una disciplina conceptual en orden de negar las realmente terribles consecuencias físicas que anulan nuestro pensamiento y nuestro comportamiento. Ambos están en el núcleo del corazón de una estrategia nuclear que comprende a las tres ideas conceptuales supremas: prevención de la guerra, acción militar y -la más potente de todas- sus consecuencias. Estos tres contextos, de pre-guerra, de tiempos de guerra y de posguerra, capturan, totalmente, al tema.
No nos debería sorprender evaluar a la tercer categoría, las consecuencias pertinentes, como a la más importante consecuencia. El contexto de las consecuencias de una guerra nuclear podría empequeñecer su significado respecto del comportamiento observado, tanto antes como durante una guerra nuclear. Probablemente, es válido reclamar que el pensamiento y la acción sobre la posibilidad, de hecho la probabilidad, del contexto de una guerra nuclear real ha estado, siempre, enfocado, en forma muy entendible, en los desafíos que plantea su prevención, antes que en las dificultades muy reales que seguirían al uso real de ellas.
Mi sugerencia en este artículo es, simultáneamente, la de reducir el enfoque a solo tres cosas, la prevención de la guerra, la guerra nuclear en sí y a las consecuencias de posguerra, las que deberían impulsar el interés en la alta, aun suprema, importancia de lo que he elegido considerar como el contexto (futuro) de las consecuencias. La insistencia más allá de todo reconocimiento conceptual, de hecho temporal, también; unifica al tema de que la estrategia nuclear debe ayudar a las personas a entender que las crisis (nucleares), las guerras y sus consecuencias, realmente comprenden al tema más allá de una simple narrativa nuclear.
Traducción: Carlos Pissolito
(*) Colin S. Gray, es un pensador británico-estadounidense, profesor de Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos en la Universidad de Reading, que es muy respetado por la comunidad militar estadounidense.
Ha trabajado en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos y en el Instituto Hudson en Washington, D.C. También, se desempeñó como asesor de defensa para los gobiernos británico y estadounidense. Gray sirvió desde 1982 hasta 1987 en el Comité Asesor General de la Administración Reagan sobre Control de Armas y Desarme. Ha sido profesor en las universidades de Hull, de Lancaster, de York, de Toronto y de Columbia Británica.
Gray ha publicado 30 libros sobre historia militar y estudios estratégicos, así como numerosos artículos.
Referencias
https://www.militarystrategymagazine.com/article/nuclear-strategy-a-tale-of-consequence/
Colin Gray (*)
Estrategia nuclear
Submarino de misiles balísticos nucleares ruso tipo "Akula" |
Puede quedar bien decir que el arma nuclear permanecerá, por cierto, como una embrollo permanente para la raza humana y para toda la aventura del manejo del Estado y de su auxiliar, la estrategia; pero encuentro a esta actitud, históricamente, menos satisfactoria de lo que puede aparecer desde una perspectiva real, necesariamente, limitada en el tiempo. No estoy diciendo, al menos no del todo, que en un tiempo dado, la gran revolución nuclear del Siglo XX se tornará irrelevante, en consecuencia, sospecho que ella será menos útil en el futuro que lo que lo fue en el medio siglo que siguió a la 2da GM. La principal razón de porque lo creo probable, es por su localización en lo que funciona como la “biblia” de nuestro estudio, la que no solo por una sola vez, por ejemplo, nos podrá excusar de la excepcional irreverencia en esta instancia. Es aconsejable, de hecho necesario, volver a las páginas de “De la Guerra” (por supuesto), de tal manera conscientes de las, aparentemente, verdades permanentes contenidas en Clausewitz. Además, debemos estar lo suficientemente listos para entender y por lejos aceptar el argumento, razonablemente, evidente que cubre a todo el pasaje, excesivamente emocionante, de la política y de la estrategia moderna desde su muerte en 1831.(1) El argumento dominante en “De la Guerra” es que la guerra siempre debe ser sobre política. Cuando esta condición parece no estar autorizada, el uso de la fuerza debe ser sobre alguna otra condición o calidad, aunque incluso eso, probablemente, tenga un significado político. Clausewitz teorizó sobre las guerra muy grandes y, también, sobre las pequeñas. No podemos saber en qué sentido, si lo hubiera hecho, con el uso de las armas nucleares para la estrategia; pero nos legó el esqueleto, al menos, de uno que sigue siendo relevante incluso hoy. Con mucho, el argumento más importante en “De la Guerra” sostiene, entonces como ahora, que el propósito político siempre debe esforzarse por controlar los eventos. (2) El gran prusiano entendió, muy bien, que la guerra es una empresa incierta y fue testigo y sobrevivió al espantoso fenómeno de la guerra como una apuesta que tal vez no rindió como debía. (3) De hecho, casi con certeza, habría respaldado la caracterización de la guerra como un caos, el "indicativo de llamada" preferida del destacado general de los Marines de EEUU, James Mattis, no debería haber pasado desapercibido para los lectores de estas páginas de “Military Strategy” que nuestro tema central aquí, la estrategia nuclear, es probable que resulte notablemente hostil a la idea de que la guerra es una apuesta. La guerra nuclear podría ser un producto de un error de la política y demostrar una aproximación más cercana a la comprensión de Jim Mattis del "caos", que a cualquier apariencia reconocible de un plan ordenado. Es necesario mencionar que incluso cuando se llevan a cabo planes militares ordenados y aparentemente bien procesados, la guerra parece tener múltiples formas para eludir la disciplina. ¿Es probable, deberíamos preguntarnos, que la guerra real con armas nucleares resulte una historia diferente para toda la sombría maquinaria de la historia conocida? Sospecho que no, más bien sospecho que la guerra nuclear de hoy se parecería a una narrativa más amplia y más coherente de la que tenemos motivos, más que adecuados, para sospechar lo que sería el caso más probable, si alguno de nosotros sobreviviera a una catástrofe de este tipo. Sin embargo, no todo podría perderse, a pesar de los serios motivos para la duda que tenemos de que ocurra lo contrario.
Sentido Común Estratégico
Nunca debemos olvidar que el verdadero significado de la estrategia es la consecuencia. (4) La estrategia nuclear tiene que ver con las consecuencias de la elección táctica y operativa con respecto a la amenaza o con el uso de armas nucleares. El excelente razonamiento teórico aparente es crítico y está, desesperadamente, corto de apoyo empírico. Después de todo, ¿qué sabemos realmente sobre el valor militar de las armas nucleares como ejecutores de decisiones políticas? Básicamente, ¿qué creemos que sabemos sobre la amenaza y el uso real en la guerra de estas armas? Podemos sentirnos tentados por la atractiva promesa de lo que podría entenderse, no sin razón, como una rendición preventiva de la estrategia y de la política por parte de un sistema político adversario. Sin embargo, no podríamos anticipar, razonablemente, un colapso tan racional, casi moral, por parte de un enemigo. La presión política para mantenerse firme, al menos brevemente, quizás, mucho más temprano que tarde, alimentaría el argumento para mantener la posición y cosas por el estilo. Aunque la maquinaria de guerra de un Estado armado con armas nuclear será el producto de miles, las decisiones de luchar, o no, siempre serán el producto de un número muy pequeño de personas. La Europa del siglo XIX inventó la práctica de la preparación de la Defensa en tiempos de paz para cuando llegara la guerra. Este fenómeno lo hemos aceptado, simplemente, como del sentido común estratégico: estaremos preparados de manera contingente para cualquier peligro de seguridad que surja en el futuro cercano. Esto simplemente es prudente. Demasiado fácil de entender, por supuesto, pagamos un precio que podría resultar realmente pesado, en la preparación para nuestra Defensa. Una preparación de Defensa prudente podría, con bastante facilidad, aunque sin darse cuenta, asumir un carácter amenazante en la comprensión de otros Estados, con consecuencias en la elección política que podrían ser seriamente adversas para la seguridad de todas las partes interesadas, incluidos nosotros mismos.
La estrategia nuclear en común con toda estrategia, es el resultado de intenciones, notablemente, humanas y de una elección personal. Dadas las consecuencias devastadoras que se derivan del uso de armas nucleares, es poco probable que se pueda obtener una ventaja unilateral de su uso. Probablemente, la pregunta políticamente más relevante, se refiera al temple de los formuladores de políticas y de estrategias. Incluso si estuviéramos persuadidos de que se podría ganar una guerra, es decir, llevarla a cabo hasta un punto en el que se obtendría una ventaja política significativa, el elemento nuclear en el juicio debe reducir la confianza en cualquier conclusión sobre la política. Por supuesto, no podríamos recurrir al sentido común estratégico para obtener una guía prudente en tal situación, porque la política inteligente no debería haber estado en la temible condición de que, en repetidas ocasiones, en el terrible siglo XX, haya concluido con misericordia. Podría decirse que es algo irónico que nuestro mal nuclear sea el producto de un peligro derivado del descubrimiento y de la explotación científica sobre el cual no sabíamos, de hecho, realmente no podríamos haberlo sabido. Aunque con los tiempos de movilización y preparación adecuadamente ajustados, los lectores de esta revista deben notar que a pesar de cierta flexibilidad en la movilización, el despliegue posterior y en el uso de fuerzas nucleares en ambos lados es muy probable, en principio, que en la práctica, la crisis nuclear y la guerra misma podrían parecerse bastante a 1914. Puede ser prudente y posiblemente militarmente sensato librar una guerra nuclear sólo lentamente y con un nivel relativamente bajo de posibilidad de escalada explosiva; pero no podemos ignorar la cuestión vital del contexto crítico. Austro-Hungría, con la ayuda vital de la locura rusa, creó en lo que se convirtió en una casi 'tormenta perfecta' para el arte de gobernar que fue en el verano de 1914.(5) Aunque fue terrible, sin duda resultó ser, al menos, un pálido reflejo casi insignificante, cuando lo comparamos con las posibles, de hecho probables, consecuencias de una crisis política verdaderamente estratégica en el presente o en el futuro. ¿Hay una ciudad aparentemente modesta en Europa del Este, en el flanco báltico de la OTAN, esperando tener su propio momento Sarajevo? (6)
¿Qué es lo que hacemos?
En el transcurso de la última década, la Rusia de Vladimir Putin, geofísicamente reducida, ha buscado alguna compensación en la tecnología de muy alta gama ante la vergonzosamente reducción de su geografía nacional y del tamaño de su población. De particular interés es el logro de un notable éxito militar en formas que deberían ayudar, notablemente, a la vulnerabilidad que sintió como consecuencia de la gran contracción territorial y poblacional que se produjo bajo Mikhail Gorbachev.
No es exagerado argumentar que la Rusia contemporánea ha mejorado mucho su manejo militar de las armas nucleares. Estas han sido aceptadas por los militares rusos a gran escala y con un aparente entusiasmo, algo completamente ajeno en la OTAN. Ante la poca evidencia de las palabras pronunciadas, los ejercicios realizados y los despliegues de movilizaciones, aparentemente, realizados por las fuerzas armadas rusas de hoy y de mañana se están preparando, anticipando de hecho que, prácticamente, todas sus actividades militares se llevarán a cabo en un entorno nuclear activo. Irónicamente, este cambio hacia la dependencia nuclear puede ser, en gran medida, la consecuencia no querida de un proceso de adquisición de armas, internacionalmente, competitivas y que, técnicamente, han sido exitosas.
En un esfuerzo por probar alguna respuesta relevante, creíble y factible a la pregunta fundamental planteada con el título de esta sección, he seleccionado siete elementos de consejos políticos, de hecho estratégicos, para tomar de este análisis. Estos han sido seleccionados y elegidos desde una perspectiva de la OTAN mirando hacia el Este. Elegí estas siete magníficas pepitas de oro de asesoramiento político y estratégico de acuerdo con la necesidad dominante de profundidad y amplitud de análisis.
- La estrategia nuclear debe considerarse un tema político en un grado aún mayor que el requerido en todos los demás contextos. Especialmente, en lo que respecta a posibles asuntos nucleares, es probable que el tema del significado político pueda quedar en el camino y perderse por la fuerza de los peligros, relativamente, desconocidos. Sería esencialmente importante no permitir que una ansiedad nuclear razonable abrume, tanto a las políticos como a sus políticas.
- Será esencial que a Putin (de hecho, a cualquier líder o grupo ruso) se le niegue cualquier sentido creíble de victoria, política o estratégica. Hay mucho en la cultura rusa, tanto de la época reciente como de la lejana, que se alimenta de nuestras esperanzas de que el renacimiento parcial ruso, bajo la apariencia de un nuevo zar sustituto, se traslade por interés propio a la generosidad en el curso y, en particular, a las consecuencias de los acontecimientos nucleares. Teniendo en cuenta los peligros de esta negligencia, será necesario que una OTAN todavía “en el terreno” capaz y dispuesta a resistir, estratégicamente, le niegue a Moscú tal política y tenga cuidado de negarle a Rusia la convicción que realmente ha “ganado” la guerra real.
- Los opositores de Rusia (es decir, la OTAN) deben ser cautelosos en su entusiasmo político público por la paz. Adaptativamente, esto podría resultar un elemento "asesino" en un arma probable y usar un acuerdo de control que podría tener cierta tracción política para un posible acuerdo. La combinación tóxica de democracia popular y amenaza nuclear expresada en un estilo provocativo no comprende una combinación en la que se pueda depositar confianza; no constituiría una apertura prometedora para un libro de texto sobre arte y estrategia, y mucho menos sobre estrategia y diplomacia.
- La conducta de la guerra convencional, de carácter local o general, no debe ejecutarse de modo que se arriesgue a comprometer la integridad de la misión de las llamadas fuerzas estratégicas. Probablemente, por encima de todo, es esencial que ni Rusia ni nadie más alcancen una posición verdaderamente competitiva en la guerra activa que pueda tentar a una apuesta por un dominio nuclear genuino. El evidente entusiasmo contemporáneo de Rusia por la escalada nuclear en caso de un revés convencional debería ser rechazado brutal y convincentemente de manera indiscutible, tanto por el despliegue de armas relativamente de bajo impacto como por argumentos doctrinales convincentes sobre la integridad de la misión de las fuerzas estratégicas.
- Debe entenderse políticamente que las operaciones nucleares contra Rusia en tiempo de guerra deben llevarse a cabo con gran cuidado para evitar intrusiones innecesarias en el espacio chino. Es de esperar que un intercambio nuclear (o dos) entre Rusia y la OTAN no pueda evitar alarmar a Beijing, suponiendo, por supuesto, que no se hayan preestablecido, en secreto, los episodios militares en cuestión. La tentación de lidiar con la amenaza nuclear china bajo la cobertura provista por una guerra nuclear con Rusia que comienza en Europa, debe ser, prudentemente, resistida como innecesariamente peligrosa en un contexto que ya no podría ser más peligroso que cualquiera de nuestros políticos y soldados, de lo que fue en el pasado.
- Como la Alemania imperial demostró de manera bastante concluyente en 1918, puede ser excepcionalmente difícil mantener resuelta a la opinión pública frente a reveses obvios e innegables (por ejemplo, soldados derrotados que regresan a casa). Sería inusualmente difícil tratar de persuadir al público en tiempos de guerra (como el que haya sobrevivido al ataque inicial) de que cualquier resultado político sería ventajoso si se lo compara con un acuerdo político de casi cualquier otro tipo. La opinión interna, aparentemente sólida, puede no ser resistente frente a reveses militares severos e imprevistos. ¡Es difícil incluso imaginar cómo sería una historia de "buenas noticias" sobre la guerra nuclear!
- En el diseño y, prospectivamente, en la ejecución de la política y estrategia nuclear de la OTAN es, realmente vital, recordar el profundo apego cultural de los rusos al concepto, así como la realidad de la geografía física nacional. La Rusia moderna existe y ha sobrevivido gracias a esta geografía. Ninguna otra organización política tiene una historia geopolítica como la rusa. Si bien hay una gran fuerza en esta geografía, también existe una vulnerabilidad potencialmente considerable que la OTAN podría y debería planear explotar en un caso de grave necesidad estratégica.
Conclusión
A decir verdad, como se debe decir aquí, nadie sabe cómo llevar a cabo una guerra nuclear, con prudencia o de otra manera. Probablemente, no sea útil recordar a los lectores que cuando von Trupp llegó al Marne en 1914 y de hecho incluso cuando Rommel cruzó el Mosa en Sedan entre el 12 y el 13 de abril de 1940, no sabían ni podían saber a dónde los llevaría la dinámica de la guerra. Lo que importa por encima de todo es que todos, especialmente, de nuestros planificadores militares, es que nunca olvidemos que una decisión de hacer la guerra es SIEMPRE UNA APUESTA y que el registro histórico no demuestra que las decisiones audaces para el inicio de la guerra, generalmente, se recompensan con un éxito acorde. (7)
Los peligros de la estrategia nuclear son demasiado obvios para requerir énfasis; pero algunos hechos de la vida estratégica internacional necesitan reconocimiento. Es importante que los Estados Unidos puedan determinar más de cerca el tipo de delitos estratégicos que podrían perpetrarse. Se necesitan ideas para la orientación conceptual en la orientación nuclear. No importa cuán desagradable sea esto, realmente, no existe una alternativa responsable. Si se debe librar una guerra nuclear, su conducta debe estar dirigida por elecciones inteligentes. Prácticamente, no importa cuáles sean las circunstancias estratégicas, es difícil imaginar un contexto en el que la elección de objetivos estadounidenses no sea importante. Como mínimo, los Estados Unidos siempre deben estar mejor dirigidos por preferencias de focalización intencionadas en lugar de ataques aparentemente aleatorios. Incluso, si somos pesimistas sobre el valor relativo del resultado, siempre debería valer la pena intentar asegurar un mejor resultado.
Ante los formidables desafíos que los problemas de una estrategia nuclear, realmente plantea son, hoy al menos, una aproximación que se eleva de la estrategia nuclear y que puede ayudar, significativamente, si lo empleamos sin contemplaciones. Sugiero que todo el complejo tema de la estrategia nuclear debe organizar a nuestras mentes, planes y aún acciones, como un problema de tres partes. Podemos y debemos reducir la estrategia nuclear muy rigurosamente a un problema de tres partes o desafiar la necesidad de ejercitar una disciplina conceptual en orden de negar las realmente terribles consecuencias físicas que anulan nuestro pensamiento y nuestro comportamiento. Ambos están en el núcleo del corazón de una estrategia nuclear que comprende a las tres ideas conceptuales supremas: prevención de la guerra, acción militar y -la más potente de todas- sus consecuencias. Estos tres contextos, de pre-guerra, de tiempos de guerra y de posguerra, capturan, totalmente, al tema.
No nos debería sorprender evaluar a la tercer categoría, las consecuencias pertinentes, como a la más importante consecuencia. El contexto de las consecuencias de una guerra nuclear podría empequeñecer su significado respecto del comportamiento observado, tanto antes como durante una guerra nuclear. Probablemente, es válido reclamar que el pensamiento y la acción sobre la posibilidad, de hecho la probabilidad, del contexto de una guerra nuclear real ha estado, siempre, enfocado, en forma muy entendible, en los desafíos que plantea su prevención, antes que en las dificultades muy reales que seguirían al uso real de ellas.
Mi sugerencia en este artículo es, simultáneamente, la de reducir el enfoque a solo tres cosas, la prevención de la guerra, la guerra nuclear en sí y a las consecuencias de posguerra, las que deberían impulsar el interés en la alta, aun suprema, importancia de lo que he elegido considerar como el contexto (futuro) de las consecuencias. La insistencia más allá de todo reconocimiento conceptual, de hecho temporal, también; unifica al tema de que la estrategia nuclear debe ayudar a las personas a entender que las crisis (nucleares), las guerras y sus consecuencias, realmente comprenden al tema más allá de una simple narrativa nuclear.
(*) Colin S. Gray, es un pensador británico-estadounidense, profesor de Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos en la Universidad de Reading, que es muy respetado por la comunidad militar estadounidense.
Ha trabajado en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos y en el Instituto Hudson en Washington, D.C. También, se desempeñó como asesor de defensa para los gobiernos británico y estadounidense. Gray sirvió desde 1982 hasta 1987 en el Comité Asesor General de la Administración Reagan sobre Control de Armas y Desarme. Ha sido profesor en las universidades de Hull, de Lancaster, de York, de Toronto y de Columbia Británica.
Gray ha publicado 30 libros sobre historia militar y estudios estratégicos, así como numerosos artículos.
- Carl von Clausewitz, “Sobre la guerra”, ed. y trans. Michael Howard y Peter Paret (Princeton, NJ Princeton University Press, 1976), especialmente p.81.
- Ibíd. Esa guerra de cualquier tipo debe considerarse como un evento cargado de significado político, era la creencia central que sustentaba, y de hecho proporcionó, el significado, a todos los fenómenos de los que escribió Clausewitz.
- La idea de que la guerra es realmente una apuesta no ha logrado atraer la atención que merece.
- Esta idea es avanzada y explorada en mi Teoría de la estrategia (Oxford; Oxford University Press, 2018), págs. 61-4).
- Ver Lukas Milevski, The West’s East: Contemporary Baltic Defense in Strategic Perspective (Nueva York: Oxford University Press, 2018).
- Para un estudio excepcionalmente fino de los principales eventos militares de 1914 y luego de la campaña resultante de él, ver Holger H. Herwig, The Marne 1914: The Opening of World War I and the Battle that Changed the World (Nueva York : Random House, 2009).
- Para dos excelentes estudios recientes, aunque muy diferentes, sobre el desafío de los Estados Unidos con respecto a las armas nucleares, ver Departamento de Defensa de los Estados Unidos, Oficina del Secretario de Defensa, Revisión de la postura nuclear, febrero de 2018 (Washington, DC, USGPO, 2018); y Matthew Kroenig, La lógica de la estrategia nuclear estadounidense: por qué importa la superioridad estratégica (Oxford University Press, 2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario